Meditación para el sábado de la 1ª Semana de Adviento

Is 30,19-21.23-26; Mt 9,35-10,1.6-8

Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada,
ya no se esconderá tu Maestro, 
tus ojos verán a tu Maestro. 
Si te desvías a la derecha o a la izquierda, 
tus oídos oirán una palabra a la espalda:
“Éste es el camino, caminad por él” 
(Is 30, 19-21).

“La esperanza y la paciencia nos son necesarias
para completar en nosotros lo que hemos empezado a ser,
y para conseguir, por concesión de Dios,
lo que creemos y esperamos
(San Cipriano, Sobre los bienes de la paciencia)

¡Adviento, antídoto contra la desesperanza, rescoldo bajo todas las cenizas, esperanza contra toda esperanza, camino seguro en noche oscura, palabra cierta u orientadora en la encrucijada, referencia esencial en el discernimiento!

Pueden escasear el pan y el agua, se puede llegar al límite de las posibilidades,  puede parecer que todo sucumbe en el conflicto especulativo; es posible que asome la tentación del desánimo y el pellizco de la depresión. En esas circunstancias, la voz interior de quien nos habita dicta el sendero de la paz y de la confianza.

Es tiempo de ver y de escuchar con atención los signos, de observar lo que arrastra a la amargura y lo que libera, aun en la pobreza. Es tiempo de paciencia y de esperanza. Más que nunca el Adviento se hace necesidad. En este tiempo se llega a proclamar: “El reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mt 10, 8).

La persona de Jesús atrae hacia Sí a todos los que buscan y no encuentran, a todos los que desfallecen. Él ha enviado a sus discípulos a prolongar su misión solidaria.

“La novedad del anuncio cristiano es la posibilidad de decir a todos los pueblos: «Él se ha revelado. Él personalmente. Y ahora está abierto el camino hacia Él. La novedad del anuncio cristiano no consiste en un pensamiento sino en un hecho: Él se ha revelado».” (Benedicto XVI, Verbum Domini 92).