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Los caminos del Señor (III Viernes de Cuaresma)

Angel Moreno -

III Viernes de Cuaresma

(Os 14, 2-10; Sal 80, Mc 12, 28b-34)

Los caminos del Señor

Sé que no hay senda más segura para llegar a alcanzar la felicidad posible en esta vida que seguir la voluntad de Dios, revelada en las Sagradas Escrituras y concentrada en sus mandamientos. “Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos” (Os 14, 10).

Con esta certeza, uno de los deseos mejores es el que nos expresa el salmista: “¡Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase Israel por mi camino!, te alimentaría con flor de harina, te saciaría con miel silvestre.»” (Sal 80).

No es difícil dar con la senda recta, con el camino llano. Dios se ha encargado de introducir en nuestro corazón algo semejante a un monitor que nos indica la dirección segura, si avanzamos por donde percibimos paz interior.

Es cierto que, para discernir la verdadera paz, deberemos adentrarnos en nosotros mismos y llegar a escuchar la voz más profunda, si no deseamos equivocarnos por escoger otras propuestas aparentemente más sugestivas, pero que llevan a la desolación.

En el diálogo que mantiene Jesús con el letrado, se resume la geografía espiritual: “Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que habla respondido sensatamente, le dijo: -«No estás lejos del reino de Dios.»” (Mc 12, 34).

Los sencillos saben muy bien los dos principios esenciales, como si fueran los dos márgenes del camino: el amor a Dios y el amor al prójimo. Santa Teresa es experta en esta materia, no solo por lo que ella escribe, sino por lo que vive.

Santa Teresa de Jesús

Traigo dos citas teresianas, que concentran la enseñanza:

“Sólo quiero que estéis advertidas que, para aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica” (Moradas IV, 1, 7).

“… cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María; porque en lo activo y que parece exterior, obra lo interior, y cuando las obras activas salen de esta raíz, son admirables y olorosísimas flores; porque proceden de este árbol de amor de Dios y por sólo El, sin ningún interés propio, y extiéndese el olor de estas flores para aprovechar a muchos, y es olor que dura, no pasa presto, sino que hace gran operación” (Los Conceptos del Amor de Dios 7, 3).

    
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