'El pais de las cebras' - Intentado comprender a China (I)
¿Está China dejada de las manos de Dios, o en las manos de Dios? ¿Podemos colaborar con el Espíritu Santo en su misteriosa tarea misionera?
¿Qué piensa China?
Sería muy presuntuoso, por mi parte, querer informar sobre una realidad tan inmensa de primera mano, querer juzgar lo que aquí acontece, y que por otra parte, me es tan inaccesible. Por eso, mi única pretensión en estas reflexiones consiste en exponer las notas que he ido tomando mientras leía un interesantísimo libro de no muchas páginas, escrito por Mark Leonard, un británico, director de política exterior de Inglaterra y que se titula “¿Qué piensa China? (“What does China think?, Fourth State) y que fue publicado en Londres el pasado año 2008.
En Occidente somos casi analfabetos respecto a China. ¿Cuántos nombres podríamos ahora mismo recordar de personajes chinos importantes, de pensadores? Probablemente no llegábamos a la decena. Estamos acostumbrados a contar la historia sin contar con China. Ni siquiera en la Biblia se habla de China.
China existe desde hace muchísimo tiempo. Fue un gran imperio con un glorioso pasado. No solo existieron los griegos, los fenicios, los egipcios, los imperios europeos, los norte- y sudamericanos… también ¡China!
Hay quien dice que antes del 2050 China habrá superado a Estados Unidos como mayor potencia económica mundial. Ingenuamente no pocos creen que ese desarrollo económico llevará a China a parecerse cada vez más a Estados Unidos, o a la Unión Europea. Pero ¿serán las cosas así?
Hay serios motivos para dudarlo. China no quiere repetir otros modelos, sino pensar por sí misma. Lo demuestran los hechos. No quiere renunciar a sus ancestrales tradiciones, ni a su historia; pero tampoco quiere aislarse y oponerse totalmente a este mundo. A esa inmensa comunidad humana, que consta de casi 1.320 millones de personas, se le abren muchas posibilidades. El crecimiento se produce siempre en la confluencia de muchos factores: el pensamiento, la capacidad innovadora y creativa; pero también la moralidad, la capacidad de seducción y de diálogo. Crecer en el mundo actual no es posible sin crear una inmensa red de correlaciones e interacciones.
Por eso, nos podemos preguntar si la emergencia de China como gran potencia mundial cambiará el rostro de nuestro planeta, si influirá en el proceso incontenible de la globalización y la planetización. No pocos países acogen con simpatía el crecimiento económico de China, pero ¿quién se imagina qué tipo de influencia podría ejercer en el ámbito del pensamiento, de las costumbres, de la política, de la cultura, de la religión? ¿Qué ocurrirá si China modela este mundo “a su imagen”? ¿Si ella cambiara el modelo de globalización que ahora se está imponiendo?
La emergencia de esta nueva potencia nos obligaría a cambiar el sistema operativo y a reformatear el disco duro. El orden mundial sería otro.
La verdad es que China está comenzando a pensar por sí misma. Y no pocas nacio nes de la tierra se sienten atraídas por el modelo que ella propone y quieren imitarlo.
La “Academia china de las Ciencias sociales” de Pekín es la máxima institución académica china en el ámbito de la filosofía y de las ciencias sociales. Cuenta con 50 centros de investigación que cubren 260 disciplinas y subdisciplinas y con 4.000 investigadores a tiempo pleno. Pero esta institución no es la única dedicada a la investigación. Hay 12 instituciones más dedicadas a la investigación en diversos frentes. Lo que significa que en la China actual hay todo un mundo de intelectuales, pensadores (think tankers) y activis tas que nos resulta inaccesible y que probablemente desarrollarán un pensamiento poderoso. En cambio, en la Unión Europea los “think tankers” apenas sobrepasan el millar y en Estados Unidos los 10.000. China prepara su futuro con miles y miles de pensadores e investigadores.
Dictadura de los Economistas
Después de la era de Mao Tse Tung (Mao Zedong) que dirigió China desde el 1969 hasta el 1976, el país comenzó a salir muy lentamente del caos de la revolución cultural. Del culto a Mao se pasó al culto a los Estados Unidos de América.
Deng Xiaoping se convirtió en 1977 en el nuevo «hombre fuerte» de China; inició «cuatro modernizaciones» (agrícola, industrial, científico-técnica y de defensa). Liberalizó la economía china abriendo espacios para la iniciativa privada y para la inversión extranjera. Estados Unidos impuso su filosofía del mercado, sus reglas para el desa rrollo económico. China se lanzó a realizar el “sueño americano” como su máximo ideal (Yu Keping). Entraron en China las empresas norteamericanas Starbucks, McDonald, KFC. China se acomodó a las reglas de un mundo globalizado configurado por el capital y el poder militar americano.
Ha habido sociólogos y filósofos chinos que han denominado a esta etapa, promovida por Deng Xiaoping, “ dictadura de la economía”. Los resultados han sido asombrosos. China se ha convertido en 30 años en la tercera potencia económica: 300 millones de personas salieron de la pobreza absoluta y 200 millones dejaron sus campos para trabajar en la industria; 100 millones pasaron a formar parte de la clase media y 500.000 se hicieron millonarios- Surgió una nueva generación de empresas chinas como Lenovo que compró IBM (ordenadores), la compañía de coches de Nanjing que compró MG Rover. En 1980 Shenzhen era un desconocido pueblo de pescadores con unos pocos miles de habitantes; tras los treinta años es el emblema del capitalismo Chino y la ciudad pionera de las nuevas ideas del mercado.
Los economistas se convirtieron en los sumos sacerdotes de China. La economía adquirió el rango de una nueva ética (Wang Hui). La consecución del crecimiento económico se convirtió en la auténtica “misión” de China, como dijo el economista Zhang Weiying. El partido comunista declaró que el crecimiento económico era la principal tarea a realizar.
La alegoría de la transformación
Zhan Weiying explica la transformación china con una alegoría, que es válida para muchos otros casos. Con ella quería explicar el proceso de transformación al que China ha sido sometida y las estrategias utilizadas para conseguirlo. Se trata de la alegoría del “pueblo de las cebras”.
Había un pueblecito, cuyos habitantes realizaban todas sus tareas con caballos. No obstante, los ancianos del pueblo tenían siempre que defender esa tradición. Resultaba que los más jóvenes sabían que en otros pueblos esos trabajos se realizaban mucho mejor y más fácilmente con cebras. Por fin, pasados ya muchos años, los ancianos se convencieron de que las cebras eran mejores para realizar los trabajos que los perezosos y glotones caballos. Decidieron, por lo tanto, reemplazar a los caballos –a los que tanto habían defendido- por cebras. Pero no iba a resultar fácil, dado que había que volver a convencer a todo el pueblo, tras el lavado de cerebro al que había sido sometido en los años anteriores. En éstas se les ocurrió un ingenioso plan: mientras la gente dormía, durante la noche, pintarían con rayas negras a unos cuantos caballos; cuando la gente se espantara de tener cebras en medio de ellos, los ancianos les dirían que no eran realmente cebras, sino caballos pintados. Poco a poco el pueblo se acostumbró a esa extraña decoración de los caballos. Pasado un tiempo, los ancianos comenzaron ya a sustituir los caballos rayados por las auténticas cebras. Pronto esos prodigiosos animales transformaron las fortunas del poblado, hicieron crecer la productividad y crearon riqueza en el entorno. Solo que muchos años después –tras la sustitución de todos los caballos por cebras-, los ancianos reunieron al pueblo para proclamar que su comunidad era un pueblo de cebras y que las cebras eran buenas y malos los caballos.
Zhan Weiying muestra cómo esa fue la política seguida por los ancianos dirigentes del partido comunista chino respecto al pragmatismo económico: sin abandonar públicamente su compromiso con el socialismo, dieron paso al pragmatismo capitalista.
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