Meditación desde Buenafuente para el Segundo Miércoles de Cuaresma (27/02/2013)
Lectura
“Señor, hazme caso, oye cómo me acusan. ¿Es que se paga el bien con mal, que han cavado una fosa para mí?” (Jr 18, 19)
-«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.» (Mt 20, 18-19)
Comentario
Hay momentos en la vida en los que es tan fuerte el sentimiento de dolor, que se impone la necesidad de expresar las circunstancias adversas que lo originan. El profeta clama al cielo al verse acosado. Jesús desvela a los suyos el dolor del alma, aunque, al mismo tiempo, anticipa el sentido pascual de su vida.
Es importante y luminoso saber comprender el camino de la existencia en clave pascual, y si es verdad que por muchos motivos se puede estar viviendo la intemperie del sufrimiento, el desamor o la infidelidad, nada se escapa de la posibilidad teologal y de interpretar el ascenso hacia el monte de la cruz como una penúltima etapa, porque siempre permanece el horizonte de la resurrección y de la luz.
Nuestra condición humana, absolutiza ante un presente aciago, el momento negativo y violentando nuestro interior, nos hace sentir la impotencia, el miedo y la rebeldía. Por fe, cabe esperar, tener paciencia, vislumbrar la extraña paradoja de presentir vida donde hay despojo, sabiduría cuando hay dolor, fortaleza en medio de la debilidad.
Jesús, al anticipar a sus discípulos el itinerario completo que tendrá que recorrer -ser condenado, padecer la muerte y resucitar-, nos señala la dirección del camino para que no perezcamos sin esperanza en la hora recia de la prueba.
¡Tantas veces, sin que sea por motivos dramáticos, se tiene la experiencia de que aquello que parecía insoportable, a la hora de tenerlo que pasar, se hace llevadero! Cuanto más si el Maestro anticipa la hoja de ruta para que no nos alarmemos.
Puntos de reflexión
Ante el dolor, la prueba o el sufrimiento, ¿te quedas paralizado y hundido, o llegas a descubrir el posible sentido trascendente de la contrariedad?
¿En tiempos de inclemencia, acudes a la oración, como Jeremías? ¿Tienes con quién desahogar el alma, como Jesús?
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