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El Pozo de Jacob XVII

Alfredo María Pérez Oliver, cmf -

Un buen observador se ha dado cuenta de tantas planificaciones pastorales, organigramas y proyectos y sentenció: “La vida es aquello que sucede mientras tú estás haciendo planes.”  No se trata, pues de hacer propósitos y planes de convertirnos, sino de verdad con una “determinación muy determinada” que dice la Doctora de Ávila,  meternos en la Fragua del Corazón de María. De ahí el hierro frío, sale rusiente para poder ser moldeado y configurado con Cristo, enviado para anunciar la Buena Noticia. Que nos queme el fuego que Él vino a traer a la tierra.

Y este fuego da sed, pero este cantarillo en vez de calmarla, va a dar más sed: Sed de  conocer mejor a Jesús, para amarle más y seguirle más de cerca: “Jesús, puesto en pie ante la muchedumbre, afirmó solemnemente: Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba.” (Jn. 7,37)

El mayor bien.

Sin duda alguna que el mayor bien que podemos hacer al prójimo es posibilitarle un encuentro con Cristo Jesús. El mayor acontecimiento de nuestra vida es habernos encontrado con Jesús. Pero no podemos quedarnos felices acariciándonos el alma, sino como Felipe, después de ser encontrado y llamado por Jesús, se encuentra con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés…y del que hablaron también los profetas, es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret… ven y lo verás.” (Jn. 1,44-47)

El ateísmo en la cultura de hoy.

Los que hemos tenido la Gracia de saber que Jesús de Nazaret es el camino, la verdad y la vida, por gracia de Dios, no podemos observar, sin dolor,  como alrededor nuestro el personal se aleja de ese manantial  que rebosa vida y plenitud. Hoy, el hijo pródigo, es un colectivo inmenso que reclama todo su ser para derrocharlo lejos. Es como si le dijera a Dios Padre: “dame mi herencia”.  Y se va lejos del Padre a tierras extrañas porque allí  se cree que no llega la mirada de Dios. Ese Dios que ven como amenaza a su autonomía y felicidad.

Como el padre del pródigo, Dios deja llevarse la herencia y entra en silencio. ¡El silencio de Dios! Pero su corazón sigue pensando en esos hijos que destruyen y agotan la herencia, la malgastan con una vida desordenada. Dios Padre ¡siempre espera con los brazos abiertos! Espera que sientan el vacío y el hambre y se acuerden del amor y del pan que hay en la casa de su padre.

El nuevo evangelizador es distinto del hermano mayor.

El hermano mayor de la parábola del pródigo, se enfurece al saber la razón de la fiesta y  banquete que se encuentra en casa y le echa en cara a su padre esa fiesta con ese hijo tuyo que ha gastado todo con prostitutas. El padre le contesta y le hace notar que debería alegrarse porque tu hermano ha vuelto… el nueva evangelizador es distinto. Sufre con el Padre la ausencia y la lejanía de su hermano y pide con lágrimas la vuelta del desquiciado. Sufre por esta sociedad que se aleja todo lo que puede de Dios y hace todo lo posible para instalar una cultura centrada en la exaltación del yo, de la libertad sin límite para el placer. Busca ansiosamente el placer y no duda en aplastar y exprimir a los que se lo puedan proporcionar. Y claro para eso hay que negar la existencia de Dios.

El profundo y reciente libro de Fernando Sebastián cmf, arzobispo emérito, “La fe que nos salva” comenta con detallado análisis las distinta clases o raíces del Ateismo, que se sugieren en el Vaticano II.(Cf. G. et Sp. 19-21) Pero no olvida que el Concilio recuerda también que los cristianos puedan ser responsables del ateísmo de algunas personas: “…en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (G.et Sp. 19,c)

Dos lecciones interpelantes.

Con testimonios claros y contundentes se capta más y mejor la denuncia del Concilio de que muchos cristianos “han velado más que revelado el genuino rostro de Dios”.

La primera mujer que ganó el premio Nadal fue Carmen Laforet en 1944, con su novela “Nada”,  volvió a ser premiada , esta vez con el premio “Menorca” en 1.955, por su novela “La mujer nueva”, que según su propia confesión le costó verdadero esfuerzo, sacrificio y dolor sacarla a la luz. Con esta ocasión fue entrevistada por Ana Mª Escartín. Citaré lo que más interesa al tema que me ocupa:

- ¿Por qué lo hizo, Carmen?

- Porque debía un explicación al mundo. Yo antes no tenía fe. Ahora la tengo y he de demostrar que la tengo.

- Es una postura muy valiente.

- Puede ser. Pero el católico de veras está obligado a vivir siempre en católico. Es espectáculo del mundo que lo contempla. Y puede hacer tanto bien y tanto mal. Yo misma no he creído antes por la postura cómoda y negativa de muchos católicos. Me hacían dudar. La fe hay que demostrarla con obras.

- Por eso en su “Mujer Nueva” ¿hace una crítica social?

- Sí, por eso. Porque sé por experiencia lo que esas actitudes cómodas, pasivas, que quieren ser de católicos –pero que no lo son de hecho- desconciertan.

Para los lectores que no conocen la novela, les explico que se trata la historia de una conversión contada con gran luminosidad y claridad. Tiene tres partes. La primera cuenta, disimulada la realidad autobiográfica,  la vida de Paulina antes de su conversión, La segunda relata el momento de la conversión. La autora acierta de una manera maravillosa a describir la acción de la Gracia que inunda el alma y la colma de alegría. Una alegría y gozo que Paulina comunica al lector. Y la tercera parte hace vivir la lucha entre la mujer antigua y la nueva.

Su novela “Nada” es pesimista y retrata la inquietud de un alma sin Dios. Y el contraste es “La mujer nueva” que ofrece la serenidad y confianza de un alma que ha encontrado a Dios. Un gran acierto en presentar unos personajes muy humanos y muy reales.

La otra lección viene en el delicioso libro “Las grandes amistades” de Raisa Maritain. Nos cuenta como con su novio Jacques no encontraban sentido a una vida que mereciese vivirla. Si no encontraban, en un tiempo que se dieron de espera, el sentido de su vida, se la quitarían juntos. En ese lapso, por medio de Leon Bloy, encontraron a Jesucristo que les deslumbró. ¡Ahora sí que vamos a dar plenitud a nuestra vida!

Pero al empezar su catecumenado cayeron en la cuenta que al bautizarse formarían parte de un grupo que ante sus ojos eran mediocres, burgueses y sin ideales. Reaccionaros y se dijeron: Si hubiésemos encontrado un diamante encima de un montón de estiércol, no dejaríamos de cogerlo. Así que adelante. 

Después Raisa reconoce que se han encontrado con discípulos de Jesús estupendos y comprometidos de verdad. Y por eso confiesa su error. Pero lo manifiesto –dice-para explicar los sentimientos que se fueron sucediendo en nuestro caminar detrás de Jesús para darle alcance. Sin embargo el rejón lo dejó clavado en las páginas del libro.

Y esta vez sí que las aguas se escapan porque no caben en el cantarillo. Pero dejo que rieguen la cuneta de nuestro camino para que broten hermosas flores silvestres.

    
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