105. Claret profeta
Ceo que “profeta” no es el calificativo más usual que se emplea cuando se quiere hablar o escribir sobre San Antonio Mª Claret. Sin embargo creo se le puede aplicar con exactitud el versículo 5, del capítulo 1 de Jeremías: “Antes de haberte formado Yo en el seno materno, te conocía/ y antes que nacieses, te tenía consagrado; / Yo, profeta de las naciones te constituí”
Claret ya desde niño, aprendiz de profeta
Sabemos que Claret supo ver y escuchar la voluntad divina y supo anunciarla con fuerza y sin miedo al riesgo que lleva consigo el cantar verdades. Ese peligro lo ha sabido expresar muy acertadamente el proverbio. “Si vas a decir alguna verdad al personal, procura tener un caballo a la puerta para escapar apenas la digas.”
El profeta escucha la palabra de Dios, la guarda y la rumia en su corazón, para poder anunciarla sin paliativos. Y este escuchar lo aprendió ya de niño nuestro P. Claret. Tenía doce años cuando su padre le dijo que no había posibilidad económica de ir al Seminario y que comenzase a ayudarle en su fábrica de hilados y tejidos. Esta contrariedad activó la capacidad interior precoz de oír y de confiar: “al anochecer, cuando apenas quedaba gente en la Iglesia, entonces volvía yo y solito me las entendía con el Señor. ¡Con qué fe, con qué confianza y con qué amor hablaba yo con el Señor, con mi buen Padre! Me ofrecía mil veces a su santo servicio, deseaba ser sacerdote para consagrarme día y noche a su ministerio, y me acuerdo que le decía: ‘Humanamente no veo esperanza ninguna, pero Vos sois tan poderoso que si queréis lo arreglaréis todo’. Y me acuerdo que con toda confianza me dejé en sus divinas manos, esperando que Él dispondría lo que se había de hacer, como en efecto así fue.”(Aut. nº40)
Una trampa impensada.
A los 17 años pidió a su padre le dejase marchar a Barcelona y aseguró que se ganaría con su trabajo lo necesario para vivir y estudiar Ahí le esperaba la trampa. El entusiasmo por la fabricación le atrapó de tal manera que “el continuo pensar en máquinas y telares y en composiciones me tenían tan absorto que no acertaba a pensar en otra cosa.”(Aut. 65)
Pero el Señor le había tomado la palabra cuando se ofreció mil veces en su santo servicio. Su autobiografía narra los medios que la Providencia puso en marcha para romper esas ataduras (Cf, Aut. 64-76). Seguro que si los hubiese conocido, hubiera citado los versículos del salmo 123:”Bendito el Señor, que no nos entregó/ en presa a sus dientes,/ hemos salvado la vida,/ como un pájaro de la trampa del cazador;/ la trampa se rompió y escapamos.”
En el ojo del huracán.
No voy a llenar el cantarillo con las situaciones creadas por la Constitución aprobada en Cádiz en 1812. Sin duda recogía ideas liberales que provocó la división en la sociedad entre contrarios a la nueva Constitución y los renovadores de cuño anticlerical. La situación se agravó en 1835 con la famosa desamortización (robo) de los bienes eclesiásticos, ordenada por J.A. Mendizábal y exclaustración y expulsión de religiosos.
Una sociedad tradicionalmente cristiana pasaba por una fuerte crisis arrastrada por las circunstancias. En esta situación de desmoronamiento político, moral y religioso tiene que aparecer con urgencia la llamada del profeta. Y efectivamente capta el joven sacerdote Claret la necesidad de ir a los hermanos con nostalgias y hambre de Dios.
Se presentó al Obispo y como Isaías clama: ¡Aquí estoy, envíeme!
El Obispo comprende y le desliga de la limitación de una parroquia, para dar comienzo a las misiones populares por las parroquias. Las multitudes llenan templos y plazas para calmar la sed de la Palabra de Dios. Los políticos se asustan porque temen a la multitud. Y crean una situación que propicia la marcha a las Islas Canarias Los isleños abarrotan Iglesias y plazas para escucharle y esperan hasta días para poder confesarse. Este fervor hace exclamar al misionero: “Estos canarios me han robado el corazón”
Tengo que hacer con otros.
Sin rigor cronológico y a grandes rasgos intento ver el alma fogosa del joven cura Claret. Ante el inmenso trabajo comprende la urgente necesidad de más brazos apostólicos. Y acuña la famosa frase: “Tengo que hacer con otros lo que solo no puedo”. El Espíritu que lo había ungido le inspira posibilidades. Había que crear una “Hermandad del Corazón de María” en la que en igualdad de derechos, sacerdotes y seglares hombres y mujeres, se lanzaran a evangelizar, conferencias, catequesis, bibliotecas…. Los estatutos son presentados al arzobispo metropolitano Echanove, Se alarma antes las iniciativas de ese cura inquieto y prohíbe terminantemente la Hermandad. Los seglares –ellos y ellas- deben ser dóciles ovejas y obedecer a sus pastores. Han de pasar más de cien años para poner en primer plano la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios y más aún, reivindicar el lugar que corresponde a la mujer. Me viene a la memoria la letra de la zarzuela: ¡Qué tiempos aquellos, qué tiempo perdido!
Claret creía en el potencial de cristianos comprometidos: En estos últimos tiempos parce que Dios quiere que los seglares tengan una gran participación en la salvación de las almas”. ¡Ay profeta que ves más allá de tu tiempo! No te comprenderán. Pero te has metido en la Fragua para forjarte saeta y ser lanzada. ¿Quién será el arco para poner la saeta en la diana? El nombre del núcleo nos aclara la respuesta.: “El Espíritu del Señor Jesús.” Y también, en la experiencia claretiana, María: “Soy como una saeta puesta en vuestra mano poderosa.¡ Lanzadme Madre mía!”
El profeta Claret, encuentra un camino para comenzar su impulso creativo. El Obispo de Vic, que lo comprende y quiere, acoge la idea de unir a los sacerdotes fichados por estar animados del mismo espíritu apostólico. Con astucia huye de la sombra del metropolitano y los cinco cofundadores acuden al Seminario vicense, acogidos con calor por el rector, amigo y admirador del ímpetu apostólico de Claret. Se reúnen en una celda de seminarista con una mesa, una silla y dos bancos sin respaldo, y un cuadro de la Madre del Divino amor. Se respira e un perfume fervoroso porque la celda se ha convertido en un pebetero, que va a recibir la flecha encendida que es lanzada por la mano poderosa de María. Y se enciende una gran hoguera porque “Hoy comienza una grande Obra”.
Los cinco cofundadores están desconcertados y por boca de uno de ellos emerge la pregunta que está en todos
-¿Cómo podremos realizar una gran obra si somos tan pocos?
Pero el Fundador sabe que es sólo una saeta lanzada por la verdadera Fundadora. Se adivina esta seguridad en muchos de sus escritos, pero sobre todo al volver de Cuba, en Los Ejercicios espirituales dirigidos en 1865 a la comunidad de Vic, les asegura que la Virgen Madre es la Fundadora. Cambia de oyentes y se vuelve a la Imagen del Corazón de María y exclama: “Vuestra es la Congregación. Vos la fundasteis. ¿No os acordáis, Señora, no os acordáis? Lo dijo con tal acento y naturalidad-comenta un testigo- que se echaba de ver muy al vivo las palabras y la presencia de María.(Cf. Annales, 1885; Historia de la Congregación. Aguilar M. I, ar. 5)
Pero veo que el cantarillo está a tope y no quiero regar el suelo. Y quedan por demostrar como sigue Claret siendo Profeta en nuevas etapas de su vida con abundantes retos. Necesitará llenar la aljaba de flechas para ponerlas en manos del brazo fuerte de María. Ya tengo otros cantarillos preparados para llenarse de aguas perfumadas.