icono estrella Nº de votos: 0

Mitos, momentos y posibilidades

Hermano Bill Firman -

    El pasaporte es un muy preciado documento cuando eres un extraño. La semana pasada me sentímuy agradecido ante la devolución de mi pasaporte (que por fin contenía el permiso de residencia de un año)  justo a tiempo para adherirme a mis planes de viaje inmediatos. La ventaja más significativa es que ahora puedo viajar por todo Sudán, incluído el norte . Mis posibilidades de coger el vuelo del viernes habían aumentado ¿o quizás no?.

    Tres de nuestros miembros de la comunidad de Malakal se dirigieron al aeropuerto el miércoles para coger un vuelo de Naciones Unidas, cargados con sus nuevos permisos de residencia, y tuvieron que regresar de nuevo y hacer una comida tardía. Su vuelo se canceló. Les han otorgado plaza en el mismo vuelo que a mi el viernes. Incluso para vuelos de interior te solicitan que aparezcas en el aeropuerto dos horas antes. Esta es una tierra de paciencia y momentos perdidos. El padre Joseph ha hecho cola de 2-3 horas en el banco en varias ocasiones y al llegar a la caja le han informado de que no le podían dar el dinero que solicitaba. Uno espera y a lo mejor o no te vas o no recibes.

    Una hermana perdió el vuelo a India, no por culpa suya, le informaron de que había plaza en el vuelo de Addis Ababa a Mumbai pero no había plaza en la conexión Jumbai-Addis. Se fue al aeropuerto más esperanzada que expectante. Afortunadamente consiguió plaza en el vuelo a Addis y ha llegado a India. Altos niveles de estrés y el Sur de Sudán no son buena mezcla. El pueblo sudanés parece paciente. Supongo que cuando has vivido 21 años de guerras y enfrentamientos un retraso no es motivo de ansiedad cuando se compara con esquivar disparos y bombas.

    Emmanuel de 10 años, al que podeis ver sentado enfrente de mi ordenador en la foto adjunta, tiene una sonrisa que te gana por completo y siempre me saluda contento: “Hola hermano Bill”. El padre Joseph me ha contado que el padre de Emmanuel murió durante la guerra y que ocasionalmente Emmanuel se deshace en lágrimas. Estas son las cicatrices ocultas de una tierra rota por la guerra.

    Una idea preconcebida que tuve al salir de Australia fue que me sentiría “verticalmente minusválido” en el sur de Sudán. Los pocos sudaneses que había conocido en Australia eran muy altos. Cuando el hermano Denis (que pronto se unirá a nosotros en el sur de Sudán) y yo conocimos a un grupo de sudaneses que visitaban Australia, resultó que él parecía sólo de estatura media ( y eso que por media australiana es alto). He hecho bromas sobre el tema diciendo que si algún día nos atacan o tirotean yo estaría a salvo porque todas las balas pasarían por encima de mi cabeza.

    Los hombres que conocimos en Nuer y especialmente en Dinka tienden a ser altos, pero hay muchos de mi estatura o más bajos. Con mi cara blanca, es fácil verme entre la gente pero no por mi estatura si no por bulto. Aunque he perdido mucho peso no parezco desnutrido como muchos sudaneses.

    También debo admitir ideas preconcebidas sobre la forma de vestir que vería aquí. No recuerdo bien lo que imaginaba pero sí tenía idea de algo “estilo africano”. Sí se ven algunas mujeres con sus vestidos largos enrollados entorno a su cuerpo que me recuerdan a “algo africano”, pero me ha sorprendido la prevalencia de ropa occidental.

    Aunque yo visto con camisa ancha, pantalones de algodón y sandalias, muchos africanos llevan traje completo, camisa y corbata. Pantalones de vestir, camisas y corbatas, zapatos bien abrillantados se ven frecuentemente sobre todo para la misa de los domingos. Las mujeres llevan una amplia variedad de indumentaria , fácil de ver en Occidente, faldas y blusas, trajes a medida y trajes de noche. Los tacones son muy comunes. El problema, a mi parecer, es que parece que la gente así vestida desentona con el clima, las circunstancias y la hora del día.

    Una mujer hizo una entrada espectacular en misa con un traje al estilo Reina Isabel con los hombros ahuecados y una falda larga armada con can-can. Claro que también a uno le sorprendería ver a la gente vestida de forma tradicional, es decir, desnudos. Según me han contado hay zonas donde la gente va desnuda pero lejos de las ciudades y zonas urbanizadas. Muchas mujeres llevan pelucas. Da la impresión de que todas las tiendas de ropa del mundo han enviado su ropa de otra temporada o que se ha pasado de moda al sur de Sudán, donde ha sido vendida o regalada por las ONG. Pocos hombres llevan pantalón corto, pero el padre Martin, que es sudanés, dice que no tiene ninguna base cultural. Los pantalones cortos son aceptables. Todo es aceptable, incluso la desnudez que me parece bastante práctica, pero no seré yo el primero en probarla.

    ¿Conseguí plaza para Malakal? ¿Subí al avión?, No, pero por iniciativa propia porque reorganicé todo para la semana siguiente. La próxima visita en mi agenda es a Narus, un sitio cercano a la frontera con Kenya. El padre Joseph y yo estamos investigando la opción de ampliar nuestro proyecto educativo Solidaridad para el Sur de Sudán a esta zona.

    Ahora mismo somos cuatro en Juba: el padre Joseph de Sri Lanka, la hermana Luchita de Colombia, la hermana Jenny de Chile y yo de Australia, cuatro personas de cuatro países distintos que han tenido la suerte de conocerse en Sudán en respuesta a una necesidad del pueblo sudanés. Un día cenando todos juntos pregunté con picardía qué impresión le daríamos a un desconocido, dos hombres y dos mujeres cenando a la mesa, ¿pensarían quien estaba casado con quien?

    En la actualidad la convivencia de hombres y mujeres religiosas en la misma casa resulta muy natural, relajada y sin complicaciones. Uno se pregunta por qué a lo largo de la historia no se ha hecho así antes si era por el interés de la Iglesia. A lo mejor consideran que hemos llegado a una edad madura y segura, pero dudo mucho que cualquiera de nosotros haya alcanzado la edad donde la concupiscencia es sólo un recuerdo. No nos hemos muerto todavía. Es un mito que el celibato requiera separación pero no dudo que sea prudente en algunas ocasiones.

    Nuestra casa vecina en Juba pertenece a la Congregación conocida como las hermanas de San Pablo. La hermana Pushba de India celebró su cumple hace poco y nos juntamos once personas para la celebración de la Eucaristía y Cena. En un momento de lucidez alguien se diócuenta de que los once comensales pertenecíamos a once países distintos.  Y sin embargo ahí estábamos haciendo comunidad, celebrando como buenos amigos ante el Señor y unidos ante el deseo de ayudar al pueblo del sur de Sudán.

    Los tiempos modernos han visto el declive de la fe en algunos países. Aquí la fe es atesorada por los sudaneses y por los expatriados. Todo el mundo tiene tiempo para Dios. Hay muy pocos entretenimientos y distracciones- a parte de algún ratón, culebrilla, pato, cabra o persona que se cruza en tu camino. La gente además tiene tiempo para los demás.

    Cuando conoces a alguien te saludan con educación y calidez. Decir “hola” nunca es una pérdida de tiempo- sólo quizás cuando haces cola en el banco. Afortunadamente no suele haber colas en las tiendas. La eficiencia económica no es el motor que mueve al sur de Sudán. Los vendedores esperan pacientemente a hacer su venta. La comida aquí es más sencilla pero se valora más el sabor. No hay comida envasada y hay menos variedad, pero hasta el trozo más pequeño de carne dura o un plato de lentejas son regalos que se disfrutan.

    En el primer mundo damos demasiado por sentado. Es un mito que la abundancia de recursos trae la felicidad. La gente puede vivir bien con poco. Se puede ser feliz compartiendo recursos limitados. ¿Qué dijo Jesús? “ es al dar cuando recibimos”. Yo creo que el momento real de verdad es cuando apreciamos los regalos que tenemos. La justicia social comienza en nuestros corazones.

Si te ha gustado, compártelo:
icono etiquetas etiquetas : sudan,
icono comentarios Sin comentarios