107. Claret profeta siempre
El atentado de Holguín
No superan las distintas relaciones del atentado de Holguín, a la que el mismo Claret relata en su autobiografía redactada en Madrid. La cita es larga pero creo importante conocerla desde la vivencia de Claret como víctima y con la perspectiva de recordarla pasados unos seis años:
“…me hallaba muy fervoroso y deseosos de morir por Jesucristo, no atinaba sino hablar del divino amor con los familiares y con los de fuera…tenía hambre de padecer trabajos y de derramar la sangre por Jesús y María… (Aut.573).
El día 1º de febrero de 1856, habiendo llegado a la ciudad del Holguín, abrí la santa visita pastoral, y como era la fiesta de la Purificación de María, les prediqué de este admirable misterio, haciéndoles ver el gran amor que nos manifestó la Santísima Virgen al ofrecer a su Santísimo Hijo para la Pasión y Muerte por nosotros. Las cosas que yo dije y cómo las dije yo no lo sé, pero decían que fui feliz como nunca. El sermón duró hora y media.
Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando he aquí que al concluir la función salimos de la iglesia para ir a la casa de mi posada, acompañado de cuatro sacerdotes y de mi paje Ignacio, de un sacristán con un farol para alumbrar, pues el tiempo estaba oscuro…ya estábamos en la calle Mayor, calle ancha y espaciosa,, había por un lado y otro mucha gente y todos me saludaban. Se acercó un hombre como si me quisiera besar el anillo, pero al instante alargó el brazo armado con una navaja de afeitar y descargó el golpe con toda su fuerza. Como llevaba la cabeza inclinada y con el pañuelo me tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba, me hirió la cara, o mejilla izquierda, desde junto a la oreja hasta la punta de la barba, y de escape me hirió el brazo derecho con que me tapaba la boca.
Por donde pasó la navaja partió toda la carne hasta rajar el hueso o las mandíbulas superior e inferior. Así que la sangre salía igualmente por fuera como por dentro de la boca. Yo al instante co la manos derecha agarré la mejilla para contener el chorro de la sangre y con la mano izquierda apretaba la herida del brazo derecho. Cabalmente estaba cerca una botica y dije: entremos aquí, que tendremos más a mano los remedios. (Aut. Nº 576)
Varios médicos que habían asistido al sermón, al correrse la voz, acudieron a la farmacia. Calcularon que la sangre perdida no bajaba de cuatro libras y media, lo que explica un ligero desmayo.
“Hecha la primera cura me llevaron a mi posada. No puedo explicar el placer, el gozo y la alegría que sentía mi alma al ver que había logrado lo que tanto deseaba, que era derramar la sangre por amor de Jesús y de María, y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades evangélicas …Esta alegría y gozo me duró todo el tiempo que estuve en cama…(Aut. Nº 577)
Creo que con esto doy contento a los lectores que se entusiasman al conocer la vida del Profeta Claret. y les anime a gozar con la lectura total de una Autobiografía que estimula a seguir a Jesucristo, de la mano de María.
Sorpresa y cambio de rumbo.
La sorpresa estaba a la vuelta de la esquina en el caminar claretiano. El 18 de Marzo al bajar del púlpito le entregan una esquela urgente firmada por el Capitán General Concha:
“S.M. la reina desea que V. E. pase inmediatamente a Madrid: creo que será para hacerle arzobispo de Toledo, mañana le enviaré la orden y pondré un buque a su disposición.”
Claret reúne a sus consejeros y todos dictaminaron que debía obedecer. Entonces la voluntad de un monarca era sentida como deber de obediencia. Aquella misma noche dio las disposiciones oportunas para proveer al gobierno de la diócesis en su ausencia. El 28 llegaba a la Habana, donde tuvo que espera el buque que la debía llevar a España. Catorce días que asombraron por la multitud de sermones y conferencias que detallan sus biógrafos. Por fin el 12 de Abril, domingo de Pascua, después de celebrar con gran gozo el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte, se embarcaba en el “Pizarro”, buque de guerra, con una tripulación de doscientos hombres. El 18 de mayo, el Pizarro llegaba a Cádiz y el 20 tomaba con sus dos acompañantes la diligencia Sevilla- Córdoba-Madrid. Dos horas llevaban descansando de los traqueteos de la diligencia, cuando se presento ante su residencia un coche de caballos para trasladarlo al Palacio Real. La reina tenía prisa en verle para pedirle que fuera su confesor, porque quería salvar su alma a toda costa. El 5 de Junio le comunicaban el real decreto de su nombramiento. El cargo era un puesto oficial de la corte, con una asignación de 60.000 reales.
Este nombramiento se hizo contra los consejos de grupos que querían alejar a Claret de la reina. Incluso grupos de ideologías opuestas se unen para oponerse a Claret.
Confesor de la Reina y de la Infanta.
Isabel II fue tajante. El médico y el confesor han de ser el que elija el enfermo y el penitente, Los criterios que decidieron a la reina se sintetizan en el deseo que tenía de encontrar un hombre no político, de los que estaba harta, sino un santo con quien se pudiera explayar con la seguridad de que no repercutiría en política cuanto le dijera. Era una necesidad de Isabel II que era una mujer expansiva, comunicativa y pasional más que política. Así se lo dice en carta a Don Santos de Tejada “He llamado a Claret por su notoria y ejemplar virtud, por su carácter retraído de todo lo que era La Corte y la política y porque necesitaba mucho la dirección interior. También por los muchos que aspiran a ser mi director sin tener esas cualidades.”
Es probable que hubiese alguna insinuación de la Nunciatura con ocasión de buscar sucesor al Cardenal Orbe en Toledo. También pudo intervenir el Ministerio de Ultramar para alejar a Claret de Cuba por las discrepancias que tenía con las autoridades en Cuba, que eran frecuentes y en ocasiones violentas. Y alejarlo también de los peligros de nuevos atentados.
En su Monografía sobre el tema, el P. Cristóbal Fernández trae el testimonio de la conversación de dos eclesiásticos célebres: “Cuánto convendría ahora encontrar para confesor de S. M. un sacerdote de buen espíritu, celoso de la gloria de Dios, libre de compromisos con la gente política y bastantes desprendido para no dejarse atar con promesas , ni amenazas. Yo conozco uno, dijo uno de ellos, pero está lejos. Es Claret. Veremos…veremos, dijo el otro. “ (Pg 125)
Y el cantarillo ya está lleno. Veremos el agua fresca que nos traigan otros cantarillos que nos hagan admirar a Claret Profeta y Evangelizador en Madrid y España.