“Lo que el viento se llevó”, o algo parecido

Ha acabado el período de vacaciones de verano en este continente europeo. Haciendo un repaso de lo que he vivido, me ha venido a la mente el título de aquel film y he pensado compartirlo con Uds.
En realidad estuve solamente diez días escasos de vacaciones en mi tierra durante el ya “lejano” mes de Julio, dado que normalmente vivo en Roma, como Ud. saben. Lo demás ha sido tiempo de trabajo aquí o allá.
Los días transcurridos con parientes, amigos y conocidos fueron muy variados. Experimenté lo que suele suceder más o menos siempre y en todas partes. Hay quien te quiere a rabiar (¡ay de tí si no le visitas!) y me he dejado querer, sin abusar...; porque no sólo necesitamos amar sino sentirnos amados. He procurado pagarles con la misma moneda. Hay quienes te quieren como persona y apenas te toleran como cura; creo que hay que quererles sin distinción de convicciones ni de individuos. Lo demás es problema de ellos. Hay incluso quien notas que te evita; pero, si le he encontrado no le he ahorrado mi saludo dándole a entender que por mi parte el puente continúa siempre echado y la puerta abierta. Considero que muchas veces es evangélicamente más eficaz un: “¡Hola!, ¿qué tal?, ¿cómo estás?, ¿y los tuyos?”, con un suficiente y sincero apretón de manos, que no un sermón de alta teología o una parrafada sacada del magisterio oficial. Como dijo el Papa hace tiempo, a propósito de lo que sucedía en Tierra Santa: “Hay que construir puentes, no muros”.

¿Y de dónde sacó sus mensajes de alegría aquel hombre más bien escorbútico, como parece que era san Pablo, sino de su Jesús?: “... el que ejerce la misericordia, lo haga con jovialidad” (Rom 12, 8), porque “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9, 7). De ahí que: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito (por si no habían entendido bien), estad alegres” (Fil 4, 4). En fin, “que vuestra conversación sea siempre amena, con su pizca de sal...” (Col 4, 6). Después de todo, ¿no es el Evangelio una “eu anguelion”, una “buena noticia”, algo que comunica alegría? Ya había dicho, con su típica sabiduría jovial, campesina e irónica, el Beato Juan XXIII: “La Iglesia Católica no es un museo de arqueología, sino la antigua fuente de la aldea, que da agua a las generaciones de hoy como la dio a las de ayer” (AAS 1960, p. 963). Y Benedicto XVI ha repetido una vez más, en su entrevista a Radio Vaticano el pasado 13 de agosto: “La fe cristiana es, ante todo y sobre todo, una propuesta positiva, y no un cúmulo de prohibiciones”. Optimismo y buen humor que no es solamente bíblico y teológico, sino inevitablemente también humano. ¿Sabían Uds. que en dicha entrevista el ex-cardenal Ratzinger y actual Benedicto XVI dijo, entre otras muchas cosas profundas y serias: “Yo soy un hombre al que vienen contínuamente a la memoria chistes”? (¿Quién lo hubiera jamás imaginado?).
Volvamos a la experiencia veraniega. Además de muchas cosas buenas, uno se ha enterado de otras tantas miserias. Basta abrir el periódico, encender la tele, escuchar lo que te cuentan amigos y parientes, o simplemente mirar alrededor sin ir más lejos: que si la nefasta guerra oficialmente no declarada entre israelíes y herzbollahs-libaneses, que si la diaria lista de atentados con muertos y heridos en Iraq, las bombas estalladas en el tren de Mombay y las que podían haber explotado en diez aviones en pleno vuelo entre Londres y Estados Unidos, los misiles norcoreanos, los accidentes de carretera, la subida de precios...; y, entre las cosas buenas, los nuevos nombramientos importantes en el Vaticano: el salesiano Bertone, Secretario de Estado; el jesuita Lombardi, Portavoz de la Santa Sede; el franciscano conventual Gardin, Secretario de Religiosos... (Se va perfilando la nueva “Curia Ratzingeriana”).

“Lo que el viento se llevó” nos presenta hacia el final un gran incendio que arrasa los lugares de aquella historia; pero, acaba con un principio de nueva esperanza y un arranque de melodía –la que ha ido acompañando los momentos culminantes de la narración- que nos envuelve en un grande abrazo, como diciendo: “Lo del incendio es verdad, como los amores y delitos de la trama que han visto; pero, la esperanza no muere nunca, y con razón”. Según el gran poeta italiano medieval, Dante Alighieri, sólo en el infierno no existe ninguna esperanza; efectivamente, sobre la puerta de aquel lugar está escrito, según él: “Dejad toda esperanza, quienes entráis” (“Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”, Inferno III 9). Mas, quién sabe si tendrá razón aquel gran teólogo católico que fue Hans Urs von Balthasar cuando en cierta ocasión se le escapó el decir que: “El infierno existe...; pero, quizás esté vacío...”.
Arrivederci!
J. Rovira cmf.
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