Mes de María, la Madre de Dios: 1 de Mayo, san José Obrero

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Pasado el Triduo Pascual, con la conmemoración de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en los que tan presente estuvo su Madre, que permaneció firme junto a su Hijo crucificado, la Iglesia y la piedad cristiana consagran el mes de mayo a honrar a la Madre de Dios.
 
En el hemisferio norte, este mes se conoce como el mes de las flores, de la primavera florecida, y quizá por ello el pueblo cristiano ha deseado mirar a quien es la Flor de las flores, y a la vez rendirle homenaje ofreciéndole poemas, canciones, flores, romerías, salutaciones…

Yo deseo acompañaros, a la vez que acompañarme, mirando cada día el rostro de María, que nos ha dejado plasmado muchos artistas a lo largo de los siglos,  desde sus inspiraciones más sensibles y amables.

María, la esposa de José, la bendita entre todas las mujeres, nos espera con la sonrisa en los labios, y nos ofrece cada día la certeza de su ternura entrañable.

María es la Madre de Dios, proclamada en el Concilio de Éfeso como verdadera madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.  Y desde los tiempos más remotos la Iglesia la invoca así: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”.

Según la iconografía que contemplamos hoy, es la Nueva Eva. Ella nos ofrece el mejor fruto, el fruto bendito de su vientre. Se nos muestra serena, sonriente, sentada, con el Niño, al que sostiene sobre sus rodillas con la mano izquierda, y que la mira extasiado. A la vez, nos muestra en la mano derecha y con una mirada interior, el fruto santo, en reparación del que ofreció Eva a Adán.

La imagen que contemplamos se muestra en el Museo Schnütgen de Colonia (Alemania). Fue rescatada de los escombros, consecuencia de los bombardeos de la II Guerra Mundial, pero no ha perdido la sonrisa, ni la belleza. Para el que cree, aun en las circunstancias más aciagas, siempre existe la posibilidad de traer a su memoria la permanente mirada maternal de la que nos dio, nacido de su seno, al Redentor del mundo.

Virgen, María, Madre de Dios, ruega por nosotros; que en estos tiempos, aprendamos de ti a mantener la serenidad y la alegría, porque Dios ha tenido misericordia de todos.

    

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