Identidad

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    “Atardece y el día ha declinado”. Me gusta buscar un motivo para hacer un alto en el camino, para pararme, aquietarme y ver cómo vivo. Me he preguntado en soledad cómo voy aprendiendo a ser yo. He viajado a mi interior sin prisas, despacio, rastreando las huellas que van dejando los años. Mientras escribo esto me encuentro en Yhú, con mis hermanos claretianos, siempre afanosos en sus múltiples quehaceres por tantas comunidades rurales. Hoy ha sido un día para reparar fuerzas, para respirar pausadamente, para volver a mí.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Con el paso del tiempo voy descubriendo que mi yo ha renunciado a ser perfecto. Aprende en la confrontación. No retira nunca su mano a quien la solicita. Abre su corazón en lugar de cerrarlo para salir ileso. Asume el riesgo de ser herido y de decir lo que lleva dentro: anhelo, cobardía, oscilación, incoherencia, amor, pasión, sombras, humor, gracia, luz… Lucha por lo que cree y siente. No esquiva la vida y el trabajo. No busca triunfos. Está con los demás. No es altanero. Es recibido, agradecido, finito.

    Va de la mano de Dios y de un “montoncito” de buenos amigos. A veces pierde su rumbo, se extravía. Ha pasado por duras tormentas y ha resistido oleajes y pruebas. No se apega a la propia carne, tampoco necesita muchas razones para justificar su existencia. Tiene madre y padre y hermanos y una gran familia por los cuatro costados. Está en pie porque está en pie. Es lo que es y es como es. Vive del amor. Le duelen la tristeza y la injusticia, los malos tratos y la indiferencia. Llora cuando se traiciona. Abraza su debilidad. Es vulnerable. Vive a gusto en su propia piel. Lucha pacientemente por su liberación interior. Lleva la suavidad divina de un secreto, de una alegría, de una vocación. Aguanta sus altibajos, disfruta de su recorrido. No deja de ser frágil y quebradizo. Conoce bien sus batallas y sus heridas. Se va dejando modelar según la forma que Dios tiene pensado para él. No le gusta ajustarse a leyes y normas establecidas. Ama la libertad. Tiene su santuario donde todos los días mora.

    A mi yo no le gustan los críticos amargos, los patéticos, los manipuladores, los superficiales, los irónicos que hacen daño, los poderosos, los necios, los que se toman la vida demasiado en serio, los que no dejan espacio a la alegría y a la fiesta, a la broma y al juego. No le gustan los que no saber apreciar un paseo, un saludo, un amanecer, los que dicen que son los otros los que se equivocan y los que tienen que cambiar mientras ellos permanecen siempre rígidos, acorazados, defensivos, impositivos. A mi yo no le gustan los que se pasan todo el día pensando en sus planes, sus horarios, sus trabajos sin tiempo para organizar su interior y menos aún para mirar a los demás. No le gustan los “políticamente correctos”, los que no saben como piensan, los que proceden con perfecta diplomacia y nunca dejan espacio a la sorpresa. No le gusta los que se van quedando sin vitalidad para sonreír y vivir.

    

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