109. Claret, profeta en la corte
Como anuncié al llenar el cantarillo anterior, tenía ya preparados otros para ser llenados con las aguas turbulentas que desde distintos torrentes, entraban el la corte de la “Reina de los tristes destinos” como fue llamada por Aparisi y Guijarro en su discurso a las Cortes el 4 de Julio de 1865.
Sin duda que Isabel II, deseaba ser buena cristiana y esa razón es la que venció todas las artimañas que querían alejar de la reina a un confesor santo. Pero junto a esos buenos deseos aparecía la inercia de la triste realidad. Mujer apasionada que se ve obligada a casarse a las 16 años con su primo Francisco de Asís, (Francisquito, Paquito) hombre amanerado. Frente a tantas presiones, no le quedó más remedio que “patalear porque no quería casarse con Paquita” (“El Confesor de Isabel II” pgs 91-92). A la misma Reina muy pronto se le vio triste y como defraudada, consecuencia natural, en un temperamento como el suyo, de un matrimonio sin otro fundamento que razones de estado y la ambición y codicia del rey consorte.(Cf.O.C. pg 93)
Marco histórico.
En los años que vivió Claret (1.807-1.870) hubo una serie de acontecimientos y cambios en la historia de Europa y por tanto de España, cuyo resultado final fue la transformación completa de la faz política, social, cultural y religiosa. Y esta realidad marcó su vida y misión.
Para medir la magnitud histórica del P. Claret basta ojear el índice de los libros que han estudiado con mediana profundidad el siglo XIX español. Su nombre aparece remitido a una o muchas páginas en las que se habla de él para ensalzarlo o criticarlo. O para enjuiciar con una superficialidad asombrosa, la actividad del Confesor de la reina como un político conservador. Asombra que el hispanista norteamericano Stanley G Payne, llegue a captar la personalidad de Claret, mejor que historiadores nativos, pero influenciados por ideologías adversas. He aquí una cita, para que tomen nota los que creen en calumniadores escandalosos, como lo atribuido a los hermanos Bécquer, con acuarelas obscenas y coplas groseras, para denigrar juntos al P. Claret, la Reina y Sor Patrocinio, reunidas en su álbum: “Los Borbones en pelotas”. Está demostrado que Claret y Sor Patrocinio sólo se vieron una vez en una recepción en la corte. Y con prudencia, al prodigar su atención y pláticas a todos los monasterios de clausura, evitó siempre los fundados por Sor Patrocinio, para no dar pie a los calumniadores que anunciasen a bombo y platillo reuniones secretas.
“La figura clerical más destacada de esos años fue Antonio Mª Claret, probablemente la personalidad principal del evangelismo católico español del siglo XIX. Después de ocupar el arzobispado de la Habana (sic), fue nombrado confesor de la reina y se convirtió en su principal consejero en cuestiones religiosas. Era un asceta casi místico, un escritor religiosos enormemente popular y fomentador de la actividad misionera en el país; más tarde fue elevado a los altares .En política, ejerció tal influencia en los nombramientos episcopales de esos años, que el Papado aprobaba casi automáticamente los nombres propuestos por Madrid.” (Cf. “El catolicismo español”. Barcelona 1984, pg.123)
Otro extranjero R. Carr, considera que el movimiento de regeneración religiosa de España, maltrecha por las leyes anticlericales, “está vinculado al P. Claret, apóstol de España” (España 1808.1939. Pg.280).
Y Baldomero Jiménez Duque, documentado historiador de la espiritualidad del siglo XIX,, afirma:”Lo que es indiscutible es que el P. Claret centra el siglo XIX español con su vida santa y apostólica. Es el gran santo de esa hora de transición, de iniciativas, también de sufrimiento y de cruz” (Historia de España BAC. Pg. 468)
Paso a la visión del protagonista.
Doy por conocidas las líneas fuerzas que a lo largo del siglo XIX se encuentran y a veces chocan entre sí. Los historiadores las reducen fundamentalmente a cuatro: Conservadurismo, Nacionalismo, Romanticismo y Cultura Moderna.
Sobre estas olas tuvo que patinar Claret. Demostró ser un buen surfista y saber ser hijo de la Iglesia sin perder el equilibrio. Y hay que aterrizar.
Primero voy a recordar la acción evangelizadora que amplió a toda los moradores del Palacio Real. Anticipo como síntesis la declaración de Isabel II en el Proceso Regio, el 13 de julio de 1899: “El bien que a mí me ha hecho, así como a mi familia, en vida, no tengo palabras ni gratitud para expresarlo, y estoy persuadida que nos protege desde el cielo, donde goza de aquella dicha que tanto anhelaba y que todos debemos ansiar.”
Voy a sacar agua del pozo de la autobiografía para conocer el modo que ideó para canalizar su inquietud apostólica: “La reina desde el primer año que hizo los ejercicios espirituales, cada año los ha repetido y siempre los hace con tanto gusto que sale de ellos muy contenta, y, sobre todo, gusta de los que yo publiqué, y me dice que le traiga ejemplares, que ella tiene el imponderable placer de regalarlos a unos y otros…todas las camaristas y azafatas tienen el “Camino Recto”… que gustó mucho a SS MM. ; para ello se hizo una impresión de lujo…todos se portan del modo más edificante: oyen la santa Misa todos los días, leen la vida del santo, rezan el santo Rosario y frecuentan los santos Sacramentos…”(Aut.615)
¿Cómo se compagina todo esto con la aguas turbulentas que anegaron a la reina. San Pablo nos da una explicación en su carta a los Romanos (7,14-25):”Pero yo soy un hombre acosado por apetitos desordenados… y no acabo de comprender mi conducta, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco…el querer el bien está a mi alcance, pero el hacerlo no…¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que es portador de muerte?
Hay que dejar al cantarillo siguiente presentar algunos rasgos proféticos de Claret en las situaciones que el vacío inmenso afectivo de la reina “de los tristes destinos” le arrastraba a buscar llenarlos con situaciones de escándalo y de pecado.
Claret ante las calumnias
No debo dejar en el aire la respuesta heroica de Claret, ante las calumnias de todo tipo de los que rabiaban por su fructífera labor evangelizadora. En el periódico madrileño “La esperanza” el 24 de Enero de 1865, se publicó un largo artículo del que cito algún párrafo:” Claret estaba resuelto a escuchar en silencio…la suposiciones calumniosas que en su daño se esparcen… Pero cediendo a las encarecidas instancias de personas que…juzgan que importa a la Iglesia desmentir tales aseveraciones nos autoriza para publicar la siguiente reseña…los amigos han dicho al Sr. Claret que se defendiese, pero siempre ha contestado que la mejor defensa era no hacer caso, y rogar por ellos como hizo Jesús desde la Cruz, que decía:’Padre, perdónalos que no saben lo que hacen’; pues esos desventurados no saben lo que hacen, ni lo que dicen…sin embargo la caridad y la justicia exigen que se publiquen estas verdades…para confusión de los malos, arrancándoles la careta…para avisar a los incautos que no semejen engañar con tales calumnias e imposturas…”(Cf. Aut. 863-872)
Se acumulan en mi memoria, citas y anécdotas… pero iluminado por San Agustín las dejo en la trastienda de mis notas, porque todas ellas no convencen a los que no desean ser convencidos. Y a los que desean la verdad completa, les basta los testimonios y datos presentados. Y tapo el cantarillo con la frase agustiniana:“Para el que quiere creer, tengo mil pruebas, para el que no quiere creer, no tengo ninguna.”