El desarrollo económico de África, una responsabilidad común.
Ante la avalancha de emigrantes que tratan de llegar a suelo europeo, muchos europeos se están preguntando si no sería mejor ayudar a los países pobres de África a desarrollarse, para que así sus ciudadanos no vengan masivamente a nuestro continente. Pero, se pregunta Luis de Sebastian en su artículo, “¿qué podemos hacer en Europa para conseguir el desarrollo económico de África?
Para el autor los protagonistas de este desarrollo son los propios africanos. Europa a lo más puede apoyar económicamente, con el desarrollo técnico y con el ejemplo de gestion y respeto de los derechos humanos, abriendo nuestros mercados, enviandoles médicos y medicinas.
Una ayuda debida
El colonialista ha de quedar enterrado para siempre. El apoyo a Africa es un deber que nace de la justicia. Europa tiene que compensar a Africa por cuatro siglos de colonialisamo. Estos cuatro siglos causan el descarrilamiento del proceso historico de progreso que hubiera permitido a Africa ser hoy día un continente desarrollado.
El descarrilamiento de África
Recordemos brevemente a los cerca de 25 millones de africanos, a los que comerciantes y marinos ingleses, franceses, holandeses, daneses, portugueses, y algunos españoles trasportaron contra su voluntad y en condiciones infrahumanas a las plantaciones americanas de azúcar, tabaco y algodón, donde contribuyeron a enriquecer a los colonos y a las metrópolis. La trata de esclavos que, en su forma organizada y masiva, duró desde el siglo XVI hasta principios del XIX, cambió las posibilidades de evolución ordenada y pacífica hacia la Edad Contemporánea de las sociedades africanas.
Recordemos también que, una vez terminado el comercio trasatlántico de esclavos, los europeos no abandonaron África (hasta entonces sólo habían tenido presencia en las costas), sino que decidieron conquistarla, apoderarse de sus recursos naturales y usar abusivamente de su fuerza de trabajo in situ, sin necesidad de trasportarla a ninguna parte. Esto condicionó profundamente la manera de inserción de los nuevos países en la división internacional del trabajo, su acceso al comercio y la inversión internacionales, y el subdesarrollo que aun hoy sufren.
Las plagas que azotan África hoy
El Libro del Apocalipsis habla de cuatro jinetes que traen la muerte y destrucción a la tierra. Cuatro son pocos para África. Hay todo un batallón de caballería que ha cargado contra los hombres, mujeres y niños del continente.
Subdesarrollo
El Banco Mundial define como pobreza absoluta la de una persona que vive con un dólar al día (3). Otro indicador más complejo es el «índice de Desarrollo Humano» creado por el PNUD (4). Según el Informe de Desarrollo Humano de 2006, se pueden ver los datos siguientes: De 177 países reseñados, solamente 13 países africanos están en la categoría de «desarrollo humano medio»: Túnez es el país africano más alto en la lista, seguido de Cabo Verde, Argelia, Guinea Ecuatorial, Sudáfrica, Egipto, Gabón, Marruecos, Namibia, Botswana, Ghana, Swaziland, Sudán y Camerún, por este orden.
Todos los demás 31 países analizados copan la categoría de «desarrollo humano bajo». Los países más subdesarrollados, más integralmente pobres e imperfectos del mundo son países africanos.
Enfermedad
La incidencia de enfermedades tan terribles como el SIDA y tan mortíferas como la malaria y la tuberculosis constituyen otra de las plagas que azotan al continente africano. Las dimensiones del SIDA en África son realmente espeluznantes. Aunque el África Subsahariana sólo tiene el 10% de la población mundial, es la patria de más del 60% de los afectados por el SIDA del mundo.
También la malaria causa estragos en África. Cerca de un millón de personas muere de esa enfermedad cada año en el continente, de ellos el 90% al Sur del Sahara. El 71% de todas las muertes por malaria son de niños menores de cinco años. Por otra parte, la malaria supone una gran carga a los sistemas africanos de salud. Se ha calculado que costaría 2.000 millones de dólares anuales reducir a la mitad la incidencia de la malaria para 2010. Ahora sólo se gastan 600 millones anuales.
La incidencia de la tuberculosis, otro gran exterminador de los pobres, también está aumentando en África.
Guerra
Las luchas armadas en todas sus formas constituyen uno de los aspectos más dramáticos de la realidad africana. Según las Naciones Unidas, de los 13 millones de muertos en conflictos armados durante la década de los noventa, 12 millones son africanos.
África está inundada de armas. Según una publicación de las Iglesias Metodistas Unidas, se estima que el número de armas ligeras en el mundo es de unos 500 millones de unidades, la mayoría de las cuales se encuentran en África. Por otra parte, el gasto militar oficial, que registra el renombrado SIPRI de Suecia, para el conjunto de África en 2004 fue de 12.600 millones de dólares (a precios constantes de 2003), y para los países al Sur del Sahara, 7.100 millones de dólares. Eso es más o menos lo que África recibe de los países ricos como ayuda oficial al desarrollo.
Uno de los aspectos que más nos impresiona y repugna de las guerras africanas es la implicación de los niños en ellas. Las organizaciones que luchan contra el empleo de «niños soldados» calculan que en el mundo hay unos 300.000 niños y niñas en esta situación. De ellos más de la mitad están en África.
Hambre
El problema del hambre en África tiene una doble vertiente: escasez de mercados de alimentos y falta de medios para comprarlos. Según la FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas, sólo Egipto, Libia, Túnez y Sudáfrica tienen niveles de nutrición y de alimentación comparables con los de Europa Occidental. Les siguen Argelia, Marruecos, Mauritania, Gana, Nigeria, Gabón y Namibia, en los que la «desnutrición moderada-baja» afecta a entre el 5 y el 20% de la población. Prácticamente todos los demás países tienen un grado de «desnutrición alta», con más del 35% de la población desnutrida.
Esos cuerpos macilentos, desnutridos, indefensos ante enfermedades terribles, sin fuerzas para trabajar y emprender, que vemos tantas veces en la televisión no son una excepción, constituyen probablemente la tercera parte de la población de África.
Maltrato de la mujer
Si la vida en África nos parece dura para los africanos, como es en efecto, lo es mucho más dura para las africanas. Porque parece que a muchas partes de África todavía no ha llegado la revolución feminista del siglo XX. La ablación del clítoris, que todavía se practica en gran escala en el continente, no es más que un síntoma de una concepción errónea e indigna de la mujer. Son las muestras más extremas de una concepción de la naturaleza y rol de la mujer en la sociedad, que se manifiesta de otras muchas maneras en la vida cotidiana de las mujeres africanas. Esta visión sesgada de la mujer contradice el fondo común de creencias y prácticas de los seres humanos en el siglo XXI, que además perjudica enormemente a las sociedades que lo permiten y mantienen el mito de la mujer sirvienta, propiedad o diversión que trae la comida y el agua al hogar.
Explotación
La explotación que más afecta al continente africano hoy en día no es la explotación colonial, sino otra llevada a cabo desde lejos y con guante blanco, a través de un «intercambio desigual». Los países ricos comercian poco con el continente africano, y la capacidad de ese intercambio desigual, que sin duda existe, para explotar al continente es más bien reducida. En 2003 el comercio con Africa representó únicamente 1,47% del total mundial. Más grave parecen los obstáculos que los países ricos ponen a los productos agrícolas y a los textiles de los países africanos. Estos obstáculos existen para productos tropicales, café, cacao, aceite de coco, algodón, tabaco, frutas tropicales, bananas, azúcar.
En este apartado queremos referirnos a una nueva explotación: la competencia entre grandes empresas de todo el mundo para repartirse los recursos naturales con que cuenta el continente y los que se siguen descubriendo. A finales de 2004 en África se encontraban el 9,4% de todas las reservas petroleras del mundo. Según Catholic Relief Services de Estados Unidos, este país importará el 25% de su petróleo de África, y más de 50.000 millones de dólares —la inversión mayor de la historia de África— se invertirán en la próxima década en su industria del petróleo. Los países africanos productores de petróleo ganarán unos 200.000 millones de dólares, diez veces más que toda la ayuda al desarrollo de los países industrializados (11).
Lo mismo ha pasado sobre la explotación y comercio del uranio, del coltán, de la madera, etc. No sólo porque sus beneficios se reparten pésimamente mal entre la población y contribuyen poco a aliviar la pobreza de las mayorías, sino porque el tráfico de estos valiosos productos genera inestabilidad política, desmoralización administrativa, alimenta la especulación internacional y desincentiva los negocios ordinarios, y sobre todo porque son la causa de muchas guerras, como ya hemos visto.
Deuda externa
En el año 2004 África tenía una deuda externa total de 281.900 millones de dólares, según las estadísticas del Fondo Monetario Internacional.
Una buena parte de la deuda externa de África es la de la región Subsahariana, un 84% del total. Para el conjunto de África la relación deuda/PIB era de 41,5% en 2004; era de 43,8% para el África Subsahariana, y del 71,3% para los países pobres altamente endeudados (HIPC), la mayoría de los cuales son africanos.
El servicio de la deuda es un dinero que los gobiernos tienen que sacar de sus presupuestos ordinarios, de los recortes que se hagan a otras partidas presupuestarias. Por desgracia, las partidas que necesariamente recortan los gobiernos africanos —y todos los gobiernos conocidos— son los gastos en mantenimiento y en inversión en los sectores sociales, es decir, el dinero que más sirve para reducir o aliviar la pobreza. En un sentido muy verdadero, la deuda la acaban pagando los pobres.
Una propuesta para África
El plan estratégico para salvar a África debe contener las siguientes acciones.
1) La primera sería convencer a las élites locales, económicas y militares, de que el progreso continuado para llegar a una buena gobernación de sus países es el precio que tienen que pagar para recibir ayuda de Europa. Los organismos internacionales creíbles y la propia sociedad civil deben vigilar y dar fe de este avance. Esto supone fomentar la existencia de asociaciones panafricanas especializadas que ofrezcan garantías de progreso. Es decir, se trata de desarrollar una estrategia de «abajo arriba», que es completamente distinta de la que se hace en la actualidad.
2) En segundo lugar, abrir unilateralmente nuestros mercados a todos los productos que los países africanos puedan ofrecernos, a los cuales habrá que ayudar para que se muevan con éxito en mercados internacionales competitivos.
3) Un tercer paso consistiría en aumentar los flujos de ayuda no reembolsable, para proyectos viables, elegidos y diseñados por africanos. Los resultados deben ser comprobados y el uso de estos fondos vigilados por agentes independientes y creíbles.
Otros pasos estarían ligados a medidas concretas, como extender a todos los países pobres las provisiones para reducción de la deuda externa aprobadas por el G-7, incluyendo la que han contraído con los Organismos Internacionales (FMI, BM, BAD); fortalecer la ayuda médica, con personal europeo, aportando formación al personal nativo y medicinas disponibles a precios asequibles a los pobres; apoyar, con inversiones y formación, la incorporación de los ciudadanos al uso de las nuevas tecnologías; adoptar una política migratoria generosa y realista, etc.
En la medida en la que la UE como tal y cada uno de los países componentes en particular den pasos efectivos en este sentido, podremos decir los europeos que nos estamos tomando en serio esa responsabilidad común que es el desarrollo de África.
Para más información, Sebastián Luis de, África, Madrid, 2006, Trotta.