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25 años del Seminario Católico de San Petersburgo

José María Vegas cmf -

El pasado 8 de noviembre tuvo lugar la apertura oficial del curso académico 2018-2019 del Seminario Mayor de San Petersburgo, pese a que las clases comenzaron a principios de septiembre. Este año coincidía con el 25 aniversario de su reapertura, tras el largo periodo de la persecución comunista.
Entre los años 1879 y 1918 funcionó en San Petersburgo el Seminario de la diócesis de Maguilov (Bielorrusia) cuyo obispo tuvo, sin embargo, su sede en San Petersburgo por decisión del Emperador desde 1849, y en 1879 se abrió el Seminario católico diocesano. Desde 1902 la sede del Seminario fue el edificio en el que se encuentra actualmente, en la calle de la Primera Compañía del Regimiento Izmailovsky, actualmente calle Primera de la Armada Roja.

Durante los 37 años de su existencia, estudiaron en el Seminario 997 seminaristas, de los cuales unos 700 fueron ordenados sacerdotes. Entre ellos se encuentran los siervos de Dios Konstanty Budkiewicz (fusilado en 1923); Fabian Abrantovi?, marianista, doctor en filosofía por la Universidad de Lovaina, muerto en la cárcel en 1946, después de seis años en prisión; Franzisk Budrys, fusilado en 1937; Jan Troigo, muerto en la cárcel en 1932, después de varias condenas a prisión; Pavel Chomi?, fusilado en 1941; Andrey Tsikoto, general de los Marianistas (1933-1937) muerto en un campo de concentración en China (en donde trabajaba desde 1937) en 1952, donde se le negó todo tipo de atención médica; Antoni Malecki, obispo, que sufrió numerosos arrestos y destierros, que minaron gravemente su salud, y que murió en Polonia en 1935; y los beatos Antoni Leszczewicz, que murió quemado vivo junto con otro sacerdote, sus parroquianos y varias religiosas dentro del templo en Bielorrusia por las fuerzas de ocupación alemanas; el obispo Teófilo Matulionis, que sufrió numerosos arrestos y condenas en cárceles y campos de concentración, y murió en 1962, muy probablemente envenenado por los servicios secretos soviéticos, beatificado el 25 de junio de 2017.  Muchos otros fueron fusilados durante el periodo soviético o murieron en campos de concentración.

En 1918 el edificio fue confiscado, y ya antes, en 1917, se había impedido el comienzo del curso académico. Durante los años 20 hubo varios intentos de reanudar clandestinamente la enseñanza seminarística, pero todos ellos fueron objeto de brutales represiones.

En 1993 el entonces Administrador apostólico de Moscú, Tadeusz Kondrusiewicz firmó el decreto de restauración del Seminario, que funcionó dos años en Moscú en condiciones muy precarias (prácticamente en barracones de obra), y en 1995, cuando se devolvió parte del edificio del Seminario en San Petersburgo, se trasladó a esta ciudad.

Nosotros, los claretianos, primero los PP. Mariano Sedano y José María Vegas, nos incorporamos al Seminario el año 1998, y algo más tarde, el 2001, el P. Alejandro Carbajo. Además de la enseñanza, hemos ocupado diversos cargos (Prefecto de estudios, Director Espiritual, Confesor). No podemos no recordar con gratitud al siervo de Dios, Don Bernardo Antonini, primer Rector del Seminario y que en gran medida determinó que nuestra misión de Rusia se concretara en San Petersburgo (desde hace ya muchos años San Petersburgo-Múrmansk, donde tantos años trabajó con entusiasmo misionero y en medio de muchas dificultades nuestro Juan Sarmiento).

Desde hace ya unos veinte años el Instituto Teológico San Juan Crisóstomo está afiliado a la Pontificia Universidad Lateranense.

En estos veinticinco años han estudiado en el Seminario más de 300 seminaristas, y se han ordenado más de 60 sacerdotes, entre ellos, uno actualmente obispo auxiliar en Ucrania. En sus primeros años estudiaban seminaristas de las cuatro diócesis rusas, de Georgia, Moldavia, Bielorrusia y Kazajistán, además de seminaristas de varias Congregaciones religiosas: franciscanos conventuales y menores, salesianos, claretianos, del Verbo Divino…

La celebración del día 8 ha tenido especial solemnidad. Han participado los cuatro obispos rusos (Moscú, Sarátov, Novosibirsk e Irkutsk), más el Nuncio de Su Santidad, representantes de la Iglesia ortodoxa rusa y de varias iglesias protestantes, unos cuantos antiguos alumnos, todos ellos sacerdotes que trabajan en Rusia y en otros países de nuestro entorno. La lección inaugural la ha tenido Mons. Jorge Carlos Patrón Wong, secretario de la Sagrada Congregación para el Clero, mejicano y una persona extraordinariamente cercana y sencilla. Hemos conectado enseguida con él, porque, además de la lengua común, estudió con nuestro P. General, Mathew Vattamatan, En su lección inaugural ha presentado la nueva Ratio para la formación sacerdotal:  “El Don de la vocación presbiteral – Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis”.

Puede parecer un tema muy árido, demasiado “doctrinal”, pero el P. Jorge Carlos, lo ha llenado de vida. Y si la exposición ha sido sobre la “Ratio”, el orden y la razón, en el turno de preguntas se ha centrado en el corazón. Con entusiasmo contagioso nos ha hablado del modelo de sacerdocio para los tiempos que corren: “en salida”, que va al encuentro y no espera sentado, que sabe acoger, acompañar, contagiar. De hecho, decía (medio en broma, con esas bromas tan serias), si un seminarista no es capaz de convocar a nadie durante los años de su formación, no debería llegar a ordenarse. No se ha limitado a dibujar una imagen ideal (e irreal) del sacerdote, sino que, asumiendo los inevitables defectos de cada uno, ha apelado a la necesidad de que sea un sacerdote no perfecto, pero sí auténtico: un scerdote que lo es las veinticuatro horas, no sólo cuando “ejerce”, y que por tanto, haga lo que haga, esté donde esté, evangeliza siempre. Y todo esto aderezado con símiles muy vivos, algunos futbolísticos, otros tomados de la vida familiar. Así, el seminario es el tiempo del entrenamiento, pero el partido se juega después, y a veces se gana y a veces se pierde; pero eso supone replantearse la estrategia de los próximos partidos y, sobre todo, no dejar nunca de entrenarse (la formación permanente) y de jugar en equipo. Y respecto de la familia, los sacerdotes mayores que pasan por los seminarios a dar testimonio son como los abuelos de la familia: tienen la sabiduría y dan consejos, pero luego dejan libertad, pues lo que reciben esos consejos no viven en el mismo tiempo que los abuelos, y deben de vivir su propio tiempo. Los formadores son como los padres, que son los que tienen la responsabilidad directa de la formación. Pero los seminaristas, los futuros sacerdotes, son los que tendrán que jugar su propio partido. Una hermosa parábola (que yo aquí he estropeado no poco), que aúna muy bien la necesaria tradición con la apertura a lo nuevo. Un aspecto importante de su intervención fue la dimensión ecuménica, tan importante en esta tierra de mayoría ortodoxa y de efervescencia protestante.

En fin, que su presencia entre nosotros en esta fecha tan significativa nos ha traído un soplo de aires fresco, de Espíritu, y nos da importantes indicaciones para la formación de los futuros sacerdotes, en esta tierra de misión, en la que la mera burocracia eclesiástica y la pasividad pastoral (esperar a que nos vengan), que en ningún lugar es ya de recibo, aquí lo es todavía menos.

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