icono estrella Nº de votos: 0

110.- La cuestión del favorito.

Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf -

Superada las oposición a su nombramiento  y aguantando con temple las actitudes de opositores, Claret inició su labor con una entrega ejemplar. La reina respondió con generosidad dentro de sus posibilidades y modo de ser. Todo parecía discurrir por cauce tranquilo. Pero pronto el matrimonio con Francisco de Asís de Borbón al ambicioso consorte entró en crisis, porque le paró los pies la reina,  cuando quiso influir en la dirección de la cosa pública y administrar los bienes del real patrimonio. Reacción adolescente que da un portazo y se va a vivir con su camarilla al palacio del Pardo. Y comienzan los rumores sobre la conducta privada de la Reina.

Intervienen Sor Patrocinio, el nuncio Brunelli y el general Narváez y ambos esposos se reúnen a mediados de Octubre de 1847. Apariencias salvadas.

A los pocos meses de la llegada de Claret como confesor de la Reina, el escándalo explotó de nuevo. Los rumores cortesanos se llenan de comentarios  sobre las visitas nocturnas que un apuesto capitán de ingenieros, Enrique Puigmoltó, hace a la reina. Apuesto militar pero nada noble y prudente. Alardea de ello con sus camaradas y muestra los regalos de su majestad. En agosto de 1857 todo se hizo público. La reina estaba encinta  y solicitaba de Pío IX que fuera padrino de la criatura que esperaba  para Noviembre. El asunto se presentaba complicado. Dudas sobre la paternidad pues una carta al favorito, dictaba por su pasión, contradecía otras afirmaciones serias de que el padre es su augusto esposo.

Claret actúa directamente e interpela a la reina con graves reflexiones y advirtiéndole que no puede aguantar esta situación. La reina, hasta con lágrimas en los ojos, promete alejar el objeto de sus ilícitos amores. Reconoce su mala conducta y quiere remediarla, pero la fuerza de su pasión la retrasa una y otra vez. Claret decide alejarse de la corte. Pero Monseñor Simeone, encargado de la nunciatura,  lo visita y le aconseja que tenga paciencia porque es muy duro este paso. Y le aconseja que una vez más  hable de nuevo con la Soberana y con firmeza le anuncie que si no cumple la promesa de alejar al amante, no volverá poner los pies en  palacio hasta ver cumplida la promesa.  Monseñor Simeone en informe al Cardenal Antonelli, secretario de estado, le afirma que tiene esperanza, por el afecto y gran estima que la reina tiene a Monseñor Claret.

En Octubre de 1857 juega ya su última carta y pone a la reina en un dilema: “O el favorito o yo”. Ganó la partida y el flamante militar salió para Londres.

Claret vuelve a Palacio. Y hace lo posible para encauzar los buenos sentimientos de la Reina, que veía lo mejor, pero con frecuencia – voluble ella- se dejaba llevar por la pasión. Sería larguísimo seguir todos los avatares, pero los que han estudiado a fondo la situación quedan admirados al ver a Claret profeta, pero lleno de misericordia. Le acompañaba en sus viajes porque la presencia de su confesor, le daba seguridad.

El reconocimiento del reino de Italia                                                                                 

Al gobierno de Isabel II se le presentó pronto la cuestión del reconocimiento del joven reino de Italia que ya lo habían reconocido todos los gobiernos europeos, con excepción de Austria que tenía cuestiones pendientes con la casa de Saboya.

En 1865 ya estallaba  el tema porque la Unión Liberal, que gobernaba entonces, lo  tenía en sus proyectos. La cuestión en las cortes llegó a tonos muy fuertes. Por otra parte la protesta católica llegó a todas partes fortalecida por pastorales, artículos, sermones…. La oposición de los Obispos fue condenada por los políticos como intromisión indebida en asuntos civiles. – Políticos de hoy tienen la lección aprendida- La reina preguntó a su confesor si estaba de acuerdo con las declaraciones episcopales. La escena la cuenta Claret en carta a Caixal (Cf. Lozano OC pg,485):

Yo le contesté que me parecía bien…ellos han de escribir…yo me hallo presente a Vuestra Majestad y le hablo cara a cara. Ellos escriben en nombre de sus ovejas…mas yo no tengo más que una oveja que el lobo va a devorar…(la reina dijo) ¡Dios me libre!...Algunas veces  me decía que antes dejaría de ser reina.

El 14 de Julio O’Donnell y varios ministros acudieron a la Granja para persuadir a la reina. Volvieron a forzar los argumentos el día siguiente. Y la débil mujer firmó el reconocimiento.

La reacción de Claret, contada por él mismo: “Me presenté a S.M. y le dije: ¿Qué ha hecho Señora? Ella me contestó: esto y esto. Yo le expliqué, pues la han engañado. ¿Qué haré?, me preguntó. Yo le contesté: Señora, una piedra en un pozo pronto se echa y difícilmente se saca…Yo me voy. Si usted se va, yo me moriré de pena, me dijo. Y la dejé llorando.

No caben en el cantarillo tantos flecos, intentos de asesinato y tantas iniciativas.

Imposible acumular detalles. Debo acogerme a la síntesis que encuentro en el estudio del P. A. Bocos publicado en el volumen XV de “Studia Claretiana”.(pg.31)
El bien que desde esta cargo hiciera el P. Claret es incalculable. Dejando a un lado lo que consiguió o no consiguió por el bien espiritual de la Reina, sabemos que hubo un gran florecimiento en piedad y honestas costumbres en muchas otras personas durante este periodo en la Corte, con claras repercusiones en la buena marcha de la Iglesia española. Y que el P. Claret desempeñara ahora su misión con un celo y discreción inigualable, lo reconocen y lo proclaman abiertamente los historiadores al calificar su actuación de todo un ejemplo de elevación espiritual  y categoría humana en medio de las circunstancias más difíciles que podemos imaginar (R. De  la Cierva). Supo hablar a la reina en cada circunstancia con profética libertad.

Destierro y muerte de la Reina De veraneo en Lequeitio, Claret comprende que la revolución tomaba gran incremento e insta a la reina para que vuelva a Madrid. Pero SM siempre salía con excusas, y con seriedad le dijo: “Si su Majestad fuera una muñeca, me la  pondría en el bolsillo y echaría a correr a Madrid para salvar a España de la revolución”(Cf. “El Confesor de la Reina” pg.489)

El 18 de Septiembre, los marineros de la fragata “Zaragoza”, escuchan la arenga de su comandante Topete y con vivas a la libertad y 21 cañonazos, anunció el destronamiento de Isabel II.  La destronada reina marchaba al destierro. Su confesor Claret le acompaña en los momentos de tanta amargura,

Falleció  en París, fortalecida con los últimos Sacramentos  y la bendición de Su Santidad, el 19 de Abril de 1904. Su confesor le había dicho que la esperaría en el Cielo. Claret, como profeta perseguido, acogido por los Cistercienses de Fontfroide y rodeado de sus misioneros, llegaba a la Casa del Padre el 24 de Octubre de 1870.

Mucho me he divertido

La castiza Doctora Teresa de Jesús cunado se apartaba del tema e introducía reflexiones fuera del contexto, anunciaba que se había divertido andando por otros senderos, pero que volvía a la calzada central. En esta explicación abundo para recordar que estos cantarillos últimos  van destinados a la explicación del último núcleo  de la alegoría de “ La Fragua”:”Spiritus Domini”.  Apoyado en el texto Lucano “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido…(4.18) que a Claret tanto le motivaba. He dedicado varios cantarillos a ver las exigencias que el fuego del Espíritu Santo lleva a los que lo reciben          participando del Fuego del Gran Profeta Jesucristo. No me he alejado de la calzada. Pero dedicaremos, según las corrientes que llenen el pozo, a reflexionar sobre ese pasaje que fue el anuncio de que el Reino de Dios ya está en marcha. Jesús cerró el pergamino y dijo clara y solemnemente: “Lo que acabáis de escuchar, se ha cumplido ¡hoy!”                   

Si te ha gustado, compártelo:
icono etiquetas etiquetas :
icono comentarios Sin comentarios