DOMINGO 24 de diciembre de 2006 - IV DE ADVIENTO (CICLO C)

(mujer, casada, con una hija, enferma de cáncer, dejó de trabajar)
Debido al avance de su enfermedad a nuestra comentarista no le es posible participar. Pedimos a nuestros suores una oración por ella al Niño-Dios.

(hombre, casado, trabaja, milita en partido político, concejal electo, el matrimonio pertenece a comunidad cristiana)
El Evangelio de éste domingo nos llena de gozo al ver como se puede cumplir la voluntad de Dios y ser feliz. Nos llena de alegría por ver como una persona de carne y hueso se pone en manos de Dios y es feliz. Esto lo digo, porque en demasiadas ocasiones si cumplimos la voluntad de Dios creemos que estamos haciendo un sacrificio enorme y que nos costará mucho dejar cosas y perderemos parte de nuestra felicidad y por eso principalmente pensamos en nuestro placer y somos egoístas. Esto es, hacemos la voluntad de Dios solo a ratos por miedo a no ser felices si no hacemos lo que en ese momento nos apetece. Un político piensa en su rentabilidad y no en la felicidad de los demás. Un ejemplo. Richard Nixon ganó dos veces las elecciones en EEUU diciendo que iba a sacar a su país de la guerra de Vietnam. Como ya os digo, lo dijo en dos ocasiones y como veía que eso le era rentable, aunque era mentira, no tenía miedo en repetirlo incluso después de mentir. Pero el problema no es de Nixon, sino de la gente que le creyó a pesar de haber incumplido su palabra en la primera legislatura. Le echamos en cara muchas veces cosas a los políticos que en realidad son culpa nuestra. No son solo los políticos los que no cumplen la voluntad de Dios y se ponen a cumplir su voluntad, sino que son todos. De otro modo, Nixon por ejemplo no habría ganado de nuevo las elecciones. Ahora es tiempo preelectoral, implícate en un partido y lucha porque se cumpla el Evangelio. Recibamos a Jesús como se merece y démonos a Él para cumplir su voluntad y no la nuestra. Feliz Natividad.

(hombre soltero y matrimonio compartiendo casa, voluntarios de ONG en país musulmán, trabajan en la misión, pertenecen a distintas comunidades cristianas)
Isabel y María dos mujeres creyentes, que en su encuentro se comunican, comparten, se dan palabras de ánimo para el camino y ponen de manifiesto la gloria del Dios. Vemos la importancia de la comunidad, del encuentro, y solamente pedimos al Señor que nos enseñe a compartir más en la comunidad, con las personas que tenemos cerca y las que encontramos en el camino, que nos de sensibilidad y calidez para estar pendientes del otro, saber sus necesidades y poder dar palabras y gestos de ánimo, de consuelo, saber pedir en la oración por ellos,...porque todos tenemos la exigencia de alimentar la fe, no sólo la nuestra sino también la del hermano. Para como María, no perder la confianza en Dios y en su Palabra, y no dejar de preguntarnos cual es Su voluntad.
En estos días, como comunidad reflexionamos sobre la suerte que tenemos en vivir en medio de un ambiente donde no existe propaganda de navidad, no hay publicidad de productos, luces navideñas; como en las ciudades españolas; un ambiente que nos ayuda a vivir el adviento y la Navidad centrándonos en lo principal del mensaje de estos días.

(grupo de presos, coordinado por voluntaria de equipo de pastoral, casada, con dos hijos, jubilada, pertenece a grupo cristiano)
No recibido.

(matrimonio, jubilados, siete nietos, pertenecen a grupo de matrimonios)
BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE.
Señor, eso de llamar a la puerta es muy propio de Ti. Alguna vez te abrimos de par en par. Es el caso de María. Pero la mayoría de las veces o no te escuchan, por el ruido interior, o no te quieren abrir, por las molestias y posibles exigencias. Para nacer, las cosas no te fueron nada bien. Llamaste pidiendo posada y te dieron con la puerta en las narices. Viniste a los tuyos, y los tuyos no te recibieron. ¡Qué decepción! Para María y José fue algo angustioso. Pero Tú, Señor, tuviste la culpa. Te empeñaste en ocultar tu grandeza. Naciste en la marginación total. Que sepamos alojarte en nuestros corazones no sólo porque es Navidad, sino siempre. Nos gustaría, como abuelos, que el siglo XXI fuera el de la ternura. ¡La necesitamos tanto! Demasiada la dureza humana en nuestras relaciones, incluso en nuestras conversaciones, gestos de hostilidad e indiferencia. Que contagiemos ternura a nuestros nietos, para que ellos la contagien a sus padres y a los más próximos. Si todos nos revistiéramos de ternura y empezáramos a vivir afirmativamente, seguro que este siglo sería más acogedor, humano y solidario. FELIZ NAVIDAD.

(matrimonio, padres de dos niños, trabajan ambos, pertenecen a comunidad cristiana)
En ocasiones nos relacionamos únicamente con aquellos parientes más cercanos: padres, hermanos sobrinos, de vez en cuando con algunos primos, pero solemos centralizar nuestro acercamiento a las personas que más vemos, con las que más convivimos, aunque, desde luego, hay excepciones. Pero también es normal, trabajamos ambos, dedicamos el tiempo que tenemos, a estar y a disfrutar con nuestros hijos, así que no “disponemos de mucho tiempo” para visitar, para encontrarnos con otras personas por necesitadas que estén de un saludo, de un “me acordé de ti”. En este adviento, en esta preparación del acontecimiento que con tanto mimo estamos cuidando, nos gustaría acordarnos y tener presentes y cuidar a toda la familia, especialmente los que más nos necesitan: enfermos, ancianos, …y como María, no poner como excusa el que podamos estar peor o mejor que ellos.

(matrimonio, él trabaja, con cinco hijos, pertenecen a comunidad cristiana de matrimonios)
La FE en mayúscula que nos demuestra María debería ser suficiente para que la nuestra aumentara.
El tener niños en casa, y este año especialmente, el tener un bebé nos hace más sencillas y más cercanas las celebraciones de estos días. Dios se fijó en lo pequeño y quiso empezar “desde el principio”, desde el útero, con nosotros. Como padres, vivimos como una catequesis poner el portal y cantar villancicos con nuestros hijos. Ellos lo esperan con ilusión y te hacen preguntas sobre lo que pasó en aquellos días.
Pedimos a María que nos transmita la fe y la confianza en Dios, con ese niño que nace cada día en nuestro corazón.
¡FELIZ NAVIDAD!

(hombre, casado, sin hijos, empleado de empresa; el matrimonio pertenece a comunidad cristiana)
En estas fechas en mi trabajo se dan dos situaciones, una es el agobio de trabajo porque hay que terminar muchos proyectos antes de fin de año y la otra es la alegría, la fiesta y la buena voluntad propias de la época.
Este año es un poco atípico porque ni los agobios son tanto (un descanso) ni la fiesta es tanta, pero como otros años hemos hecho un gracioso concurso en el que todos votamos a los compañeros más simpáticos, a los más rígidos, a los que más ayudan, etc. y, aunque es una tontería, es una alegría hacer repaso del año y de los compañeros y darse cuenta de que siempre hay gente que te echa una mano en lo que sea, que intenta entenderte, no perder los nervios, que tiene paciencia, etc. Cada persona tiene su forma de dar lo bueno y dejarse lo malo dentro, y tenemos que saber verlo, igual que Isabel supo ver y sentir a Jesús dentro de María, y sintió alegría.

(hombre, recién casado, trabaja, pertenece a comunidad cristiana, voluntario de patrulla de calle en ONG católica)
Este comentario es mensual

(hombre, casado, con dos hijos, trabaja, miembro activo de dos movimientos sociales, pertenece a comunidad cristiana)
No recibido.
Para rezar:
(hombre, casado, trabaja, con un hijo)
Padre mío, ahora en estas tus fiestas, que te reconozca Señor desde “lo pequeño”,
Que descubra el valor de los rincones escondidos; que sienta la ternura de lo puro, de lo auténtico. Ahora, Señor, en estos días de pandereta y zambomba, que sólo me turbe el ruido de tu mensaje, de tu llanto de “criatura”, que se presenta sólo a la vista de quienes están dispuestos a la fe, de quienes han preparado sus ojos para los detalles del amor.
Madre mía, ahora en estas fiestas que también son para ti, que contemple el valor del “sí”; la responsabilidad de esa respuesta; y me aferre al sentido coherente de tu sonrisa, de tu presencia, de tu visita, de tu anuncio, de tu vida…
Ahora, Madre, especialmente, que desde tu luz experimente la “dicha de la fe”,
y el compromiso consecuente de esperar en la Palabra, de actuar en lo cotidiano.
Y en esta Navidad vilipendiada y asediada por tantas “nadas”; que resurja y se alimente,
desde “lo pequeño”, desde “lo escondido”; nuestro verdadero “ser cristiano”; y a la vera siempre de la imagen de la Madre, del Niño, de la Familia… no cese nuestro empeño por construir el Reino cada día como reto vivido desde el amor profundo.
Que descubra el valor de los rincones escondidos; que sienta la ternura de lo puro, de lo auténtico. Ahora, Señor, en estos días de pandereta y zambomba, que sólo me turbe el ruido de tu mensaje, de tu llanto de “criatura”, que se presenta sólo a la vista de quienes están dispuestos a la fe, de quienes han preparado sus ojos para los detalles del amor.
Madre mía, ahora en estas fiestas que también son para ti, que contemple el valor del “sí”; la responsabilidad de esa respuesta; y me aferre al sentido coherente de tu sonrisa, de tu presencia, de tu visita, de tu anuncio, de tu vida…
Ahora, Madre, especialmente, que desde tu luz experimente la “dicha de la fe”,
y el compromiso consecuente de esperar en la Palabra, de actuar en lo cotidiano.
Y en esta Navidad vilipendiada y asediada por tantas “nadas”; que resurja y se alimente,
desde “lo pequeño”, desde “lo escondido”; nuestro verdadero “ser cristiano”; y a la vera siempre de la imagen de la Madre, del Niño, de la Familia… no cese nuestro empeño por construir el Reino cada día como reto vivido desde el amor profundo.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
Palabra del Señor
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