117.- Fuera de la Iglesia no hay salvación
Jesucristo el gran Sacramento del Padre.
Es verdad aceptada sin vacilaciones. Quien le ve a Él, ve al Padre. Es una señal visible infinitamente perfecta. También han recordado los cantarillos anteriores que la Iglesia es sacramento, a veces oscurecido, del encuentro con Cristo. Ahora hay que recalcar, con el Vaticano que es “Sacramento Universal de salvación”. Esta expresión afirma el dominico P.Congar, perito conciliar, está llamada a sustituir al axioma poco afortunado, pero que se ha mantenido durante siglos:”Fuera de la Iglesia no hay salvación”.
No es este el lugar para hacer un largo recorrido histórico de la interpretación al pie de la letra desde los comienzos. Parece estar en contradicción con una verdad expresada en la Sagrada escritura, como es la voluntad salvífica universal. Dios quiere la salvación de todos los hombres (Cf.ITim.2,4), pero también quiere que el hombre haga suya la voluntad salvadora de Dios. (Cf. L. G. 16).
Vista desde un dron la época de los Padres Apostólicos, captamos que ya en el siglo III, Orígenes en Oriente y san Cipriano en Occidente expresan la teoría de “Fuera de la Iglesia nadie se salva.“
Orígenes: “Nadie fuera de la Iglesia se salva, pues si alguno saliere fuera, se hace reo de su propia suerte”. Y san Cipriano:”…no llegará a los premios de Cristo quien deje la Iglesia de Cristo…No puede tener a Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia por Madre.”
El limbo no es solución
San Agustín afirma que sólo hay una Iglesia que salva. Como los anteriores, se mueve en la controversia con la herejía y el cisma. Sin embargo no se le escapa la posibilidad de que haya individuos que estén de buena fe en la herejía. Y el santo lo zanja rápido: “Los tales no se han de contar entre los herejes.”
En este contexto emerge el problema de los niños que mueren sin haber recibido el bautismo. ¿Van a ser condenados al infierno? Tras alguna vacilación aparece la solución de que van a vivir una paz y felicidad natural. A esa situación la llaman “limbo”. A partir del siglo XIII se hace más presente el limbo y llega hasta el siglo XX. El magisterio de la Iglesia nunca la hizo propia y nunca fue considerada dogma. Y ahora está totalmente abandonada. Se afirma la felicidad del cielo. San Juan Pablo II invita a las madres que han abortado libremente a que pidan perdón a Dios “y a vuestro hijo que ahora vive en el Señor” (Evangelium vite. 99) Y la Comisión teológica Internacional afirma que existen serias razones para creer que los niños no bautizados disfrutan de la visión de Dios. Documento aprobado por Benedicto XVI.
Después de esta cuña necesaria, vuelvo al axioma “Fuera de la Iglesia no hay salvación” El problema llega hasta nuestros días. En el siglo XIX, Pío IX quiere precaver a los católicos del indiferentismo religiosos. Afirma que fuera de la Iglesia no hay salvación, pero los que no pueden conocer a la Iglesia pueden salvarse. A mediados del siglo XX es llamativa la postura rígida del Padre Feeney,SJ (Boston. USA) y su grupo que interpretan al pie de la letra y afirman que quien no pertenezca jurídicamente a la Iglesia no se salva. Avisado, se mantiene en sus trece y es excomulgado. Con esta ocasión se hace público en 1953 el documento del santo Oficio en el que explica que el axioma debe entenderse en el sentido que lo explica la Iglesia. Creo necesario conocer lo más importante del documento: “Este dogma debe entenderse en el sentido en que la propia Iglesia lo hace…en primer lugar la Iglesia enseña que en esta materia existe un mandato estricto de Jesucristo…no sólo ordenó que todos los pueblos entrasen en la Iglesia, sino que decretó que ésta es un medio de salvación sin el cual nadie puede entrar en la gloria.
Dios en su infinita misericordia ha querido que, tratándose de aquellos medios de salvación que se ordenan al fin último del hombre, no por intrínseca necesidad, sino por institución divina, los efectos saludables puedan también obtenerse cuando tales medios se han puesto sólo en deseo o en voto…Por tanto para que una persona obtenga su eterna salvación, no siempre se requiere que de hecho esté incorporada a la Iglesia como miembro, sino que es necesario que por lo menos se haya unida por deseo o voto…este voto no se precisa siempre que sea explícito, como en los catecúmenos, sino que cuando una persona se encuentra en la ignorancia invencible, Dios acepta también un deseo implícito, llamado así porque se incluye en aquella buena disposición del alma por la cual una persona desea que su voluntad se conforme con la de Dios…”
El Vaticano II.
La desafortunada afirmación en negativo, el Concilio lo hace en forma positiva. Formulada así significa que toda salvación viene de Cristo Cabeza de su Cuerpo Místico que es la Iglesia:
“(El Sagrado Concilio) enseña fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo que es la Iglesia…(L.G.14)
Sigue este número catorce explicando la diversa intensidad de la incorporación a Cristo Cabeza. Dejo a los que deseen profundizar en la doctrina conciliar la invitación a leer sosegadamente los números catorce, quince y dieciséis. Yo me voy a arriesgar a poner en calderilla los diversos grados de incorporación. Advierto que el orden que propongo no significa estar más unidos a Cristo cabeza. Hay una gama dentro de la fuerza del amor.
- Los miembros triunfantes y purgantes. Ya definitivamente salvados
- Los miembros militantes que viven una fe completa y permanecen en Gracia de Dios.
- Los que creen con la fe de la Iglesia, pero con frecuencia pierden la Gracia de Dios por el pecado.
- Los cristianos que no profesan la fe en su totalidad, pero viven según su conciencia.
- Los no cristianos que sin culpa ignoran el Evangelio, pero buscan a Dios con un corazón sincero y viven con coherencia su religión.
- Lo ateos y agnósticos viven potencialmente la posibilidad de pasar al acto en el conocimiento de Jesús Salvador. Esto ocurre a veces de manera fulgurante, como por ejemplo los casos muy conocidos de García Morente, Frossard, María Vallejo Nájera y otros conocidos en círculos reducidos, pero no menos maravillosos. Yo soy testigo de alguno de ellos. Otros casos marchan más paulatinamente a la luz. Pero llegan.
- Por fin los empedernidos aferrados a su pecado y que como algunos teólogos afirman que es un misterio esos momentos últimos del alma “en salida” que se va encontrar con un Padre infinitamente misericordioso.
Epílogo Luminoso.
Me llega desde Colombia, el día nueve de este mes de Septiembre, con una frase del Papa Francisco. Es relámpago de luz al que no sigue trueno y se mantiene el resplandor del relámpago: “ La Iglesia no es una aduana. No podemos alzar continuamente un ¡Prohibido el Paso!"