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TODAVÍA QUEDAN PROFETAS

Salvador León -
Sin pelos en la lengua, con la voz serena, templada y valiente, un sacerdote de 51 años se atreve a decir verdades como puños, “como la copa de un pino”. Es capaz de arriesgar su vida poniendo el dedo en la llaga, llamando a las cosas por su nombre. No teme por su vida porque hace tiempo la puso al servicio de Dios, de su Reino, de los pobres. No se esconde, da la cara ante autoridades civiles y militares. No se cansa de trabajar, de denunciar los grandes males que están haciendo en Honduras con la tala de bosques, con la pérdida de tantas riquezas naturales, con la explotación indiscriminada de este gran bien del país.

Luchador incansable en la defensa de los bosques, el P. Andrés Tamayo es el principal dirigente del Movimiento Ambientalista de Olancho y denuncia abiertamente a la Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal por ser una institución dedicada a “lavar” madera ilegal para que las empresas exportadoras puedan venderla. La tala de 29.000 árboles diarios y una ganancia de un millón de dólares diarios han puesto en pie a este sacerdote acusado de movilizar las masas y de beneficiarse económicamente de sus reivindicaciones.

El movimiento que encabeza ha tenido persecuciones institucionales armadas y planificadas. Confiesa el P. Tamayo: “somos un movimiento de resistencia y lo que hemos logrado es fruto de la conciencia de un pueblo, pero no porque el gobierno haya dado un paso”. Este sacerdote misionero no se escapa de la realidad, no vive al margen. Sale a la carretera, se mete en los bosques; su compromiso es radical. “Me siento protegido por Dios y por el pueblo. Él sabe cuidar a su gente. Siento miedo y temor, pero ese no es el fin, ese es un efecto que sale de la causa que uno defiende. Siento seguridad en el sentido de que estoy firme en lo que hago. Pienso por adelantado que algo me puede suceder; pero, si me voy a detener por eso, sería un cobarde, sería botar un ideal; y los ideales son más grandes que cualquier amenaza”.

Presidió la eucaristía en la catedral de S. Pedro, después de haber pasado unos días en esta ciudad presentando su lucha, su filosofía, impartiendo conferencias y aceptando ser entrevistado por los distintos medios. Conoció, siendo él acólito, a Monseñor Oscar Romero. Tal vez haya heredado de él ese espíritu profético combativo, propio de los que encarnan en sus vidas la bienaventuranza de los que luchan por la paz y la justicia.

Extraigo algunas de sus palabras pronunciadas en una de sus homilías valientes, arriesgadas y entusiastas que tuve la oportunidad de escuchar. “Por la defensa de esta vida, como el don más sagrado de Dios e inviolable ante las leyes humanas, les incito a no dejar que el poder económico nos explote, nos humille y nos quite la vida. Bien sabemos que hay una acusada y grave crisis en el sector de los recursos naturales, agua, bosque, aire, fauna, flora y lo peor es la crisis de conciencia en que vive la humanidad. Al bien lo llaman mal y al mal lo llaman bien (Is 5, 20). Todos sabemos lo que sucede, pero no acusamos ni nos acusamos el mal que hacemos en contra de la Creación y en contra de nosotros mismos.

Bien sabemos de que somos victimarios y víctimas: el agua escasea, explotan los recursos naturales sin control provocando inundaciones, altas temperaturas. Las enfermedades brotan sin compasión. Tienen ojos y no ven, padecen enfermedad y no sienten, se están ahogando de altas temperaturas y no entienden. Queman y no saben que nos dañamos a nosotros mismos. Las riquezas de Honduras se están utilizando par empobrecer al pueblo. Unos pocos se enriquecen a expensas del patrimonio nacional.

No todos, pero en su mayoría funcionarios del gobierno, judiciales, alcaldes, policías y otros “grandes” participan en la corrupción. Las decisiones sobre el manejo de los recursos naturales se toman sin la participación ciudadana y donde hay oposición se pisotean los derechos humanos. Negocian a espaldas del pueblo, en el silencio.

Existe un poder oscuro que manipula al gobierno. Éste viene de los grupos de poder que se han enriquecido por muchos años, explotando de forma irracional los recursos naturales con la complicidad de los Patrocinados en la administración pública que les dan permiso sin cumplir ninguna norma, permiten evadir impuestos, valorar leyes laborales y también a través de terceros para no tener ninguna responsabilidad directa.

Estas fuerzas son las que mantienen al país en la miseria y el caos. Deben ir a la cárcel los criminales que por más de treinta años han destrozado el bosque y, de esa forma, han robado y destruido la nación (…) Se han presentado por parte de organismos internacionales pruebas de la trama corrupción en el sector forestal. Hasta el día de hoy, el gobierno no ha dado respuesta, no se ha pronunciado de forma seria ante esas evidencias.

Estamos al frente de una invasión económica. Es necesario que surjan los profetas y más aún la comunidad profética como defensores de la soberanía, defensores de la vida. La mayoría de las empresas que explotan los recursos naturales atentan todos   los  días  contra  el   ambiente,   produciendo  hambre, enfermedad y desolación, generando graves problemas sociales, como la criminalidad, migración y falta de justicia. Como lo sucedido en Valle de Siria, San Andrés, Copan y en Salamá, Olancho.

Día a día los ladrones de la naturaleza la desnudan de sus recursos y la dejan al igual que los buitres dejan sin carne a los cadáveres.

A todos los hondureños, especialmente a todos los cristianos les pido en nombre de Dios que despierten. Es necesario levantar la voz. Les hago un llamado a la conciencia para defender sus derechos. Es mejor ir por el camino de la justicia y la verdad antes de ir a terminar como indigente a un basurero.

Hasta el día de hoy ha ganado el poder, manda el poder; pero un día que concienticemos al pueblo reinará la justicia. Como cristianos debemos denunciar, no debemos callar. Se trata de ser fieles al pueblo y a Dios y no a una estructura, a un sistema.

De mi parte amo a la Iglesia “Pueblo de Dios”, pero da pena de los cristianos que se acomodan; de los que pretenden ser fieles a Dios y alejados de los sufrimientos del pueblo. Da pena pensar que la mayoría de los cristianos y, muchos pastores, no promueven la liberación, no acompañan a su pueblo, no escuchan a su pueblo. Quiero decirles a mis hermanos de Iglesia que Dios envía a todos sus pastores como profetas para salvar a su pueblo y no para ver morir a su pueblo. Cuando el cristiano no lucha por la justicia no es testigo de Cristo.

A todos los cristianos les hago reflexionar que no debemos ser espectadores de la historia, al contrario debemos asumirla para hacer “historia de salvación”. Sembremos árboles, defendamos el recurso agua, bosque, minas. Debemos cuidar y respetar la naturaleza. La vida está por encima de cualquier ley. Mientras vivamos no nos demos por vencidos. La justicia debe vencer las injusticias. El humanismo debe vencer el materialismo. La paz debe vencer la violencia. “Sólo cuando un pueblo está concientizado se le respeta”. (Mons. Romero)

Estas fueron las palabras pronunciada por  y que estremecieron e hicieron vibrar a más de uno de los que tuvimos la suerte de escucharle. No importó que la celebración de la eucaristía se alargara con cantos, ofrendas, testimonios, aplausos…todo fue una autentica comunión con la vida, con Dios y su creación, con los pobres y sus derechos, con el universo entero en la mesa del único sacrificio por la humanidad entera.

No podía cerrar este hermoso día sin dirigirme al Padre bueno y providente que guía a todos los hombres y mujeres que luchan en defensa del medio ambiente, que no explotan ni atentan contra nada y contra nadie. Ellos ven tu imagen viva y transparente en la tierra que ha sido creada y ponen su amor en mantener el don de la hermosa naturaleza. Estos hombres y mujeres son como grandes árboles plantados a la orilla de los ríos, dan fruto y vida en abundancia y sus hojas siempre están verdes. Ellos y ellas saben cantar y proclamar tus alabanzas, tú los bendices, los cuidas, los llenas de sabiduría, de pureza, de justicia. Ellos y ellas mantienen la frente alta, el corazón encendido, los pies en el camino, las manos solidarias, los sueños de esperanza, la palabra libre, la canción renovada, el alma plena. Ellos y ellas son felices porque siguen tus senderos, miran al cielo y los haces profetas de tu creación.     
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