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Raissa y Jacques Maritain y la Nueva Evangelización

Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa) -

"La Iglesia ha santificado pasiones extremas, bendijo el frenesí, ha aclamado la neurosis que había canalizado con anterioridad y nada, al parecer, podría detenerme en su puerta.  Nada."

Estas son las palabras de un joven intelectual, Maurice Sachs, justo después de convertirse  al Catolicismo en el siglo XX, y se describe lo que más le atrajo, a saber, el misticismo, los ritos sacramentales, las prácticas de devoción, la piedad afectiva, y casi todo dentro del Catolicismo romano, que habla de algo que está más allá de lo que es entendible racionalmente. En sus memorias, Sachs describe estos elementos místicos, sacramentales y devocionales como "rayos de sol", y les ve como una alternativa radical al racionalismo estrecho, el cual, había sido el ambiente intelectual omnipresente de este tiempo y que le parecia sofocante.

Maurice Sachs tenía sólo diecinueve años cuando fue bautizado y su camino hacia el Catolicismo fue fuertemente influenciado por Raissa Maritain, ella misma es una conversa al cristianismo del judaísmo. Ella y su famoso marido, Jacques, se habían conocido en la Sorbona de París en el año 1900. Ambos eran agnósticos en ese momento, ella, agnóstica desde su herencia religiosa judía, y él, agnóstico desde sus raíces cristianas. Ambos habían ido a la Sorbona, precisamente porque, como no creyentes, cada uno quería estar inmerso en la ciencia y el racionalismo. Sin embargo  lo que encontraron allí los decepcionó y los desilusionó profundamente. Se sentían asfixiados. Sus mentes y almas querían más de la ciencia y de la razón pura, y pronto salieron de la Sorbona, sin saber lo que estaban buscando, sin embargo seguros en el hecho de que el mundo racional, por sí solo, nunca podría satisfacerles.
Comenzaron a buscar una alternativa y esto los llevó a dos disidentes intelectuales, Leon Bloy y Charles Péguy, ambos, debido a su afición por lo místico y lo devocional, le tomaron un considerable desprecio al mundo intelectual de la época. Leon Bloy, finalmente condujo a los Maritain a la iglesia, convirtiéndose en el padrino de bautismo de Raissa; y una de las cosas que él introdujo en sus vidas, algo que básicamente era la antítesis de todo lo que habían conocido en la Sorbona, fue el misticismo y la piedad devocional. Estos, con más fuerza que los dogmas cristianos, condujeron a los Maritain a la iglesia.

No mucho tiempo después de convertirse en cristianos, Raissa y Jacques, quienes ahora serán marginados por la corriente intelectual, comenzaron a celebrar debates semanales en su casa a las afueras de París. Para aquel entonces, también habían leído a Tomás de Aquino y habían sido  profundamente afectados por su visión. Ésta les dio el marco intelectual con el cual integrar la mística, los sacramentos y lo devocional. Ahora se sentían preparados para educar a otros y pronto tuvieron un gran círculo de artistas, escritores e intelectuales reunidos en torno a ellos, muchos de los cuales finalmente fueron bautizados.

¿Y qué ofrecieron a estas personas que la vida intelectual y cultural de París en ese momento no estaba ofreciendo? ¿Cómo indujeron a los intelectuales y a los escépticos a la iglesia? Les ofrecieron una visión de fé, del cristianismo y de la iglesia, que les hablaba al corazón y a la cabeza de una manera que ni el racionalismo de las universidades, ni la piedad desenfrenada de los círculos de la iglesia de aquel momento eran capaces de hablar. Su visión de la fé se dirigía tanto al corazón como a la cabeza. Era al mismo tiempo altamente devocional y altamente intelectual, una fórmula rara.

Luchamos hoy en nuestras iglesias por ofrecer precisamente esa visión, una que proporcione por igual, alimento para el corazón y para la cabeza. Tenemos la tendencia sacrificar uno por el otro.

Los círculos liberales tienden hacia una visión de la fe y de la iglesia que más bien honra a la razón, sin embargo a menudo no dejan mucho margen "para santificar pasiones extremas y bendecir a los frenéticos". Por lo tanto, tenemos un montón de gente joven como Maurice Sachs que desconfían de una visión -más crítica- de la fe y generalmente desean hacer valer su fe con devociones, piedad, y la claridad de la catequesis. No quieren que la crítica académica aguijonee su cabeza en sus iglesias y que brille su luz en sus certezas. Y, debido a que sienten que el mundo académico no honra su religiosidad, consideran ese mundo, casi de la misma manera que los Maritain consideraron a sus profesores racionalistas en la Sorbona, un mundo de racionalistas apagados, carentes de fuego.

Sin embargo hay otra cara muy cercana a esta: El círculo de los que tienen miedo y desdeñan el mundo de la crítica académica tendiendo a producir una visión de fé que, al dejar sitio para la piedad, la devoción y la claridad de la catequesis, carece de la empatía y el abrazo de un Catolicismo que es lo suficientemente amplio como para convertirse en aceptable para una mente pensante. Mientras que muchos jóvenes, como Maurice Sachs, se sienten atraídos por este tipo de Catolicismo, para millones de otras personas es demasiado sofocante, intelectualmente muy estrecho, demasiado miedoso, demasiado mezquino, muy absorto en sí mismo, y protector en exceso para ser agradable al paladar. Muchos, sólo se van, y otros muchos simplemente sufren sus iglesias en lugar de extraer alguna inspiración de éstas.
Así que podemos aprender una lección de Raissa y Jacques Maritain en nuestra búsqueda de una fórmula apropiada para la nueva evangelización. Necesitamos ambas, la teología crítica, y la tierna gentileza, de la piedad.

Ron Rolheiser. OMI

    
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