Decálogo de actitudes.

14 de noviembre de 2007
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Vivir la espiritualidad de la vida cotidiana es, al mismo tiempo, dejarse evangelizar y seguir las huellas y el estilo de Jesús evangelizador. Saber a qué sabe el Espíritu, requiere al menos este decálogo de actitudes:
Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

  1. Saber aprender. Quiere decir: vivir con los ojos bien abiertos, vivir despiertos a la realidad, con sus pasiones y sus milagros. De esta suerte se va aprendiendo a ser discípulo de la vida y del Mesías y Maestro.
  2. Saber callar. Quiere decir: hacer silencio, crear interioridad contemplativa. Jesús no tuvo prisa de salir a los caminos para anunciar su mensaje. Guardó silencio durante treinta años. Luego hizo suya la experiencia del desierto. Esperó su hora. Maduró su palabra en el silencio.
  3. Saber escuchar. Ello implica tener oídos de discípulo cada mañana; acoger las necesidades del pueblo, sus gritos y sufrimientos; oír su clamor que llega hasta el cielo. Y a través del pueblo estar pendientes de los labios de Jesús, como María de Betania y María de Nazaret.
  4. Saber convivir. Quiere decir: saborear la cercanía y la empatia. La evangelización acontece desde dentro. Compartiendo la misma vida, las mismas seducciones del plan del mundo, se tienen las condiciones para anunciar el plan de Dios.
  5. Saber anunciar. Proclamar las buenas noticias de la salvación que ya está presente y ya transforma la vida hacia el futuro más pleno. Y buena noticia es que nuestros más profundos sueños coinciden con los sueños de Dios para nosotros.
  6. Saber confiar. Saborear la actitud del sembrador que esparce la semilla y del pescador que echa la red. A veces todo parece inútil. Pero la semilla crece por sí misma, sin saber cómo.
  7. Saber esperar. Esta dinámica se simboliza en «las lámparas encendidas», es decir, vigilancia y fidelidad, y se expresa en la capacidad de no acelerar la separación entre la cizaña y el trigo.
  8. Saber seguir. Esta es la respuesta a la llamada apremiante de Jesús a venderlo todo: los ídolos, las seguridades, los miedos, compartiendo su causa y su destino.
  9. Saber andar. En nombre de la comunidad se trata de ir hacia los alejados sin aguardar a que vengan ellos. La palabra de Jesús sigue siendo la misma: id y enseñad.
  10. Saber resistir. El evangelio encuentra oposición en el mundo del pecado. El corazón no se deja iluminar y trasformar a la primera. Encuentra obstáculos y barreras, adversidades y rechazos. Es preciso saber persistir en la tarea de la gracia.

    

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