El petróleo es una maldición
En el capítulo 11 del evangelio de san Juan, encontramos el relato de la muerte de Lázaro y el dolor de sus hermanas Marta y María. El evangelio también nos cuenta que Jesús lloró aunque sabía que le iba a devolver a la vida. Cuando Jesús vio el dolor de María, “se estremeció por dentro”. De hecho, en unas pocas líneas se repite esta expresión dos veces.
La semana pasada esta frase adquirió un nuevo significado para mí. Viajé a la región de Abyei en Sudán del Sur a petición del párroco, el padre Biong. El padre Biong es un Dinka, un hombre grande de ojos brillantes, un joven sacerdote comprometido en ayudar a su pueblo. Esos mismos ojos se llenaron brevemente de lágrimas al recordar los horrores de ser testigo de la huida de su pueblo de la devastación y destrucción que se les infligió. El padre Biong se “estremeció por dentro” y de hecho, visitar a su gente fue algo que para mí también fue muy estremecedor. Estas personas, víctimas de la guerra, desplazadas 30km desde Abyei a Agok, están viviendo en unas circunstancias realmente pobres.
Abyei es rica en petróleo pero es un territorio disputado en el norte de Sudán del Sur. Aunque la mayor parte del Sur ha disfrutado de relativa autonomía y paz desde que se firmó en 2005 el Acuerdo de Paz, Abyei ha sido destruida dos veces, primero en 2008 y de nuevo en 2011 cuando la destrucción fue prácticamente total. La gente ha sido empujada a abandonar su tierra que es ahora patrullada por una fuerza de las Naciones Unidas Etíopes. El padre Biong describe cómo vio muchos cuerpos muertos que eran imposibles de identificar. Los cuerpos estaban cubiertos con una sustancia blanca, clara evidencia de haber sido víctimas de armas químicas.
El padre Biong me llevó a conocer al Director de Educación, al director de UNICEF en Abyei, al Ministro de Agricultura que es también Vicegobernador, y al Gobernador de la región de Abyei. El Gobernador vive en un tukul en un recinto muy pequeño. El Vicegobernador vive al lado en otro tukul. Nos sentamos con el Gobernador durante una hora en su “oficina”: ¡sillas de plástico alrededor de una mesa de plástico bajo el cielo azul! A la mañana siguiente, mientras conducía, paró y salió del coche a saludarnos. Al contrario que la mayoría de los “grandes hombres” que he visto en otras partes de Sudán del Sur, éste no iba con una procesión de coches, ni con escolta armada, simplemente el vehículo en el que viajaba. La región tiene muy pocos recursos y él no es un hombre que vaya a derrocharlos.
El Gobernador dijo con bastante rotundidad: “El petróleo es una maldición. Se lo pueden quedar. No recibimos ningún beneficio de él”. Su sentido deseo es simplemente que la gente vuelva a tener su tierra, el país fértil de sus ancestros del que han sido expulsados por otros que se pelean por la riqueza del petróleo subterráneo. El Gobernador vino el año pasado con el padre Biong a conocer al padre Joseph y a mí en Juba y a pedirnos ayuda en educación y salud. La hermana Dorothy Dickson, la Directora de nuestro Instituto de Formación en Salud en Wau, visitó Agok a finales del año pasado y ahora tenemos dos estudiantes matriculados en el programa de formación de enfermeras en Wau. Yo llevé conmigo la buena noticia de haber recibido el dinero suficiente de Canadá para becar a dos mujeres en su formación como profesoras en nuestro primer programa de formación que comenzaba en Yambio el 12 de marzo.
Al lado de los tukuls, que son como el presbiterio del padre Biong, y la zona delimitada a cielo abierto que es su principal Iglesia, una de las 28 capillas en su parroquia, está el colegio de primaria de la parroquia principal. El colegio tiene 2200 alumnos, casi ningún pupitre, sólo 100 sillas, pizarras pequeñas portátiles y la mayoría de los refugios que hacen las veces de clases tienen el techo de cañas, que aíslan del sol pero no de la lluvia. Cuando llueve, los alumnos no se pueden sentar. UNICEF ha traído también tiendas que sirven como clases. Unos 200 metros más allá está el colegio de los Combonianos, otro colegio católico con 1200 alumnos desplazados desde Abyei.
Mucha gente de aquí no vive en tukuls sino en rakubas temporales, refugios con paredes de caña y lonas sobre el tejado, si tienen suerte. Los principales idiomas son el árabe y el dinka. Vamos a ofrecer un curso de inglés intensivo de nueve semanas a noventa profesores este año y comenzaremos el programa de formación para profesores en activo de cuatro años de duración en 2013. Tendremos que encontrar los fondos para financiar todo esto pero este es un lugar donde el evangelio nos llama a estar.