El Pozo de Jacob (XVI)
El cantarillo anterior aún está sin acabar de beber, me dicen. Beberlo poco a poco, con cuidado para que no se pierda ni una gota. Recuerdo que era una fuerte llamada al encuentro personal con Cristo en la participación Eucarística. Ahora la Encíclica “La luz de la Fe” (Lumen Fidei), me sugiere un complemento muy importante para captar todo nuestra realidad cristiana. La cita es larga, pero imprescindible:
“El creyente aprende a verse a sí mismo a partir de la fe que profesa: la figura de Cristo es el espejo en el que descubre su propia imagen realizada. Y como Cristo abraza en sí a todos los creyentes, que forman su cuerpo, el cristiano se comprende a sí mismo dentro de este cuerpo, en relación originaria con Cristo y con los hermanos en la fe. La imagen del cuerpo no pretende reducir al creyente a una simple parte de un todo anónimo, a mera pieza de un engranaje, sino que subraya más bien la unión vital de Cristo con los creyentes y de todos los creyentes entre sí(Cf. Rom. 12,4-5). Los cristianos son ’uno’ sin perder su individualidad, y en el servicio a los demás cada uno alcanza hasta el fondo su propio ser.” (L.F.22)
La parábola de Menenio Agripa..
Este Cónsul romano del siglo V (a. d. C., ) fue enviado por el Senado para tratar con los alborotados plebeyos. Consiguió apaciguar la tensión y logró un acuerdo entre los patricios y plebeyos. El núcleo de su discurso estaba en esta parábola: En un tiempo remoto en el que los miembros del cuerpo tenían personalidad y pensamiento propio surgió una protesta contra el estómago porque se aprovechaba del trabajo de los demás. Y decidieron hacer huelga: los pies ya no irían por el alimento, las manos no lo manipularían, los dientes no los masticarían. Al cabo de dos días notaron gran debilidad y comprendieron que el estómago que parecía pasivo, tenía también su actividad facilitando la digestión y asimilación que luego llegaría a los demás miembros para darles la energía necesaria.
Es remotamente probable que esta ingeniosa invención inspirase a Pablo Apóstol, para enseñar que los cristianos somos miembros de un cuerpo unido a la Cabeza que es Cristo. Como dice el texto arriba citado no somos una mera pieza de un engranaje.
Para comprender aún más esta comparación es oportuno caer en la cuenta de que en el cuerpo puede haber miembros cuantitativos o sea grasa acumulada y miembros cualitativos o funcionales que hacen en conjunto el cuerpo útil y sano.
Diferencia
El cuantitativo es obesidad que es lastre y hay que purificar. El cualitativo es el que contribuye al funcionamiento sano de la persona. Es importante esta comparación porque los miembros de Cristo somos cualitativos y por tanto el funcionamiento sano es importante para el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Una historia lo aclarará aún más. Un joven universitario buen cristiano, arrollado por el ambiente y las invitaciones de sus compañeros a pasarlo “en grande”, según su deteriorada voluntad, acaba por acobardarse y acude a su Director Espiritual: ¡Padre, no puedo más! M voy a dejar llevar de la corriente y no sé lo que será de mí.
La respuesta fue ésta: “Mi amigo, si ahora te dejas arrastrar por el pecado serás un miembro paralítico del Cuerpo de Cristo, un miembro infectado de virus. Si sólo fueras tú el que se pudre, allá tu responsabilidad sobre tu vida… pero, amigo mío, esa podredumbre tendrá repercusión en todo los miembros…como los pulmones tuberculosos debilitan e incapacitan para el trabajo. Tu pecado nos hará daño a todos…y le cogió los brazos con fuerza: “¡Por Dios y por la Virgen, no nos hagas este daño!”
El joven puso su cabeza en el hombro del sacerdote y con lágrimas en los ojos, susurró entrecortado: Le juro que no lo haré. ¡Padre, ayúdeme!
Y superó la situación con un nuevo impulso en su fidelidad a Cristo Jesús.
También Bernanos
El famoso novelista se hace eco de esta doctrina en su conocido “Diario de un cura rural”: “Las semillas del bien y del mal vuelan por todas partes, dijo el cura. La gran diferencia está en que la justicia de los hombres interviene siempre demasiado tarde: reprime o marchita los actos, sin poder remontarse más alto ni más lejos que el que los ha cometido. Pero nuestras faltas ocultas envenenan el aire que otros respiran, y determinado crimen, del que un miserable lleva el germen sin saberlo, jamás hubiera hecho madurar su fruto sin este principio de corrupción.
-Esos son locuras, simples locuras, sueños malsanos –interrumpió la condesa-(estaba lívida). Si se pensara en esas cosas, no se podría vivir.
-Lo creo, señora, creo que si Dios diera una idea clara de la solidaridad que nos une a los demás, para el bien o para el mal, no podríamos efectivamente seguir viviendo.”
Jesucristo sí, Iglesia también.
Necesariamente debo retirar las ideas que aún querría insistir, porque el espacio que queda hay que darlo a otra palabra mucho más importante:
“Se entiende entonces por qué fuera de este cuerpo, de esta unidad de la Iglesia en Cristo, de esta Iglesia que –según la expresión de R. Guardini- ‘es la portadora histórica de la visión integral de Cristo sobre el mundo’, la fe pierde su ‘medida’, ya no encuentra su equilibrio, el espacio necesario para sostenerse. La fe tiene una configuración necesariamente eclesial, se confiesa dentro del Cuerpo de Cristo, como comunión real de los creyentes. Desde este ámbito eclesial, abre al cristino individual a todos los hombres. La Palabra de Cristo, una vez escuchada y por su propio dinamismo, en el cristiano se transforma en respuesta, y se convierte en palabra pronunciada, en confesión de fe. (L.F.22)
Pensaba explicar, ‘a mi manera’ este misterio del Cuerpo Místico de Cristo, y llenar de aguas de mi pozo, mi pobre cantarillo. Pero me he encontrado con aguas de tanta calidad en otros cántaros que me siento obligado a ofrecerlos en directo. ¿Dónde buscará el agua el próximo Pozo? Dependerá, quizá, si hay alguna pregunta o comentario que manifiesten deseos de beber aguas que den más sed y que ayuden a desear más un profundo conocimiento del Misterio y sobre todo una experiencia creciente del Misterio.