Luchando por entender el suicidio

6 de agosto de 2013
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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Desgraciadamente en los tiempos que corren hay muchos caminos hacia el suicidio. Son muy pocos los que no hayan sido afectados profundamente cuando un ser querido se ha suicidado. Sólo en los Estados Unidos se dan mas de treinta y tres mil suicidios al año. Noventa personas toman dicho camino como medía cada día, tres o cuatro cada hora.

A pesar de lo anterior el suicidio sigue siendo un gran desconocido y deja tras de sí un sufrimiento particularmente devastador. Entre todos los posibles tipos de muerte, quizás es el suicidio la que más pesa para aquellos que quedan detrás. ¿Por qué?

El suicidio nos golpea tan fuerte porque está rodeado por el último tabú. Para la mentalidad popular, el suicidio se ve, consciente o inconscientemente, como el acto definitivo de desesperación, lo pero que una persona puede hacer. No debería sorprendernos ya que el suicidio va en contra el más profundo instinto que hay dentro de nosotros, nuestra voluntad de vivir. Incluso, aunque sea tratado con comprensión y compasión, aún sigue dejando en los que quedan por detrás vergüenza y un montón de dudas. También con mayor frecuencia que menos, arruina el recuerdo de la persona que muere. Sus fotografías desaparecen lentamente de las paredes y se habla del modo en que murió con silenciosa discreción. Nada de esto debería sorprender: el suicidio es tabú definitivo.

¿Qué se puede decir sobre el suicidio? ¿Cómo podemos entenderlo con mayor empatía?

Entender el suicidio más compasivamente no significa quitarle su aguijón, ni nada de eso, a excepción de tiempo; pero para nosotros mismo podemos tener en cuenta una serie de cosas que pueden ayudar a su curación a través del tiempo y a la redención de la memoria de quien ha muerto

  • El suicidio, en la mayoría de los casos es una enfermedad, no se trata de algo querido libremente. La persona que muere de esta manera muere en contra de su voluntad, algo así como los que saltaron a la muerte en las Torres Gemelas  después de que los terroristas estrellaran los aviones con los edificios el 11 de septiembre de 2001. Saltaban a una muerte segura, pero solo porque estaban ya quemándose mortalmente en donde estaban. La muerte por suicidio es análoga a la muerte por cáncer, en la carretera, o en un ataque cardiaco; a excepción de que en el caso de suicidio, se trata de una causa de cáncer emocional, o un accidente de tráfico emocional, o un ataque cardiaco emocional.

Por otra parte, si profundizamos en la exploración, hay que tener en cuenta el rol potencial que la bioquímica juega en el suicidio, ya que algunas depresiones suicidas se tratan con drogas, y eso significa que los suicidios están causados por deficiencias bioquímicas, como es el caso de otras muchas enfermedades que nos matan.

  • La persona que muere de esta manera, casi invariablemente, es un ser humano extremadamente sensible. Raramente una persona se suicida por arrogancia o por desprecio. Sólo hay una pequeña cantidad de personas que, como Hitler, son demasiado orgullosas como para enfrentar la contingencia humana y se matan a si mismos por arrogancia, pero este es una casi muy extraño de suicidio, no es de la clase que la mayoría de nosotros hemos visto en un ser querido. Generalmente nuestra experiencia con los seres queridos que hemos perdido a causa del suicidio fue que esas personas eran de todo menos arrogantes. En una descripción más ajustada, estaban demasiado heridos y de una manera tan profunda que no podemos comprender o hacer algo para ayudar a su curación.  En efecto, en muchas ocasionas, cuando ha pasado el suficiente tiempo después de su  muerte, en retrospectiva, nos damos cuenta de sus heridas de tal manera que nunca hubiéramos podido percibir con claridad mientras estaban vivos. Su suicidio, entonces, no parecía sorprendernos.
  • Finalmente no debemos preocuparnos excesivamente por la salvación eterna de aquellos que mueren de esta manera. La comprensión y la misericordia de Dios sobrepasan infinitamente las nuestras. Nuestros seres queridos perdidos están en manos más seguras que las nuestras. Si nosotros, limitados como somos, podemos alcanzar a entender esta tragedia desde la comprensión y el amor, podemos descansar seguros del hecho de que, entregados a la anchura y largura del amor de Dios, aquel que muere suicidándose encuentra, en el otro lado, una compasión más profunda que la nuestra y un juicio que intuye los profundos motivos de sus corazones.

Por último  el amor de Dios, tal y como se nos asegura en la Escrituras y se pone de manifiesto en la resurrección de Jesús, no es tan inútil como el nuestro en el trato con esto. Nosotros, en el trato con nuestros seres queridos, nos sentimos inútiles en ocasionas, sin saber qué hacer y sin energía, quedándonos al otro lado de una puerta cerrada por el miedo, las heridas, la enfermedad o la soledad. La mayor parte de las personas que se suicidan están encerradas en esa especie de habitación privada a causa de heridas cancerosas a las cuales no podemos llegar y que ni ellos mismos pueden alcanzar. Nuestros mejores esfuerzos son inútiles para penetrar en ese infierno privado. Pero, tal y como aparece en la resurrección de Jesús, el amor y la compasión de Dios no se dejan vencer por puertas cerradas, permanece en el lugar del miedo y la soledad, y respira paz. Así que esto es también para nuestros seres queridos que se suicidaron. Nos sentimos inútiles, pero Dios puede, y lo hace, traspasar las puertas cerradas y una vez allí, dar paz en medio de la tortura a un corazón acorralado.