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El pozo de Jacob XIII

Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf -

Resulta que he dejado mi tarea de sacar agua del pozo para llenar el décimo tercer cantarillo, por que me reclamaban otras tareas evangelizadoras y al volver, como ocurrió con los apóstoles, me encuentro a Jesús sentado junto al brocal del pozo, que ha olvidado su fatiga para atender a la mujer samaritana. No se esperaba esa mujer “disipada” –por decirlo suave- que le hablase aquél hombre judío. El recuerdo de la conversación, ejemplo de arte evangelizador, me hace comprender este pasaje evangélico. Jesús tiene sus preferencias.

Así enlazo con las cualidades del talante del Profeta Nazareno que estoy desgranando y puedo añadir otra que es evidente.

Jesús amigo de los pobres y marginados.

Soslayo el tema de la teología de la liberación que impulsó, con extremos inadmisibles, la obligación de la Iglesia de Jesús de llevar las pobres la Buena Nueva (Cf.Lc.4,16-19), y presento este texto de la Exhortación Apostólica “Vida Consagrada” que interpela con fuerza. Leerla despacio porque no se puede perder ni una coma:

Haciendo propia la misión del Señor, la Iglesia anuncia el Evangelio a todos los hombre y mujeres, para su salvación integral. Pero se dirige con una atención especial, con un auténtica “opción preferencial”, a quienes se encuentran en una situación de mayor debilidad y, por tanto, de más grave necesidad. ‘Pobres’, en las múltiples dimensiones de la pobreza, son los oprimidos, los marginados, los ancianos, los enfermos, los pequeños y cuantos son considerados y tratados, como lo últimos de la sociedad.

La opción por los pobres es inherente a la dinámica misma del amor vivido según Cristo. A ella están pues obligados todos los discípulos de Cristo, no obstante, aquellos que quieren seguir al señor más de cerca, imitando sus actitudes, deben sentirse implicados en ella de una manera del todo singular.”” (V.C.82)

Jesús al hacer esta opción por los últimos, presenta el distintivo de su misión. No hay que buscar mucho para encontrar la justificación de lo que acabo de afirmar. Él mismo así lo declara a los enviados de Juan Bautista para asegurarse si realmente es el Mesías: “Id y contadle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y dichoso el que no encuentre en mí motivo de tropiezo.”” (Mt.11, 2-6)

Los evangelios están plagados de esta manera de actuar del Señor Jesús. Además sus colaboradores más íntimos que desea preparar para que sean las columnas de su Iglesia, no va a buscarlos entres los poderosos fariseos, saduceos y sacerdotes del Templo. Ahí está el publicano Mateo como símbolo. Y los trabajadores del mar. Gente sencilla que no sabían hablar, pero sabían captar la fragancia inmensa que brotaba del Corazón del Nazareno. Y se dejaros seducir sin reticencias. Muy al contrario los que sabían hablar de la ley y orgullosos despreciaban a los pecadores e ignorantes.

Me viene a la memoria un cuento de Tony de Mello:

“” Los discípulos estaba enzarzados en una discusión sobre la sentencia de Lao Tse: ‘Los que saben no hablan, los que hablan no saben’.

Cuando el Maestro entró donde estaban, le preguntaron el significado exacto de aquellas palabras. El Maestro les dijo: ¿Quién de vosotros conocen la fragancia de la rosa?

Todos la conocían. Y entonces les dijo: Expresadlo con palabras.

Y todos guardaron silencio.

Jesús es la revolución de las revoluciones

El fariseo Nicodemo, hombre que busca la verdad, toma sus precauciones para que sus colegas, no sepan que visita al Profeta nazareno y lo visita de noche. Jesús comprende y no tiene reparo en recibirlo a solas y de noche. Pero nuca imaginó lo que iba a tener que oír. El ilustrado fariseo comienza con una alabanza: “Sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos…” Pero Jesús cambia de tercio y sin paliativos le responde con una afirmación inaudita: “Yo te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios.”

El desconcierto es total. Invito a los que van beber el agua de este cantarillo, que lean todo el capítulo tercero de san Juan. Y lo mediten, porque la experiencia me ha confirmado que no es conocido por el personal. Permitidme una anécdota.

Un joven trabajador me dice que desea hablar conmigo, pero que su trabajo no le da espacio durante el día. No hay problema, porque deseo imitar a Jesús y como Él, también recibo de noche.

-¿Sabes a quien Jesucristo, recibió de noche?

- Jo, Padre. Esa es la pregunta del millón.

Y esta historia se repite.

Pero volvamos al tema. Para comprender y entrar en el Reino de Dios hace falta esa revolución que obliga a nacer de nuevo. Es algo tan inesperado que escandaliza a los judíos y es locura para los sabios de Grecia. Pero el enviado del Padre, tiene que ser fiel a su misión sin rebajar un milímetro. E insiste en ello: “No se puede poner un remiendo nuevo en un paño viejo… ni se pone vino nuevo en odres viejos.”(Mt.9,16-17)

Hay que despojarse del hombre viejo dirá el autor de la carta a los Efesios

Dicho de otra manera: El Evangelio es subversivo.

Me contaba el Obispo claretiano, Casaldálíga, en San Félix de Araguaia, que por defender a los “poseiros” despojados de sus tierras y a los peones explotados por el latifundio, la policía hizo un registro en la casa de los misioneros. En la pequeña biblioteca buscaban libros revolucionarios. Y no encontraban. Pero entonces les facilitó la tarea y tomado un libro de los evangelios, les dijo: “Aquí tiene lo que buscan. Éste es el libro más revolucionario de la historia.”

Por algo les dijo el Papa Francisco a los jóvenes confirmados por él, en el pasado Pentecostés: “Sed valientes. Tenéis que ir contra corriente.”

    
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