Esperanza para Honduras: Tregua entre las dos maras más importantes del país.
“El martes a la mañana las pandillas van a hacer una declaración pública de una tregua entre ellas. Van a pedir perdón a la sociedad y pedirán diálogo al gobierno, buscan un diálogo con la policía para cambiar su modo de vida. Es el comienzo de una posible tregua”. Así de contundentemente se expresaba el pasado viernes el obispo de San Pedro Sula, Rómulo Emiliani. Después de más de dos décadas de una violencia absurda y extrema que ha asolado Honduras convirtiéndolo en el país más violento del planeta, la MS-13 (mara salvatrucha) y la Mara 18 anunciarán hoy martes una tregua similar a la que se dio en marzo del año pasado en El Salvador. La noticia es histórica para un país en el que cada año mueren miles de jóvenes bajo el sinsentido del asesinato convertido en forma de vida y camino de evasión. También lo es teniendo en cuenta que la propia existencia de las maras ha sido la excusa de los distintos gobiernos para desatar una violencia policial abusiva contra la población así como la militarización de determinados sectores como la Rivera Hernández, en San Pedro Sula.
Llama la atención las reivindicaciones que hacen los mareros al gobierno para que se dé esta tregua. Señalaba el mismo Emiliani que “vamos a empezar con la tregua entre las pandillas, pero para que dejen de cobrar impuesto de guerra hay que ofrecerles algo a cambio, es lo que le digo al gobierno, que tiene que dialogar, y para empezar, pongo encima de la mesa la situación de las cárceles, convertirlas en auténticos centros de rehabilitación”. Para Adam Blackwell, Embajador para asuntos de seguridad de la OEA, “no hay secretos, las condiciones en los centros penitenciarios de Honduras han sido infrahumanas y el sistema podría recuperar una oportunidad con esto para mejorar sus condiciones, que eso permitiese también rebajar la violencia en el país. Es fundamental en cualquier proceso de tregua que el sistema penitenciario se sanee, que mejore la situación de hacinamiento. Se trata a los privados de libertad como animales y eso nos lleva a que no haya rehabilitación ni reinserción de nadie”. En palabras de uno de los líderes de la mara 18, privado de libertad en el presidio de Tegucigalpa, “no podemos estudiar, por ejemplo, no nos permiten hacer deporte, no nos permiten acceder a las medicinas que necesitamos. A cambio podemos ofrecer la cooperación de nuestro barrio fuera, en la calle, que sea necesaria para un pacto, si se cumple, porque estamos de acuerdo en que hay demasiados muertos, demasiada violencia”.
No podemos olvidar que, por encima de todo, los que calificamos como mareros no son más que jóvenes, son chavales perdidos y tatuados, hijos de la miseria y de la violencia, social, estructural, física, que ellos mismos vivieron.
Como digo, llama la atención. Los mareros, estos jóvenes, conscientes de la situación de violencia que generan, cuando tienen la oportunidad de exigir al gobierno, piden que les dejen rehabilitarse, que se cumplan unos mínimos Derechos Humanos en las cárceles. Ningún privilegio, ningún indulto, sólo Derechos Humanos. No podemos olvidar el contexto en el que se da esta noticia. Hace apenas un año del terrible a la par que sospechoso y aún no resuelto incendio en el penal de Comayagua. Cientos de presos murieron calcinados antes la pasividad de los carceleros. La mayoría eran pertenecientes a maras. Este suceso es recurrente en la historia del país y acostumbra a coincidir, como ya apuntábamos en nuestro análisis, cuando gobierna el Partido Nacional. Ya pasó hace una década en el mismo presidio de San Pedro Sula desde donde hoy se anunciará la tregua. También hay que tener presente, para analizar este hecho histórico, que cada vez queda menos para las elecciones presidenciales en el país, las primeras a las que se presentará el partido surgido del Frente Nacional de Resistencia Popular como competencia al bipartidismo establecido. Los candidatos son conscientes de que la mayor preocupación de los ciudadanos es la violencia, pero muy por encima de ello, para lo que a sus intereses respecta, está el hecho de que también es la mayor preocupación para inversores extranjeros y turismo. Desde hace algunos meses, de hecho, los medios afines al gobierno intentan disimular, cuando no rebajar, los contundentes datos de violencia en el país.
Queda ahora por ver si esta tregua se traducirá en una disminución real de los asesinatos en el país. No se puede olvidar tampoco que las maras han servido de excusa histórica de los gobiernos para cualquier acto de violencia sospechoso. De hecho, está más que probado que tras el golpe de Estado de 2009 cayeron asesinados varios líderes de la Resistencia y sus familiares en una evidente guerra silenciosa achacándose estas muertes al “crimen común”. Que las maras generan un alto porcentaje de la violencia en el país es innegable, pero que en el caso de Honduras hay mucho más que rascar de fondo, también. A pesar del olvido internacional, es fundamental para entender la realidad el hecho de que el país centroamericano sigue bajo el gobierno golpista de Porfirio “Pepe” Lobo, heredero directo de Roberto Micheletti. Entre las dudas que ahora se abren, quizá la más grande sea: cuando las maras dejen de matar, ¿a quién achacará los muertos Pepe Lobo?
Sea como sea, y con todo, cuando hoy en el presidio de San Pedro Sula escenifiquen su tregua dos jóvenes tatuados y perdidos y pidan perdón públicamente por tanta muerte y tanto odio, algunos, mirando con esperanza a nuestra querida Honduras, nos emocionaremos.
Extraído del blog "El mundo de mañana"