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Unidos a los Santos, Alabamos a Dios

Ron Rolheiser - Traducción: Carmelo Astiz, cmf -

Todos estamos familiarizados con un estribillo que se repite en muchas de nuestras oraciones y canciones cristianas –sobre todo al fin del prefacio, himno de alabanza en la eucaristía-; se trata de una antífona esperanzadora dirigida a Dios: “Concédenos que seamos uno con todos los santos cantando tus alabanzas”.

Pero tenemos una versión super-piadosa de cómo pudiera escenificarse eso. Nos imaginamos a nosotros mismos, un día, en el cielo, en un coro u orfeón, junto con María, la Madre de Jesús, con las grandes figuras bíblicas del pasado, con los apóstoles y con todos los santos, entonando alabanzas a Dios, sintiéndonos felices todo el tiempo por estar allí, dada nuestra inferioridad moral y espiritual en comparación con esas grandes figuras espirituales. Nos imaginamos a nosotros mismos pasando la eternidad llenos de gratitud por formar parte de un equipo que, según su nivel de excelencia, nos tendría que haber excluido.

Pero eso es sólo fantasía, pura y simple, sobre todo simple.

¿Qué significaría “estar entre los santos cantando las alabanzas de Dios”?

“Somos uno con todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando nos unimos a ellos en la forma de vivir nuestras vidas; cuando, como ellos, nuestras vidas son transparentes, honestas, basadas en integridad personal, sin esqueletos en nuestro armario. Estar “unidos a los santos cantando las alabanzas de Dios” no se refiere tanto a cantar canciones e himnos en nuestras iglesias como a vivir vidas honestas fuera de ellas.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dioscuando irradiamos la inmensa compasión de Dios; cuando nosotros, como Dios, procuramos que nuestro amor abrace a todos sin mirar la raza, credo, género, religión, ideología y diferencias de cualquier tipo.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando nuestro corazón, como el de Dios, es una mansión con muchas moradas.

Unirse a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” significa ser compasivo como Dios es compasivo; significa permitir que nuestro sol brille tanto sobre los malos como sobre los buenos y dejar que nuestra empatía logre abrazar también a los de ideas opuestas.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando atendemos a las “viudas, huérfanos y extraños o extranjeros”, cuando alcanzamos a los más vulnerables, cuando alimentamos a los hambrientos, damos de beber a los sedientos, visitamos a los enfermos y encarcelados; cuando luchamos y trabajamos por la justicia.

Unirnos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” significa revertir la tendencia de la naturaleza por la supervivencia de los más fuertes y, en vez, trabajar para hacer posible lo opuesto, la supervivencia de los más débiles.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando trabajamos por la paz, cuando, tanto en nuestra vida personal como en nuestra vida político-social, nos esforzamos por irradiar la no-violencia de Dios; cuando rechazamos la tentación de intentar acabar una violencia cruel con una moralmente superior.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” siempre que nos perdonemos unos a otros, especialmente cuando ese perdón se mezcla con una amargura que parece indigna del regalo.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando amortiguamos el odio, la ira, la violencia y el mismo asesinato y cuando, como Jesús, no respondemos con la misma moneda; cuando perdonamos a nuestros enemigos.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando, como ellos, entregamos generosamente nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestra misma vida con abnegación, sin considerar los riesgos; cuando vivimos de modo altruista, aceptando que nuestra realización personal no sea la meta más importante de nuestras vidas.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando vivimos con saludable modestia, cuando nos destronamos a nosotros mismos como el centro del universo, cuando tomamos el puesto más bajo sin resentimiento, cuando nuestra conversación no gira necesariamente en torno a nosotros.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando somos uno con ellos en la oración, cuando, como ellos, alzamos regularmente nuestros ojos al cielo más allá del horizonte del mundo actual para anclarnos en la realidad del “más allá”.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando vivimos con paciencia y aguante; cuando aceptamos sin amargura que todas las sinfonías tengan que permanecer inacabadas y que tengamos que vivir sin alcanzar perfección; cuando vivimos en medio de las frustraciones de esta vida sin murmurar, de forma que la vida pueda ir desarrollándose cuando y como Dios quiera.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando vivimos esperanzados; cuando arraigamos nuestra visión y nuestras energías en la promesa de Dios y en el poder que Dios reveló en la resurrección de Jesús.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando, como Julián de Norwich, vivimos creyendo que, independientemente de cualquier oscuridad actual, el final de nuestra historia está ya escrito, que al fin todo quedará bien y estarán bien y en armonía todas las formas de ser.

Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios” cuando, en vez de vivir inmersos en la envidia, el resentimiento, la amargura, la venganza, la impaciencia, la cólera, la división, la idolatría y la urgencia sexual, vivimos, por el contrario, inmersos en la “caridad, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la mansedumbre, la fidelidad, la modestia y la castidad” (todos “frutos del Espíritu Santo”).

“Nos unimos a todos los santos cantando las alabanzas de Dios”
sólo cuando vivimos nuestra vida como ellos vivieron la suya
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