Visitada repetidamente por el dolor, una enferma de cáncer hace su propia lectura de las palabras del cuarto evangelio: "Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre" (Jn 19, 25). Mirando a María -dice- tiene sentido el dolor, nuestro dolor, ya que la cruz
María sale discretamente al paso y se deja encontrar, no ha dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna.
Entre ese primer 'toque delicado' en Belén y ese último 'toque delicado' en el Calvario transcurre un itinerario en el que María sabe actuar 'con tacto'.
Su vida fue un derramamiento de Dios que percibimos los que corremos tras el olor de sus perfumes, bálsamo renovador que da transparencia a la persona en su totalidad.