Carta a los amigos

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Queridos amigos:

    Pongo en vuestras manos amigas las fugaces imágenes y las más sentidas palabras que nacieron en los días del invierno paraguayo ¡Cuánto dura el invierno! No sólo ocupa los meses de junio a septiembre. Es largo muy largo el tiempo de corrupción, de pobrezas, de violencias, migraciones, desempleos, dramas personales y familiares, enfermedades. Un invierno que parece no acabar nunca para los niños de la calle, los indígenas olvidados, los sin techo, los sin tierra para vivir, los sedientos de verdad y de justicia. Todavía es invierno, hace frío, pero parece que a lo lejos se apunta una primavera niña que quiere habitar en esta tierra buena y regalarnos un tiempo nuevo, una esperanza viva.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.     Las palabras y las imágenes que os regalo son una invitación a encontrarnos con nuestra propia verdad. No podemos limitarnos a contemplar la historia de los hombres y de los pueblos como simples espectadores. La vida está llena de fuerza, de heridas, de amigos, de amor. No podemos pasar ante la realidad distraídos, desatentos, insensibles. Los rostros de tantas personas nos interpelan, nos provocan, nos despiertan y nos urgen a vivir comprometidamente, con más autenticidad. La lucha por un mundo más humano nos preserva del virus individualista, aburguesado e insolidario que quiere hacer nido entre nosotros. No hay sitio para el aburrimiento, la comodidad y la pasividad cuando se quiere hacer el bien sin descanso, cuando con todas las fuerzas y todo el corazón nos queremos entregar a nosotros mismos y a los demás como una madre se entrega hasta el extremo por cada uno de sus hijos.

    Siempre merece la pena emprender el camino hacia la realización humana. Tenemos la obligación de aprender cada día a ser más humanos, mejores personas y trabajar sin desfallecer por mejorar las condiciones de vida de las personas que están esperando lo que en justicia les pertenece y tanto les tarda en llegar. La llegada de un nuevo cambio político ha llamado a las puertas del pueblo paraguayo y éste no ha dudado en abrir de par en par las puertas a la utopía de “los cielos nuevos y la tierra nueva”. Algo nuevo está amaneciendo después de mucho tiempo de sequía y de brecha sangrante entre los que tienen todo y los que no tienen nada. El nuevo presidente ex- obispo, Fernando Lugo, renuncia a vivir en un país donde “unos no duermen por miedo y otros no duermen por hambre” El pueblo ha despertado su conciencia crítica y lo ha expresado y cantado en libertad.

    Con las armas de la comprensión, la escucha, la humildad, nos adentraremos en la piel de nuevos hermanos y hermanas que acrecentarán nuestra fe en el Reino de Dios y en su misericordia. Sus celebraciones litúrgicas, sus fiestas patronales, sus luchas, su interés por la formación, por la catequesis, por los jóvenes, por el trabajo, por ser buenos servidores de sus pequeñas comunidades, se convertirán en una llamada de atención a nuestras conciencias a veces adormecidas y acostumbradas a escuchar la Palabra pero no siempre dispuestas a convertirse a ella. En el contacto directo con algunos líderes evangelizadores, volveremos a descubrir que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay futuro.

    Querido amigo, querida amiga, deseo que estos apuntes y reflexiones que fueron escritos con precipitación, sin pulir, puedan ser acogidos con benevolencia y sobre todo pongan rumbo para conocer otra realidad distinta, pero no distante, de la que en estos momentos te toque vivir. Ojalá en estas torpes líneas puedas también encontrar la huella de Dios y de los hombres, llenos de fuerza y de pasión por la vida. Todo fue vivido a paso lento, al ritmo de un corazón creyente y misionero. Todo lo sucedido te lo regalo para que también pueda vivir en ti.     

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