Meditación desde Buenafuente para el Cuarto Jueves de Cuaresma (14/03/2013)
Lectura
“-«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo.»
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
-«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta?” (Ex 32, 9-11)
No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?» (Jn 5, 47).
Comentario
¿Hasta cuándo va a tener Dios paciencia con nosotros? ¿Hasta cuándo va a mantener su ofrecimiento de perdón? Por nuestra forma de pensar y de reaccionar ante quienes nos ofenden o son injustos con nosotros, imaginamos en Dios reacciones similares: de enojo, violencia, y hasta cabe que de venganza, o al menos de justicia.
Desde esta cultura que proyecta sobre Dios el comportamiento humano, podemos comprender el diálogo que establece Dios con Moisés, como si estuviera cansado de aguantar tanta infidelidad y pensara la posibilidad de destruir el mundo y a todas las criaturas.
Más allá de la paciencia divina, de su opción por el ser humano al hacerse hombre en su Hijo, se nos revela una posible vocación intercesora, no tanto para que Dios mude su voluntad, cuanto para que nosotros estemos siempre abiertos al querer divino, como mejor posibilidad de vida.
Si la oración de intercesión que eleva Moisés tiene la respuesta del perdón divino, cuánta misericordia alcanzará la súplica que hace el mismo Jesús por sus discípulos y por los que crean en Él por la predicación de ellos.
Nosotros podemos asociarnos a la oración de Jesús y a la oración de los santos, y aunque no sepamos su resultado, debemos estar seguros de que nada se pierde y en el misterio de la comunión de los santos, crecerá el caudal de bendición sobre aquellos que más lo necesitan, aunque nunca sepan de dónde les viene un momento de gracia, un hecho providente que cambia sus vidas y los deja experimentar el paso de Dios.
Puntos de reflexión
¿Te amedrentas por el falso temor de Dios, y te desanimas por causa de tus pecados? ¿Por qué, al menos, no suplicas el perdón? ¿Crees en la oración de súplica, la ejercitas en favor de quienes tengan mayor necesidad? ¿Das gracias a Dios por los que rezan por ti?
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