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Las Múltiples Caras de la Eucaristía

Ron Rolheiser (Traducido por Carmelo Astiz, cmf) -
    Los cristianos discuten muchísimo sobre la Eucaristía. ¿Qué significa la Eucaristía? ¿Cómo debería llamarse? ¿Con qué frecuencia se debería celebrar? ¿A quién se le debe permitir participar plenamente en ella?

Hay cantidad de puntos de vista sobre la Eucaristía:
  • Para algunos es una comida, para otros un sacrificio.
  • Para algunos es un acto ritual, sagrado y recoleto; para otros es una reunión de comunidad, cuanto más desordenada y con más niños mejor.
  • Para algunos la Eucaristía se convierte en una profunda oración personal; para otros es un culto comunitario para rogar por el mundo.
  • Para algunos su verdadera esencia es ser una reunión, una comunión de personas unidas en una concreta denominación de fe; mientras que, para otros, parte de su esencia es proyectarse hacia afuera, con su imperativo innato de “lavar los pies” a quienes son diferentes de nosotros.
  • Para algunos la Eucaristía es una celebración de dolor, un hacer presente el sufrimiento de Cristo, y por tanto el lugar preciso en el que nosotros mismos podemos romper a llorar; para otros es el lugar para celebrar con alegría y para cantar aleluya.
  • Para algunos es un memorial ritual, un hacer presente los acontecimientos históricos de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús y del envío del Espíritu Santo; para otros es una celebración de la presencia de Dios con nosotros hoy.
  • Para algunos es una celebración de la Última Cena, algo que hay que repetir con menos frecuencia; para otros es el alimento diario con que Dios nutre a su pueblo con un nuevo maná, el cuerpo de Cristo, y es algo que hay que ritualizar cada día.
  • Para algunos es una celebración de reconciliación, un ritual que perdona y une; para otros la unidad y la reconciliación son pre-requisitos para la correcta celebración de la Eucaristía.
  • Para algunos es un acto de vigilia religiosa, una reunión que consiste esencialmente en esperar a que aparezca algo o alguien más; para otros es una celebración de alguien que está ya presente, y que está exigiendo que le reciban y que le reconozcan.
  • Para algunos la Eucaristía significa hacer presente el cuerpo real y físico de Cristo; para otros significa hacer presente a Cristo de una forma real, pero espiritual.
  • Algunos la llaman la Cena del Señor; otros la llaman la Eucaristía, otros la Misa.
  • Algunos la celebran una vez al año, algunos cuatro veces al año, otros la celebran cada domingo, y algunos hasta cada día.

¿Quiénes de ellos tienen razón? En verdad, la Eucaristía es todas esas cosas, y mucho más.

La Eucaristía es como un diamante finamente cortado que gira a la luz del sol, y que a cada giro refleja un destello diferente. La Eucaristía es polivalente, que conlleva diferentes capas de significado, algunas de ellas en tensión paradójica con otras. No hay, ni aun en la Escritura, una única teología de la Eucaristía, sino que, en cambio, hay varias teologías complementarias.

Por ejemplo, vemos ya variaciones entre las comunidades apostólicas con respecto a cómo entienden la Eucaristía, cómo debiera llamarse, y con qué frecuencia debiera celebrarse. Algunas comunidades la llaman la Cena del Señor, conectando su significado fuertemente a la conmemoración de la Cena del Señor, y celebrándola con menos frecuencia. Mientras que la comunidad apostólica formada en torno al apóstol Juan refería fuertemente su teología y su práctica al concepto de Dios que alimenta diariamente a su pueblo escogido con el maná, y la celebraban cada día, ya que necesitamos el alimento y sustento diariamente.

Así mismo, percibimos algunos de sus elementos paradójicos precisamente en los símbolos centrales de la misma Eucaristía, el pan y el vino. Ambos son paradójicos: El pan es a la vez símbolo de alegría y de dolor: de alegría, unidad, salud y satisfacción (con el olor de pan recién salido del horno y la belleza primaria de una hogaza de pan), aun cuando se elabore con granos de trigo que tuvieron que ser triturados en su individualidad y ser cocidos al fuego para llegar a ser sabroso pan. El vino es, a la vez, una bebida festiva y de muerte: festiva, por ser la bebida de celebración, de bodas, aun cuando proceda de uvas prensadas, y represente la sangre de Jesús y la sangre y el sufrimiento de todo lo que es aplastado en nuestro mundo y en nuestras vidas.

¿Cómo ensamblar junto todo esto? Depende de cómo se lo defina.

Durante mis años de estudios teológicos, me enrolé en tres cursos de especialización sobre la Eucaristía, y, después de acabados, tuve la convicción de que no la entendía. Pero el fallo no estaba en los cursos, que eran excelentes. El fallo, que de ningún modo lo es, sino que es una maravilla, consistía en la riqueza de la Eucaristía misma. En el fondo, la Eucaristía desafía no sólo a profesores de teología, sino a la metafísica, a la fenomenología y al lenguaje mismo. No existe explicación adecuada de la Eucaristía, por la misma razón que, en última instancia, no existe explicación adecuada del amor, del beso y el abrazo, y de la recepción de vida y espíritu a través del contacto.
Algunas realidades nos transportan más allá del lenguaje porque ése es precisamente su propósito. Estas realidades misteriosas realizan lo que las palabras no pueden hacer ni explicar. Se sitúan también más allá de lo que podemos alcanzar con nuestro entendimiento.

Y eso es lo que ocurre con la Eucaristía. Cualquier intento de lograr su plena sumisión y comprensión se quedará siempre corto, porque su realidad misteriosa finalmente siempre se alzará y se nos escabullirá.     
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