DOMINGO 11 de junio de 2006 - La Santísima Trinidad
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE LA ENFERMEDAD
(mujer, casada, con una hija, enferma de cáncer, dejó de trabajar)
“Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días,…” Hoy celebramos, con este Evangelio, la festividad de la Santísima Trinidad, algo extraño y misterioso que nos decían no podríamos entender nunca. Padre, Hijo y Espíritu, una gran familia unida por el Amor que los hace uno. ¡Qué maravilla llegar a sentirse amada por ese Amor “único”! En algunos momentos particulares de mi vida he podido sentir ese amor único, esa paz interior y el sentimiento de no estar sola: en el pasillo antes de entrar en el quirófano, sin temor, ¿qué o quién sería capaz de darlo? Ese es el Amor infinito de la Trinidad. Jesús nos dijo que no estaríamos solos y es verdad, su Amor, el Amor de su familia, nos acompaña siempre, día a día y minuto a minuto, sólo hay que saber buscarlo.
DESDE LA EXCLUSIÓN SOCIAL: TRANSEÚNTES
(hombre, soltero, trabaja, pertenece a comunidad cristiana, voluntario de patrulla de calle en ONG católica)
Leo el Evangelio de esta semana y me detengo en la última frase. Es como si estuviera en negrita. La leo una y otra vez. Siento la necesidad de saborearla, pues me alienta y consuela enormemente. De manera tácita sé que Jesús me está diciendo: no te preocupes, en tu cansancio y en tus tristezas no desesperes, pues estoy contigo. Pero también sé que está en mis momentos de felicidad. Me resulta imposible entender el significado de sus palabras fuera del plano espiritual. Vivo la relevancia de esa frase desde la oración. Lo cierto es que, gracias a que tengo la inmensa fortuna de saber que Jesús está cada día con nosotros, venzo mis debilidades y encuentro las fuerzas necesarias para tratar de no cejar en el empeño de mostrarle el rostro amable de la vida a los que, despojados de tantas cosas, alguno hasta de las ganas de vivir, deambulan por nuestras calles inmersos en una rutina que, desgraciadamente, muy pocas cosas buenas tiene que ofrecerles.
DESDE LA RELACIÓN DE PAREJA Y VIDA FAMILIAR
(matrimonio, padres de dos niños, trabajan ambos, pertenecen a comunidad cristiana)
Estamos en época de exámenes, revisiones, tiempo de dar el último empujoncito al curso, lo digo por los niños y por los jóvenes. Es cierto que nuestros hijos son pequeños aún y aunque el mayor está en el cole, es de infantil, por lo que apenas se está enterando de sus logros, o de si ha cumplido los objetivos del curso, etc. Pero, hay alrededor nuestra un ambiente de estudio, de nervios, de intentarlo todo para que salga bien. Una compañera de trabajo, madre de una preadolescente, está agotada, dice que nunca ha estudiado tanto y siente que ha de estar encima de su hija, porque ante esta etapa terrible, no quiere que su hija se pierda, ya que hasta el momento ha sido muy buena. También lo sabemos por nuestros sobrinos; algunos concluyen algunos ciclos formativos, con distinta suerte o distinto esfuerzo. Todo esto nos hace sacar dos conclusiones: Primera, “¡no nos queda nada…!”, nos tocará sufrir con los estudios de nuestros hijos, porque seguro que con alguno tendremos que estar encima para que salga adelante y Segunda: lo más importante para nosotros, es que digan que nuestros hijos son buenos chicos, aunque en cuanto a resultados académicos no sean tan brillantes. Sólo pedimos que este tiempo del Espíritu, conceda sabiduría, paz de espíritu, a todos los padres, para apoyar y querer a sus hijos, pero sin justificar sus comportamientos y a los hijos, para que nunca olviden que Dios está siempre con ellos, nunca nos abandona.
DESDE LA PERSPECTIVA DEL TERCER MUNDO
(hombre joven, soltero, voluntario de ONG en Marruecos, pertenece a una comunidad cristiana)
"Igual que los discípulos fueron a Galilea, a nosotros Dios nos pide que busquemos nuestra Galilea, nuestro lugar de encunetro y misión. A nosotros en particular, nos pide que vengamos a Tánger, al Hogar. Así y aquí nos pide una cosa sencilla: que nuestros bautismos sean en la vida ordinaria, en el trabajo de cada día: con los niños, las monitoras y trabajadoras, las madres y todo aquel que toque a la puerta. Y lo hagamos, eso si, en el Nombre del Padre: de la ternura, cercanía y misericordia; del Hijo: el Amor, la entrega, la igualdad y caridad; y del Espíritu Santo: la vitalidad, la renovación diaria y la espontaneidad. También vemos muy claro que en nuestra Galilea particular tenemos momentos en los que vacilamos, igual que los discípulos; en la oración, la entrega, la apertura, la falta de caridad, de diálogo entre nosotros y con la gente y demás momentos en los que priman más nuestros miedos y cansancios que la alegría del resucitado y la entrega. Entonces, en esos momentos, también nos hace sentir, de tantísimas formas, que El está con nosotros, todos los días y hasta el fin del mundo; es una maravilla, una suerte y una gozada contar con un Dios así, que es Uno y Trino (cuestión difícil en medio del Islam, el otro día lo constatamos en una conversación) y es sobre todo Amor".
DESDE LA VIVENCIA ECLESIAL
(hombre, casado, trabaja, con un hijo)
Dos experiencias muy actuales resaltan para mí en este evangelio, dentro de mi cotidianidad cristiana, y en mi ámbito de convivencia eclesial: por una parte, pese a ver, sentir, experimentar, conocer la presencia de Jesús resucitado, vacilamos, dudamos, somos débiles en nuestra fe… Por otra parte, la proclamación reiterada de que el Padre nos acompaña en nuestra misión, en nuestro hacer, formando parte de nuestro ser cristianos. Es cierto que continuamente necesitamos gestos, signos, señales que nos aseguren a nuestra manera que Dios está con nosotros, aún así, pese a vivir esas experiencias, al poco, más adelante, volvemos a requerir que nuestra fe tenga premio, que el Padre se nos manifieste; y olvidamos, con cierta facilidad ese estar inherente de Jesús, siempre, cerramos nuestro corazón a la verdad de su mensaje, desoímos materialmente que Él está con nosotros, en todo, con todo. Por tanto para mí estamos ante una invitación a perseverar en la fe y a grabar en nuestro ser cristianos, que Él está con nosotros siempre… si le dejamos.
EVANGELIO Domingo de la 10ª semana de Tiempo Ordinario (Año - B)
La Santísima Trinidad 11 de junio de 2006
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les habla indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
- «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra del Señor