DOMINGO 28 de Octubre de 2007 - XXX DEL TIEMPO ORDINARIO ( CICLO C )
Lee el Evangelio de este domingo
Elige el comentario que quieres leer: Matrimonio y familia, Tercer mundo, Sindical, Educación de los hijos, Relaciones Personales, Social.
Reza con esta Oración a propósito del Evangelio.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."
Palabra del Señor

(matrimonio, padres de dos niños, trabajan ambos, pertenecen a comunidad cristiana)
Seguro que todos conocemos parejas, matrimonios, familias, en donde, (aunque tan sólo sea aparentemente) una parte aporta muchísimo, pone mucha “carne en el asador”, es uno quien cuida, quien es más generoso en tiempo, en dedicación, en amor, con los hijos, con el cuidado de la esposa/o, con los mayores y ancianos. Y no nos referimos a aquellas personas que tienen, por su trabajo u otras circunstancias, más posibilidades, sino estamos hablando de personas que arriesgan el corazón. La conclusión que sacamos es que, en la mayoría de los casos, aquéllos que ponen el corazón por entero en su familia, aquéllos que entregan su vida, sus esfuerzos, el tiempo del que disponen y del que no disponen también, sus pensamientos, su inteligencia y todo lo que son, para que funcione la comunidad de amor que supone una familia, una relación, normalmente son aquéllos que humildemente, nunca protestarán, humildemente no se atreven ni a levantar los ojos al cielo, humildemente disfrutan viendo a la familia feliz, humildemente dirán siempre que sí y humildemente justificarán siempre la actuación y la situación del que, por el contrario, no “aporta” nada o arriesga “poco” en su relación.

(mujer, soltera, profesional, seglar del tercer mundo, comprometida con la promoción de su pueblo, pertenece a grupo cristiano)
Es muy común entre los seres humanos, sentirnos muy orgullosos de los que somos y de las posiciones que ocupamos dentro de la sociedad, confundiéndolo muy a menudo con el cumplimiento de las exigencias mucho más elevadas del evangelio. Reconocer que como seres humanos tenemos fallos y que nuestras acciones no siempre van encaminadas a responder a las exigencias del reino (igualdad, fraternidad, respeto por el prójimo, preocupación real y efectiva por los que sufren), es el principio de la búsqueda del crecimiento personal y comunitario.
En medio de las grandes diferencias sociales que existen en el tercer mundo, sería positivo pensar desde la realidad de cada quien, si realmente se está respondiendo a las exigencias evangélicas a las que estamos llamados en nuestro medio, o si por el contrario sólo estamos asumiendo posiciones cómodas socialmente.
En medio de las grandes diferencias sociales que existen en el tercer mundo, sería positivo pensar desde la realidad de cada quien, si realmente se está respondiendo a las exigencias evangélicas a las que estamos llamados en nuestro medio, o si por el contrario sólo estamos asumiendo posiciones cómodas socialmente.

(mujer, casada, con dos hijos, trabaja, pertenece sindicato y a grupo cristiano)
Durante la actividad sindical surgen con cierta frecuencia comentarios despectivos: hacia las decisiones de otros sindicatos, hacia el empresario o hacia determinados colectivos. ¡Que fácil es el insulto o la descalificación personal en medio de una concentración de trabajadores! Tras proclamas como “no nos moverán” vienen las de “Fulano hijo de …”
¡Con qué rapidez despreciamos a los demás! Como el fariseo creemos que estamos en posesión de la verdad y que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor, sin darnos cuenta que es precisamente la falta de humildad y de respeto a las personas lo que vacía y desvirtúa nuestras acciones.
¡Con qué rapidez despreciamos a los demás! Como el fariseo creemos que estamos en posesión de la verdad y que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor, sin darnos cuenta que es precisamente la falta de humildad y de respeto a las personas lo que vacía y desvirtúa nuestras acciones.

(matrimonio, él trabaja, con cinco hijos, pertenecen a comunidad cristiana de matrimonios)
A nosotros muchas veces nos duele que el esfuerzo y la consideración que destinamos a los demás no se vean correspondidos. Cuántas veces, por ejemplo, organizamos con toda ilusión para otros y éstos después, hacen cosas dejándonos al margen. Pues a veces eso nos molesta. Y es que todos tenemos nuestro corazoncito. Con más razón los niños se pueden sentir heridos ante la falta de reconocimiento a esos pequeños gestos suyos que para ellos son tan trascendentes, aunque nos puedan pasar inadvertidos. Pensamos que debemos fomentarles la actitud de estar orientados a buscar el bien para los demás, impulsados por el amor de Dios. Que cuenten también con nuestro apoyo, con nuestra compañía, con nuestro cariño. Que sientan a través nuestro la alegría del regalo de la vida, y que la generosidad es gratuita. Y también es humilde. Que no esperemos nada a cambio.

(matrimonio,trabajan ambos, pertenecen a grupo cristiano)
En ocasiones las relaciones humanas se pueden “agriar” por sentir que somos nosotros los que llevamos la razón, los que hacemos las cosas bien… porque eso nos lleva a “desprecios”, a encerrarnos sin escuchar ni dialogar.
A veces nosotros creemos que por el hecho de llamarnos cristianos, ya somos mejores que los demás, sin darnos cuenta que el que no lo es; pueden darnos “siete vueltas” en comportamiento y compromiso. Me da pánico comprobar cómo dentro de la propia Iglesia, por tener uno u otro carisma, por estar en una u otra parroquia, por estar dentro de uno u otro grupo de fe…, nos cerramos, sin darnos a penas cuenta, a lo que viene de los otros considerando lo nuestro lo mejor, lo verdadero y “damos gracias” a Dios por ello…
Solo basta un minuto para pararse a pensar en uno mismo y descubriremos asombrados que yo… también he cometido ese fallo del que me quejo, que yo también tuve en su día esa actitud que ahora critico o que yo…
Otórganos Señor ese minuto de lucidez cada día, que nos lleve como el publicano a sentirnos pecadores amados por Ti… para lograr ser mucho más abiertos, tolerantes, comprensivos y misericordiosos.
A veces nosotros creemos que por el hecho de llamarnos cristianos, ya somos mejores que los demás, sin darnos cuenta que el que no lo es; pueden darnos “siete vueltas” en comportamiento y compromiso. Me da pánico comprobar cómo dentro de la propia Iglesia, por tener uno u otro carisma, por estar en una u otra parroquia, por estar dentro de uno u otro grupo de fe…, nos cerramos, sin darnos a penas cuenta, a lo que viene de los otros considerando lo nuestro lo mejor, lo verdadero y “damos gracias” a Dios por ello…
Solo basta un minuto para pararse a pensar en uno mismo y descubriremos asombrados que yo… también he cometido ese fallo del que me quejo, que yo también tuve en su día esa actitud que ahora critico o que yo…
Otórganos Señor ese minuto de lucidez cada día, que nos lleve como el publicano a sentirnos pecadores amados por Ti… para lograr ser mucho más abiertos, tolerantes, comprensivos y misericordiosos.

(hombre, casado, con tres hijos, trabaja, miembro y directivo de movimientos sociales, y de grupo cristiano)
Sólo en aquellas ocasiones en las que no somos totalmente conscientes de nuestra propia mezquindad podemos ser capaces de orar ante Dios en actitud engreída, como el fariseo de la parábola. Normalmente eso no suele ocurrirnos, pues los adultos solemos reconocernos como pecadores, ya que tenemos amplia experiencia de nuestra debilidad y de nuestras infidelidades al Evangelio.
En cambio, me parece que en lo que a la realidad social se refiere, en bastantes ocasiones "nos tenemos por justos" y "nos sentimos seguros de nosotros mismos". Claro que sabemos que existe el mal, la miseria, la desigualdad extrema, la injusticia social y el así llamado "pecado estructural". Pero lo sentimos ajeno a nosotros mismos. La culpa está fuera: en los injustos, en los avariciosos, en los poderosos, en las estructuras... Quizás en secreto damos gracias por no ser como ellos.
También en este ámbito deberíamos ser humildes, como lo fue el publicano. Deberíamos darnos cuenta de que también estamos nosotros involucrados y complicados con el mal, que no tenemos las manos limpias, que en cierta medida colaboramos y somos cómplices de la sociedad en la que vivimos. En lo que tiene de positivo, sí, pero también en lo negativo. Lo hacemos siempre que optamos por "ser normales" y comportarnos, en nuestra vida laboral, económica, social, como lo harían la mayoría de las personas, cuando siguen los valores del mundo.
Porque nuestro apoyo es Dios y nuestros valores son los de su Reino, nuestra vida corriente, personal y también pública, debería por coherencia ser distinta -a veces opuesta- a la de los modelos que propone esta sociedad del éxito, del bienestar económico, de la comodidad, de la seguridad y del consumo.
Yo le pido perdón al Padre por mis claudicaciones ante el mundo y mis faltas de testimonio cristiano, y le ruego que envíe su Espíritu sobre su Iglesia, sobre mi comunidad y sobre mí mismo, que nos ayude a ser fieles y saber corresponder al amor recibido.
En cambio, me parece que en lo que a la realidad social se refiere, en bastantes ocasiones "nos tenemos por justos" y "nos sentimos seguros de nosotros mismos". Claro que sabemos que existe el mal, la miseria, la desigualdad extrema, la injusticia social y el así llamado "pecado estructural". Pero lo sentimos ajeno a nosotros mismos. La culpa está fuera: en los injustos, en los avariciosos, en los poderosos, en las estructuras... Quizás en secreto damos gracias por no ser como ellos.
También en este ámbito deberíamos ser humildes, como lo fue el publicano. Deberíamos darnos cuenta de que también estamos nosotros involucrados y complicados con el mal, que no tenemos las manos limpias, que en cierta medida colaboramos y somos cómplices de la sociedad en la que vivimos. En lo que tiene de positivo, sí, pero también en lo negativo. Lo hacemos siempre que optamos por "ser normales" y comportarnos, en nuestra vida laboral, económica, social, como lo harían la mayoría de las personas, cuando siguen los valores del mundo.
Porque nuestro apoyo es Dios y nuestros valores son los de su Reino, nuestra vida corriente, personal y también pública, debería por coherencia ser distinta -a veces opuesta- a la de los modelos que propone esta sociedad del éxito, del bienestar económico, de la comodidad, de la seguridad y del consumo.
Yo le pido perdón al Padre por mis claudicaciones ante el mundo y mis faltas de testimonio cristiano, y le ruego que envíe su Espíritu sobre su Iglesia, sobre mi comunidad y sobre mí mismo, que nos ayude a ser fieles y saber corresponder al amor recibido.

(matrimonio, jubilados, siete nietos, pertenecen a grupo de matrimonios)
Esta lectura nos invita, con su doble ejemplo, a evitar en nuestra vida lo que hace el fariseo o a imitar lo que hace el publicano. Que desterremos de nuestra existencia lo de creernos justos, intachables y alardear de ser los mejores. En cambio, sí sepamos llegar a TI, Señor, cuando imploremos tu perdón, y a nuestros hermanos con humildad sincera y sencilla, pues también en la exteriorización de la humildad se puede alardear de ser los mejores.
Vemos que, tanto el fariseo como el publicano, necesitan el perdón, pero Jesús declara que el segundo vuelve justificado. Y es que la justificación personal es un don de Dios, Únicamente quién se reconoce pecador y pide perdón puede obtenerlo de Dios.
Con cuanta facilidad hoy también nos comparamos con los demás y juzgamos por las apariencias.
Que nuestros nietos sepan amar y respetar a los demás y no desprecien nunca a nadie, en este mundo de injusticia y desorden. Que sepan reconocerse pecadores y aprendan a pedirle a Dios, humildemente, perdón y vean que lo bueno que hay en ellos es, únicamente, fruto de tu obra.
Vemos que, tanto el fariseo como el publicano, necesitan el perdón, pero Jesús declara que el segundo vuelve justificado. Y es que la justificación personal es un don de Dios, Únicamente quién se reconoce pecador y pide perdón puede obtenerlo de Dios.
Con cuanta facilidad hoy también nos comparamos con los demás y juzgamos por las apariencias.
Que nuestros nietos sepan amar y respetar a los demás y no desprecien nunca a nadie, en este mundo de injusticia y desorden. Que sepan reconocerse pecadores y aprendan a pedirle a Dios, humildemente, perdón y vean que lo bueno que hay en ellos es, únicamente, fruto de tu obra.

(hombre, casado, trabaja, con un hijo)
Que me haga “nada”, Padre, al orar… porque entonces sentiré la fuerza de ser “algo” Contigo…
Que rece desde lo que soy, y no desde lo que hago, porque así es como tú me reconoces…
Que sea temeroso, Señor, de tu juicio de amor, porque así tendré un motivo más para ser coherente en mi compromiso cristiano.
Que mi oración te mire a Ti, para que mis ojos miren y vean al prójimo desde tu Palabra, desde tus valores…
Pero sobre todo, dame fuerzas para que “suba a orar”, como pueda y sepa, porque sólo en la oración descubriré el sentido de postrar mi corazón cristiano ante Ti, y de apagar esos ecos de vanidad que en ocasiones me hacen creerme mejor cuando miro a otros…
Padre, que contemple a los demás con tus ojos porque los míos se ciegan por la luz del camino…y que no “haga” ni “sea” en función de los “otros”, sino a partir de encontrarme Contigo…
Sólo en Ti, encontraré la medida auténtica de mis actos… recibida.
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