La “nueva” normalidad y el mandamiento del amor
Hartos del confinamiento por el coronavirus, muchos, tal vez la inmensa mayoría, ansían volver a la normalidad (al margen de que ya no lo será del todo, por el elevado número de fallecidos en la pandemia). Algunos hablan de una "nueva normalidad". Y no son pocos los que sospechan que tras esta expresión se esconde un intento de ingeniería social con intenciones políticas poco claras. ¿Debemos volver a una "nueva" normalidad, o a la normalidad a secas? Si la novedad significa una merma de derechos y libertades o la voluntad de modificar el modelo social, sin una clara información y participación de todos, es normal que surjan resistencias a una "novedad" que huele a rancia, que nacería vieja. Pero, tal vez, al margen de interpretaciones políticas de un signo u otro (que es pedir casi un imposible), sí que sería bueno aprovechar la ocasión para replantearnos algunas cosas, un cierto orden de valores, y de redescubrir otros valores, que siéndolos, y muy importantes, no los estimábamos suficientemente, precisamente porque los dábamos por descontados (bastaría pensar en el contacto con nuestros seres queridos, la atención a los mayores, el sencillo placer de dar un paseo al aire libre).
Pensando en todo esto, en el largo túnel de la pandemia, en el deseo de volver a esa normalidad que no sabemos si será nueva o vieja, en el mejor y el peor sentido de esas palabras (todo son incertezas), me ha venido a la mente el paralelismo con el relativamente largo litúrgico de la Cuaresma-Pascua, que suma prácticamente 12 semanas (5 de Cuaresma y 7 de Pascua), que gira en torno al gran misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y también en torno a la preparación para el Bautismo (Cuaresma) y a la iluminación posterior (Pascua) de los nuevos bautizados. Todo ello es una larga y fuerte preparación para volver a esa normalidad litúrgica que es el tiempo ordinario.
Y es que, efectivamente, contemplar, meditar, participar en el gran misterio Pascual nos prepara para vivir el "tiempo ordinario", la vida cotidiana, la vida "normal", pero de una manera nueva. Esa sí que es una "nueva normalidad": la del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor, que no es, como nos recuerda el Evangelio de este sexto domingo de pascua, el sentimiento romántico de una benevolencia evanescente, sino la voluntad de "cumplir los mandamientos", esto es, de vivir de manera conforme a la Palabra de Jesús, como él, que es la Palabra, vivió: dando la vida. Cumplir los mandamientos no es "cumplir el expediente", un mero cumplimiento formal o externo (jurídico), sino "cumplimentar", "rellenar", "plenificar" nuestra vida con la decisión de "vivir como vivió él" (1 Jn 2, 6), en actitud de servicio, con capacidad de perdón, dando la vida, cumpliendo la voluntad del Padre. Es la vida ordinaria, "normal", pero con la novedad del Espíritu de Jesús, con el que y por el que Jesús mismo nos acompaña en nuestro caminar por nuestra cotidianidad, pero "haciendo nuevas todas las cosas" (Ap 21, 5).
José M. Vegas cmf