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El pozo de Jacob XVIII

Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf -

Al buscar el fondo del Pozo de Jacob, agua fresca para llenar este dieciocho cantarillo, veo reflejada en la superficie del agua la imagen de la cara angustiada de un joven amigo. Recuerdo entonces la carta de varios folios que me escribió para expresar su desconcierto. Al no poder charlar tú a tú, por haberse trasladado a otra ciudad, acudió al servicio de Correos. Me decía: “Padre, no vea en esta carta un ataque, sino mi problema. Hasta ahora he mirado a la Iglesia como Santa, Apostólica y Romana, con veneración y cariño. Pero mis amigos de la universidad me han contados tantos escándalos financieros, sexuales y de ambición, que me dejan confundido y sin palabra. Después de años me he acordado de usted que con tanto cariño y paciencia me ayudó en mi adolescencia. Por eso le escribo.
 
A continuación mi joven amigo me contaba algunos de los casos que le habían contado. Y me añadía que por eso sus amigos se quitaban el sombrero ante Jesucristo, al que consideraban un “super estrella” y fuera de serie. Pero que de la Iglesia no querían saber nada..

Respuesta.

Como pueden suponer mis amigos ‘poceros”, carta larga  y confiada merecía larga respuesta. Le decía al joven desconcertado que todas esas historias, más o menos abultadas, y más, había en los veinte siglos de historia. Pero que todo eso no significaba que no fuera la Iglesia de Jesucristo. A través de los tiempos discípulos y discípulas han luchado por limpiar el rostro de la Iglesia, para que reflejara con claridad el rostro de Cristo. Sin embargo a pesar de las miserias y del pecado la Iglesia es y ha sido fiel al núcleo del mensaje evangélico, y ha cumplido el mandato de llevarlo a todas las gentes y darles el agua que salta hasta la vida eterna.

Con claridad lo confesó el premio Nóbel, católico., F. Mauriach:”No me entusiasman muchos capítulos de la Historia de la Iglesia, aún más, los abomino. Pero eso no me importa, porque a través de esos conductos manchados me ha llegado íntegro el tesoro de la Fe. Y me ha llegado la Palabra viva y eficaz: Tus pecados te son perdonados y mi alma ha quedado limpia. Y este es el Cuerpo de Cristo. Y lo he recibido y me ha fortalecido para caminar según las enseñanzas del que sólo Él, es Palabra de Vida Eterna.”

¿Iglesia no?

Diles a tus amigos que si de verdad están entusiasmados con Jesucristo, no pueden rechazar a la Iglesia, porque a Ella le deben el conocerle.

Los historiadores profanos apenas hacen una alusión al Profeta de Nazaret. . Flavio Josefo, en los año 93-.94 en “Antigüedades Judías” Y Tácito (años 115-120) en “Anales” sólo informan que “un cierto Cristo fue crucificado por Poncio Pilato, en tiempos del emperador Tiberio. Suetonio en la biografía del emperador Claudio (121) explica que fueron expulsados los judíos de Roma, porque eran instigados por un cierto ‘Cresto’. Por fin Plinio el Joven (111-113)  comenta que un gran número de personas se reúnen un día establecido, antes del alba, para cantar un himno a Cristo como Dios. (Cf. T.M.A. I )

Esto es todo lo que sabríamos de Jesucristo, el gran acontecimiento del amor de Dios a los hombres, por historiadores paganos.
    
A Jesús lo conocemos en la Iglesia y por la Iglesia

Después de la desbandada, los discípulos, sin duda, acudieron confundidos y avergonzados a la casa de Juan el discípulo amado, donde estaba la Madre. Ella supo calmar la angustia. Y pronto llega el impacto imponente que supone el encuentro con el Resucitado. Y lo que interesa señalar ahora, es que con un dinamismo  que venía del poder de la Resurrección, anuncian con ardor que Dios Padre le ha dado la razón y todo lo que hizo y enseñó es proyecto para una vida en plenitud.

Pero las generaciones de testigos pronto pasan y el Espíritu de Jesús inspira a unos hombres para que recojan por escrito el mensaje de Cristo y lo entreguen a los nuevos creyentes. Así nacen los Evangelios y los otros escritos del Nuevo Testamento. Evidentemente es esa Iglesia naciente la que nos da a conocer a Jesús de Nazaret, el Mesías, el Señor.

El cantarillo se va llenando tengo que reprimir tantas cosas que revolotean en la mente. Sólo diré para ser fiel a la historia que mi joven amigo hizo un viaje de cuatrocientos kilómetros para hablar largo y tendido. Y volvió con un amor renovado y más lúcido a la Iglesia santa y pecadora.

Pero debo concluir el tema con la autoridad del Papa Francisco, en su carta al director del diario “La Repubblica” –que ha tenido enorme resonancia- el 11 de este mes de Septiembre: “La fe para mí, nace de un encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que ha tocado mi corazón y ha dado una dirección y un nuevo sentido a mi existencia. Pero al mismo tiempo es un encuentro que fue posible gracias a la comunidad de fe en la que viví y gracias a la cual encontré el acceso a la sabiduría de la Sagrada Escritura, a la vida nueva que como agua brota de Jesús a través de los sacramentos, de la fraternidad con todos y del servicio a los pobres, imagen verdadera del Señor.”

La encíclica Lumen Fidei en sus números 38 al 40 explicita con profundidad esta necesaria presencia de la Iglesia. No la pasen por alto.

Los consejeros del Papa.

No me refiero a los ocho cardenales nombrados por el Papa Francisco. Me refiero al buen número que se han autonombrado ellos mismos para aconsejar al Papa lo que tiene que hacer a través de cartas abiertas o mensajes de grupos. Ruego a todos ellos que me permitan una sugerencia. Que me llega por el ingenio de un amigo.

Este escribía a un buen amigo suyo, pero tremendamente perezoso para contestar. Y tuvo la astucia de escribirle e incluir en la carta la respuesta que mi amigo esperaba. Ya sólo tenía que meterla en el sobre con la dirección ya escrita. Se me ocurre que en sus cartas de consejos al Papa le incluyan la respuesta, que seguro sería la que dio la M,. teresa de Calcuta al periodista que le preguntaba por los problemas de la Iglesia: “¡Usted y yo!

La mayor renovación de la Iglesia tiene que venir por medio de una fidelidad y entrega en el seguimiento de Jesús de todos y cada uno. También de los ultras de los cuatro puntos cardinales. Y de las personas que “han reavivado el don” (Cf. 2 Tim.) 2 saldrán estructuras totalmente entregadas a la Causa de Jesús. A ver pues cuantos se animan a escribirse esa carta comprometedora.

Y el cantarillo rebosa, pero no importa porque estamos en ello, para que agua fresca riegue las periferias y broten hermosas flores silvestres.

Al buscar el fondo del Pozo de Jacob, agua fresca para llenar este dieciocho cantarillo, veo reflejada en la superficie del agua la imagen de la cara angustiada de un joven amigo. Recuerdo entonces la carta de varios folios que me escribió para expresar su desconcierto. Al no poder charlar tú a tú, por haberse trasladado a otra ciudad, acudió al servicio de Correos. Me decía: “Padre, no vea en esta carta un ataque, sino mi problema. Hasta ahora he mirado a la Iglesia como Santa, Apostólica y Romana, con veneración y cariño. Pero mis amigos de la universidad me han contados tantos escándalos financieros, sexuales y de ambición, que me dejan confundido y sin palabra. Después de años me he acordado de usted que con tanto cariño y paciencia me ayudó en mi adolescencia. Por eso le escribo.
 
A continuación mi joven amigo me contaba algunos de los casos que le habían contado. Y me añadía que por eso sus amigos se quitaban el sombrero ante Jesucristo, al que consideraban un “super estrella” y fuera de serie. Pero que de la Iglesia no querían saber nada..

Respuesta.

Como pueden suponer mis amigos ‘poceros”, carta larga  y confiada merecía larga respuesta. Le decía al joven desconcertado que todas esas historias, más o menos abultadas, y más, había en los veinte siglos de historia. Pero que todo eso no significaba que no fuera la Iglesia de Jesucristo. A través de los tiempos discípulos y discípulas han luchado por limpiar el rostro de la Iglesia, para que reflejara con claridad el rostro de Cristo. Sin embargo a pesar de las miserias y del pecado la Iglesia es y ha sido fiel al núcleo del mensaje evangélico, y ha cumplido el mandato de llevarlo a todas las gentes y darles el agua que salta hasta la vida eterna.

Con claridad lo confesó el premio Nóbel, católico., F. Mauriach:”No me entusiasman muchos capítulos de la Historia de la Iglesia, aún más, los abomino. Pero eso no me importa, porque a través de esos conductos manchados me ha llegado íntegro el tesoro de la Fe. Y me ha llegado la Palabra viva y eficaz: Tus pecados te son perdonados y mi alma ha quedado limpia. Y este es el Cuerpo de Cristo. Y lo he recibido y me ha fortalecido para caminar según las enseñanzas del que sólo Él, es Palabra de Vida Eterna.”

¿Iglesia no?

Diles a tus amigos que si de verdad están entusiasmados con Jesucristo, no pueden rechazar a la Iglesia, porque a Ella le deben el conocerle.

Los historiadores profanos apenas hacen una alusión al Profeta de Nazaret. . Flavio Josefo, en los año 93-.94 en “Antigüedades Judías” Y Tácito (años 115-120) en “Anales” sólo informan que “un cierto Cristo fue crucificado por Poncio Pilato, en tiempos del emperador Tiberio. Suetonio en la biografía del emperador Claudio (121) explica que fueron expulsados los judíos de Roma, porque eran instigados por un cierto ‘Cresto’. Por fin Plinio el Joven (111-113)  comenta que un gran número de personas se reúnen un día establecido, antes del alba, para cantar un himno a Cristo como Dios. (Cf. T.M.A. I )

Esto es todo lo que sabríamos de Jesucristo, el gran acontecimiento del amor de Dios a los hombres, por historiadores paganos.
    
A Jesús lo conocemos en la Iglesia y por la Iglesia

Después de la desbandada, los discípulos, sin duda, acudieron confundidos y avergonzados a la casa de Juan el discípulo amado, donde estaba la Madre. Ella supo calmar la angustia. Y pronto llega el impacto imponente que supone el encuentro con el Resucitado. Y lo que interesa señalar ahora, es que con un dinamismo  que venía del poder de la Resurrección, anuncian con ardor que Dios Padre le ha dado la razón y todo lo que hizo y enseñó es proyecto para una vida en plenitud.

Pero las generaciones de testigos pronto pasan y el Espíritu de Jesús inspira a unos hombres para que recojan por escrito el mensaje de Cristo y lo entreguen a los nuevos creyentes. Así nacen los Evangelios y los otros escritos del Nuevo Testamento. Evidentemente es esa Iglesia naciente la que nos da a conocer a Jesús de Nazaret, el Mesías, el Señor.

El cantarillo se va llenando tengo que reprimir tantas cosas que revolotean en la mente. Sólo diré para ser fiel a la historia que mi joven amigo hizo un viaje de cuatrocientos kilómetros para hablar largo y tendido. Y volvió con un amor renovado y más lúcido a la Iglesia santa y pecadora.

Pero debo concluir el tema con la autoridad del Papa Francisco, en su carta al director del diario “La Repubblica” –que ha tenido enorme resonancia- el 11 de este mes de Septiembre: “La fe para mí, nace de un encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que ha tocado mi corazón y ha dado una dirección y un nuevo sentido a mi existencia. Pero al mismo tiempo es un encuentro que fue posible gracias a la comunidad de fe en la que viví y gracias a la cual encontré el acceso a la sabiduría de la Sagrada Escritura, a la vida nueva que como agua brota de Jesús a través de los sacramentos, de la fraternidad con todos y del servicio a los pobres, imagen verdadera del Señor.”

La encíclica Lumen Fidei en sus números 38 al 40 explicita con profundidad esta necesaria presencia de la Iglesia. No la pasen por alto.

Los consejeros del Papa.

No me refiero a los ocho cardenales nombrados por el Papa Francisco. Me refiero al buen número que se han autonombrado ellos mismos para aconsejar al Papa lo que tiene que hacer a través de cartas abiertas o mensajes de grupos. Ruego a todos ellos que me permitan una sugerencia. Que me llega por el ingenio de un amigo.

Este escribía a un buen amigo suyo, pero tremendamente perezoso para contestar. Y tuvo la astucia de escribirle e incluir en la carta la respuesta que mi amigo esperaba. Ya sólo tenía que meterla en el sobre con la dirección ya escrita. Se me ocurre que en sus cartas de consejos al Papa le incluyan la respuesta, que seguro sería la que dio la M,. teresa de Calcuta al periodista que le preguntaba por los problemas de la Iglesia: “¡Usted y yo!

La mayor renovación de la Iglesia tiene que venir por medio de una fidelidad y entrega en el seguimiento de Jesús de todos y cada uno. También de los ultras de los cuatro puntos cardinales. Y de las personas que “han reavivado el don” (Cf. 2 Tim.) 2 saldrán estructuras totalmente entregadas a la Causa de Jesús. A ver pues cuantos se animan a escribirse esa carta comprometedora.

Y el cantarillo rebosa, pero no importa porque estamos en ello, para que agua fresca riegue las periferias y broten hermosas flores silvestres.

    
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