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La ardiente vigilia

Severino María Alonso, cmf -
Una de las advertencias más serias de Jesús a sus discípulos es su invitación a la vigilancia. "Estad alerta". "Vigilad" . Es una apremiante invitación a estar atentos, despiertos en la fe, vigilantes, como un incansable centinela, que está permanentemente en vela con el ojo avizor para percibir el primer signo de la persona cuya venida se espera o se teme. "Estad alerta...Velad" , repite Jesús. Y nos lo dice a todos. «Todas tus palabras fueron / una palabra: Velad».

Jesús se nos presenta en el Apocalipsis como un peregrino que está a la puerta llamando. El mismo lo dice:"He aquí que estoy a la puerta y llamo. Si alguno me abre, entraré y cenaré con él" (Apoc 3, 20). Cuentan que un pintor estaba pintando un cuadro. En él representaba justamente a este peregrino del Apocalipsis. El hijo pequeño del pintor le observaba atentamente, como suelen observar los niños cuando algo les resulta interesante o llamativo. De pronto, el niño interrumpe a su padre con una pregunta:"Papá, ¿por qué no haces que la puerta pueda abrirse desde fuera, para que el peregrino no tenga necesidad de llamar, y pueda entrar cuando quiera?". El padre, entre admirado y conmovido, respondió:"Hijo, las puertas a las que llama Jesús sólo se abren desde dentro".

Es verdad. Las puertas a las que llama Dios sólo se abren desde dentro. Porque Dios respeta siempre la insobornable libertad del hombre. Se contenta con llamar. Unas veces, da la impresión de que golpea despiadadamente. Otras, parece que la casa entera corre peligro de derrumbarse ante la violencia de la llamada. Pero la verdad es que Dios nunca entra a saco, como un ladrón, sin haber recibido antes ‑desde dentro‑ permiso de entrada. Dios es infinitamente respetuoso con la libertad del hombre.

Por otra parte, casi nadie abre a la primera llamada. Casi todos tienen algo que hacer antes de abrir: Poner en orden las cosas, quitar el polvo que cubre la mesa y las sillas, adornar la estancia o barrer el suelo. Mientras tanto, el peregrino puede irse de largo, sin volver a llamar. San Agustín nos habla del tembloroso miedo que experimentaba, al pensar que Jesús podía pasar de largo junto a la puerta de su corazón. Y decía:"Timeo Iesum transeuntem". Temo que Jesús pase de largo.

    
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