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Amados por Dios

Hno. Bill Firman. Trad. Paula Merelo Romojaro -

Es fácil aceptar que los pobres se merecen nuestro cuidado especial y toda nuestra atención. Es bastante de cajón y nada amenazador: compartimos todo lo que hemos recibido con aquellos que no han tenido tanta suerte. Sin embargo, supone un salto mayor en la fe aceptar que deberíamos ser felices y continuar alabando a Dios también en las circunstancias adversas. ¡Y en Agok es lo que la gente hace!

“Están viviendo al abrigo de los árboles sin comida y muy poco agua”

Un hombre enérgico y comprometido con su pueblo, el sacerdote de aquí, el padre Biong, ha encontrado personas que generosamente pagarán camiones de madera, bambú y rafia que vengan a Agok. La gente se hará los tukuls (casas de barro con tejados hechos de plantas y hierba). El padre Biong consiguió materiales para 6400 viviendas pero justo cuando iba a empezar a distribuirlos, llegaron más refugiados. Están viviendo bajo los árboles sin comida y con muy poco agua –más de 400 familias, principalmente mujeres y niños, que han tenido que huir de las disputas recientes. Con la ayuda del Gobernador de Abyei, el padre Biong consiguió 200 sacos de sorgo para estos recién llegados… ¡aunque no sé cómo lo van a cocinar si no tienen cazuelas ni ollas!

 “Ni una sola vez oí a un profesor quejarse”.

Estuvimos en Agok enseñando inglés a más de 100 profesores. Algunos anduvieron dos horas de camino para llegar a nuestras clases. La asistencia fue muy buena. La parroquia proporcionó una silla para cada profesor, pero nadie tenía pupitres para utilizar cuando se tuvieron que examinar. Ni una sola vez oí a un profesor quejarse de su situación… ¡aunque un par de ellos se quejaron de que les había dado dos puntos menos (de un total de100) de los que se merecían!

“Estoy muy bien, gracias”

Hay niños prácticamente en todas partes. Muchos se abarrotan en las clases que hay disponibles, mientras otros reciben clases simplemente fuera, al aire libre, o debajo de un árbol. No sé cómo se las van a arreglar en el colegio cuando lleguen las lluvias. A los niños les encanta chocar la mano de un kawadja y preguntarle: “¿cómo estás?” con un acento bien marcado en cada palabra. La respuesta más habitual a esta pregunta suele ser: “¡Estoy muy bien, gracias!”. Uno realmente tiene la impresión de que ellos se sienten “muy bien gracias” en este ambiente seco, polvoriento y desolado. Quizás, más que ayudarles con el inglés, les traemos la esperanza de no sentirse olvidados. Nosotros, como parte de la Iglesia, estamos caminando con ellos en su búsqueda de un futuro con mejores oportunidades.

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