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'El pais de las cebras' - Intentado comprender a China (II)

José Cristo Rey Gª Paredes, cmf -

La fiebre cultural y Tiannamen

    Estas reformas de 1980 desataron un proceso de cambio social que fue más allá de la economía. Los chinos lo llaman “fiebre cultural”, que les llevaba a abandonar los lazos con una sociedad tradicio nal, que impedía la modernización.

    La fiebre cultural tomó un rumbo inesperado en la manifestación de la plaza de Tiananmen en 1989.

    Todo empezó con motivo de las honras fúnebres  del anterior secretario general del par tido comunista Hu Yaobang, a quien Den Xiaoping había encomendado la reforma económica. Había fallecido el 15 de abril de 1989. Con ese motivo se congregaron a 200.000 personas en Pekín y ese fue el detonante de las masivas manifestaciones que convulsionaron al país en las semanas siguientes. Se trataba de una protesta en favor de la reforma política, los derechos de los obreros y el final de la corrupción polí tica. Esa demostración popular fue abruptamente reprimida  por los soldados y los tanques el 4 de junio de 1989.

    Wang Hui -en un importante ensayo que escribió retrospectivamente desde el destierro en 1997 sobre el significado de 1989- dice que había dos agendas en la plaza:

  • un grupo quería el bienestar social y la protección del mercado;
  • otro quería la democratización y la protección contra el estado comunista.
  • Si las protestas fueron en dos direcciones, también la represión. No solamente se acalló la petición de democracia también la petición de mayor igual dad.

    Después del derramamiento de sangre los reformadores se dividieron en dos direcciones:

  • la “nueva derecha” liderada por pensadores como Zhan Weiying –mercado libre-,
  • y la “nueva izquierda” liderada por autores como Wang Hui, que enfatizaban en la igualdad y democracia política.

    Para  Wang Hui los tanques pul verizaron el esperanzado florecimiento intelectual de los años 1980 e impulsaron  más todavía el fundamentalismo del mercado. Esto creó una situación irónica: los economistas de la derecha se vieron muy beneficiados. El gobierno sin embargo silenció las voces críticas de la izquierda.

Hacia un pensamiento propio

    Muy sutilmente, un pensador nacionalista chino, Wang Xiaodong,  afirmó durante una conferencia pronunciada el 7 de febrero de 2005 en la “London School of Economics”, que esa atracción por realizar el sueño americano se debía a una especie “racismo revertido”, es decir  odio a la propia raza.

    China ha de pensar por sí misma y debe situarse en una modernidad alternativa. Estas ideas están influyendo ya, ahora que el crecimiento económico le da a China una nueva autoconfianza.

    Pensadores como Cui Zhiyuan -profesor en la universidad Tsinghua en Pekín- defiende que la China actual ha de liberarse no solo del maoísmo –pensamiento marxista-leninista- sino también de la excesiva admiración por el capitalismo occidental y aportar por una seria “liberación o emancipación del pensamiento” (Cui Zhiyuan, Second Liberation of thought, Oxford University Press, Hong Kong 1997).Los pensadores chinos tratan de independizar su pensamiento y están desarrollando el suyo propio. No quieren importar la idea de modernidad; pretenden crear la suya propia. Para ello, el científico político Gang Yang –en una conferencia tenida en la universidad de Tsinghua en Pekín- propuso que se integraran tres momentos históricos aparentemente irreconciliables en la historia de China china: entre la era de la reforma (los últimos 30 años, que han puesto el “mer cado en el centro” y conceptos como libertad y de rechos), la tradición de la era Mao Tse Tung (con el intento de procurar la igualdad y la justicia) y la tradición milenaria de la  cultura con fucionista.

    La nueva izquierda sostiene que el modelo de desarrollo de China es insostenible, porque los bienes y servicios que el resto del mundo pueda comprar tiene un límite. China necesita comenzar a consumir más de sus productos. Necesita gastar más y ahorrar menos. Pero también sostiene que China consumirá más cuando los ciudadanos se sientan más seguros: falta seguridad ante la enfermedad, ante el desempleo. Han de ahorrar para el futuro. La “nueva izquierda” defiende que solo un gobierno central revitalizado puede proveer la seguridad social que de confianza a los chinos para que consuman. Sus peticiones no cayeron en oídos sordos.

    Por eso, Hu Jintao -actual presidente de la república popular china-  y Wen Jiabao -primer ministro- se propusieron reconstruir el estado de bienestar chino. La nueva izquierda de China se preocupa mucho sobre la contaminación ambiental, que está siendo excesiva y enormemente amenazante,

    Las dos líneas ideologías (derecha e izquierda) se necesitan mutuamente para definirse y equilibrarse. Hu Jintao –actual presidente de China- y Wen Jiabao publicaron su anteproyecto “11th Five Year Plan” para una sociedad harmoniosa. Este informe estaba basado en la investigación de docenas de equipos de oficiales del partido enviado a examinar la política social en Europa, en USA, en Latino América, en Asia del Este y en África.

    El primer ministro Wen Jibao pidió la investigación a más de 100 instituciones académicas, implicando en ellas a oficiales de cada rama de los gobiernos centrales y locales. Este informe marca un claro salto en la forma cómo el país piensa sobre su futuro económico. Por primera vez se piensa que no ha de ser el crecimiento económico el objetivo máximo. Los líderes chinos piensan que lo importante es poner al pueblo antes y respetar el medio ambiente.

    La nueva izquierda desea reemplazar el capitalismo importando por una filosofía propia:

“Tenemos que encontrar un camino alternativo. Esta es la gran misión de nuestra generación”.


    Y los barones del partido comunista comienzan a abrirse a las nuevas ideas, de modo que la nueva izquierda comienza a sentirse en casa propia.

    Los pensadores en China son tenidos en cuenta. No hay  partidos políticos, sindicatos, asociaciones de trabajadores,  ni opinión pública, ni medios de comunicación; se mantiene una política de armonía y no confrontación. Ahí es donde los intelectuales tienen campo abierto dentro del sistema. Ellos vehiculan las ansias de los trabajadores, de los diversos grupos y ofrecen alternativas y mejoras. Los debates intelectuales se han convertido en parte del proceso político y en requisito imprescindible para la toma de decisiones.

¿Democracia?

    ¿Será la democracia liberal el modelo adecuado para China a largo plazo? ¿Habrán de ser superadas las naciones-estado y dar lugar a las fuerzas no-estatales de la globalización? Son estas las preguntas que Mark Leonard se hace en su libro cuando en diversos lugares aborda el tema de la democracia en China. Creo que sus constataciones y juicios son acertados, a pesar de que en Occidente se recele mucho del estado chino.

    En China la universalización de la democracia liberal occidental se ha atascado. El estado chino, con una quinta parte de la populación mundial, no está abierto a ella. Para China la democracia liberal no es un dogma, ni una religión. A largo plazo, podría llegar la democracia a la China del partido único; pero a medio plazo no ha visos de ello; el régimen se desarrolla utilizando sofisticadas técnicas que prolonga su supervivencia y tamizan descontentos.

    El gobierno chino es, en cierta medida, su más severo crítico. Constantemente comisiona y busca sus debilidades.  El gobierno chino recaba mucha información para mejorar sus prácticas y toma consejo de autocracias y democracias. China ha cambiado los términos del debate sobre la globalización probando que regímenes autoritarios pueden  lograr crecimiento económico. En el futuro, su modelo de dictadura deliberativa podrá probar que un estado monopartidista también puede dar estabilidad.

    Wang Hui escribe:

“nosotros no podemos contar con un estado según el modelo germánico o nórdico. Tenemos un país tan grande que el aparato estatal tendría que ser enorme para poder atender tal tipo de bienestar. Por eso, necesitamos una innovación institucional”.


    Esa innovación institucional tiene que ver con la sanidad de bajo coste (Wang Shaoguang -político economista)  con el capital socialzado y la reforma del derecho de propiedad contando con los trabajadores (Cui Zhiyuan -político teórico) y con el desarrollo verde (Hu Angang -economista).

“Ocultar el brillo, alimentar la Oscuridad” ¿China superpotencia?

    La gente de China está orgullosa de su país, pues su historia se lo permite. China fue superpotencia varias veces en su historia más que bimilenaria; en 1820, 20 años antes de la guerra del opio, China tenía el 30%  del producto nacional bruto del mundo. China piensa que no ser reconocida como tal en el concierto de las naciones es un  error histórico que hay que corregir (Yan Xuetong, The Rise of China in Chinese Eyes).

    Por eso, ahora China se centra en el poder nacional y en el deseo de sentirse soberana ante las fuerzas económicas globales, tanto empresas, grupos de individuos. Y ahí está el elemento revolucionario de la visión china del mundo.

    Para China el poder no es solo económico: también quiere el poder político, el militar e incluso pretende ejercer el poderío de la atracción cultural. Los académicos chinos hablan de la necesidad de un perfil equilibrado del poder. Y utilizando la imagen del Ying – Yang, dicen que “el  Ying del poder económico ha de estar equilibrado con el Yang del poder militar, política y moral”.

    China no quiere aparecer como un peligro para el mundo. Por eso, sus políticos utilizan la modestia en su lenguaje. Mantienen el slogan de Deng Xiaoping: “ocultar el brillo, alimentar la oscuridad” (tao guang yang hui).

    Para los chinos es importante la idea del “poder blando” (soft power) de Occidente: es decir, el atractivo de empresas como McDonald y Levi. Y así quieren ejercer en el mundo su atracción. También es importante la idea del “multilateralismo” para evitar la disolución de la soberanía nacional a favor de instituciones supranacionales, como la Unión Europea; el “multilateralismo” le permite a China desarrollar lazos con otros países de Asia. También es importante la idea de “guerra asimétrica” –acuñada para describir las tácticas de la guerrilla en grupos como los Viet Cong o al-Qaeda-. Pero China lo aplica a la guerra industrial, a los mercados financierons y a las leyes internacionales.

¿Hacia dónde se dirige China?

    Cuando uno se pregunta ¿qué será de China? Mark Leonard encuentra dos posibles caminos, que los pensadores chinos están diseñando:

  • Los institucionalistas liberales (Zhen Bijian o Qin Yaqing) piensan que China está otra vez en el concierto de las naciones y se está adaptando gradualmente a las normas globales y está contribuyendo al orden mundial. Mientras Mao Tse Tung únicamente slaió al exterior dos veces y a Moscú (1950 y 1957), Ju Jintao, actual presidente, visita y se reúne con innumerables países por todo el planeta. China se está implicando cada vez más en los problemas del planeta.
  • Por otra parte, los neo-comms (Yan Xuetong) admiten abiertamente que ellos están usando el pensamiento moderno para ayudar a China a hacer realidad sus antiguos sueños. Quieren que China sea una gran potencia, creando un orden a su imagen, pero no por la fuerza, sino por la capacidad de atracción y seducción.  China ha de atraer no solo por su poderío económico, sino también por los valores que propone al mundo, por su poder moral.

    Los chinos saben que si Estados Unidos se hundiera y declinara como potencia mundial, ellos se habrían de preguntar:

  • ¿qué hacer para que evitar el declive inmediato de Estados Unidos?
  • ¿Qué ocurrirá en el mundo cuando Norteamérica se derrumbe?
  • ¿Podrá ser sustituida adecuadamente por China, por la Unión Europea, por Japón, por Rusia?

    La solución sería ir reemplazando los caballos por cebras. Ayudar a América a bien morir, de modo que colabore con otras naciones antes de caer.

    Es muy probable que a lo largo de estas notas no haya sido capaz de captar todos los matices y apreciaciones de un experto como Mark Leonard en su libro, de todas formas creo que el juicio ponderado y bien fundamentado que ofrece merece un serio agradecimiento. Mark Leonard se ha convertido en mediador de un nuevo diálogo, más allá de las sospechas y recelos que todavía se ciernen sobre nosotros, occidentales. Solo a partir de aquí me atrevo a añadir mis propias reflexiones -como teólogo- respecto al futuro de la misión en China.

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