Las llamadas de la llamada

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Corazón de caracola

Con esta imagen quiero sugerir una primera contemplación; se trata de prestar esmerada atención al hecho primario y sorprendente de que el hombre tiene un corazón capaz dejar resonar el misterio de Dios como la caracola deja resonar el sonido del mar. El hombre es en su más honda entraña un ser vocativo. Está habitado por un deseo incoercible de auto-trascendencia y autorrealización. Por eso, en su corazón se da el cruce de múltiples llamadas. Tiene el hombre alma plurivocacional. Es un ser llamativo. Lo llama la felicidad y el bien y todos los valores. Le llama lo desconocido, la aventura de volar, como Juan Salvador Gaviota. Le apasiona la búsqueda de la luz, el encuentro con lo mejor de sí mismo. Cuando escuchamos a nuestro corazón con mucha atención hallamos una caja sensible de resonancia. Nos resuena la llamada de la verdad. El magnetismo del amor, de la relación, de la plenitud, inclinan nuestras vidas hacia afuera y hacia adelante. La realidad nos asaetea con sus interrogantes, sus enigmas, sus demandas; nos llama y nos provoca.
 

El escaparate del mundo

Cuando desde nuestro corazón ponemos la atención en las realidades que nos circundan y nos ponemos a la escucha contemplativa de la realidad percibimos palabras en el silencio de las cosas. El mundo de la muda naturaleza se hace elocuente. Nos muestra la huella del creador. Es un espejo que nos va introduciendo en el misterio. Nos cautiva su belleza y asombra su magnitud. Nos ex-cita su inmensidad. Nos rebela su iniquidad y nos reta la misión de descubrirlo, entenderlo, disfrutarlo.

Como un gran escaparate nos fascina y pone a soñar despiertos nuestros deseos. Se convierte en una llamada permanente al asombro y la admiración, a la relativización y ventilación del estrecho mundillo de nuestras soledades y conflictos. Todas nuestras energías contemplativas, significativas y transformadoras se sienten afectadas por el mundo fascinante de la naturaleza. A la inversa, la creación nos llama a ser conciencia y voz y sentido de sí misma. Nos necesita para articular su clamor y su impaciente espera de liberación.

Encarnación dominutiva

Las demás personas son una palabra viva. Constituyen una abreviatura o tal vez una cifra del evangelio grande. Son palabras que pertenecen a nuestra vida cotidiana, que se nos están desvelando constantemente. Cuando miramos el corazón de cada persona con ojos de amor, cuando abrimos los ojos de creyentes y nos fijamos en cada persona, percibimos su bondad, sus sueños, sus nostalgias; tal vez sus heridas y decepciones. Se nos descubre un mundo excitante de aspiraciones a la unidad, a la feliz plenitud. El corazón humano de las personas, las comunidades y los pueblos está habitado de sueños de vida, de futuro. Busca denodadamente la pacificadora unificación interior y cósmica. Sueña una vida sin la amenaza siniestra de la muerte en cada esquina de la violencia y del hambre.

Cada hombre, cada pueblo lleva dentro la huella Ge Dios. La imagen de Dios actúa bajo la forma del deseo insatisfecho. Dios es el amor imposible del hombre. Su presencia es una ausencia ardiente. Cada persona es como una prolongación de la Encarnación; describe en su vida los rasgos anónimos de Cristo. La vida y las cualidades de cada persona constituyen un muestrario de los dones del Espíritu derramados y activos en su dinamismo existencial.

Desde el interior de cada persona humana, Dios nos está llamando. Nos está invitando a que descubramos sus evangelios vivos y actuales, a que pongamos en movimiento toda la capacidad de admiración y de disfrute. Nos quiere enseñar a leer e interpretar su presencia. Y a gozarla.

Dios me hablará esta noche

Otro momento de asombro y sobrecogimiento brota del hecho simple de que Dios habla, se comunica. No está siempre silencioso y enigmático. Nuestro Dios es un Dios que rompe su silencio y hace oír su voz. Nos habla. Se dirige a nosotros, a cada uno, a mi personalmente en la trivialidad de una vida cotidiana y en el fulgor de momentos inolvidables. Dios me habla. Su presencia no es sólo anónima en el escaparate de la naturaleza; es elocuente, interpelante, acontece como comunicación en nuestra vida y en nuestra historia singularísimas.

Su voz tiene muchos y diversos matices. Es potente como el trueno, como un bramido, como un rugido (Jer 25,30), es potente y magnífica, es irresistible. Pero es también la voz del amado, como un susurro y una brisa refrescante (1Re 19,9-13). La palabra de Dios es un fuego y un martillo (Jer 23,29), es alimento y vida (Dt 8,1-4).

Es saludable prestar atención y tomar conciencia de este hecho inagotable. Más importante que lo que Dios nos dice es el hecho de que Dios habla. Su presencia se hace audible, captable, palpable a nuestra corporeidad. Se nos mete por todos los sentidos. No necesitamos andar muchos kilómetros, no necesitamos emprender interminables investigaciones. Está al alcance de cualquier economía, de cualquier inteligencia, en cualquier situación. Todos podemos pedirle una entrevista y una declaración. Podemos oír su voz y escuchar su palabra.

Su palabra viva despertó el mundo del sueño de la nada. Nos sigue despertando del sueño de la inconsciencia, de la desesperanza, de la superficialidad.

Su palabra cura las sorderas de su pueblo y lo pone en movimiento. Lo libera de la esclavitud y lo pone en marcha hacia el cumplimiento de las promesas. La palabra Dios sigue liberando en nosotros las mejores posibilidades, la mejor música. Ilumina los ojos de nuestro corazón para que podamos vernos con su luz amorosa y descubrir en nosotros nuestra verdad más verdadera de personas amadas, únicas entre millones, irrepetibles, responsables (dadores de respuesta).

Tocados por la palabra, llamados por su voz, somos puestos en estado de invocación,
De escucha, de peregrinación. En la dinámica de lo provisional nos va haciendo cada vez más transparentes a nosotros mismos, más sensibles a la audición de su mensaje, más libres y apasionados por el gran amor de nuestras vidas. La palabra de Dios y el Dios de la palabra es la vocación más personal y personalizadora, más plena y permanente de nuestro ser humano.

La Palabra en persona

Las palabras del silencio, las pequeñas palabras, el acontecimiento e historia del amor
hecho locución personalísima, todas estas llamadas encuentran su sentido y su unidad en la Palabra.

Jesús, el Mesías, es la mejor palabra de hombre, porque es la mejor y más explícita llamada de Dios. Nos habla en nuestro idioma. Nos ama con gestos,con palabras y sentimientos humanos. Su existencia humana, vivida, entregada y consumada se convierte en llamada permanente e inagotable de Dios. Es la Palabra en persona y la persona en palabra, gramática y lenguaje humano. La Palabra divina se hace palabra humana en la historia de amor del Mesías. Jesús es la concentración de las otras llamadas de Dios. En él se recogen todas como se recoge un abanico. En él se condensan todas y se aclaran todas.

Jesús es la clave para descifrar los mensajes cifrados de la naturaleza y para traducir las otras palabras dispersas por el corazón humano, la historia y el encuentro interpersonal. Es la Palabra de las palabras, la gracia de las gracias.

El cristiano está llamado a ser discípulo para siempre. Tiene que contemplar y meditar los gestos, los silencios, las palabras, la historia entera de Jesús. El discípulo está pendiente de sus labios, como María la hermana de Lázaro. Hace memoria de sus gestos, celebra su presencia en la comunidad de los hermanos, espera su futuro, obedece sus mandamientos. El discípulo de Jesús es discípulo de historia y sus misterios, aprende a vivir a la escucha de sus palabras. Se siente hondamente vocativo y decisivamente vocacionado en Jesucristo.

II.RESONANCIAS

Para orar y compartir la fe

– Se propone la lectura de unos textos de la palabra de Dios sobre sí misma.
– Es necesario sacudir la costumbre y la rutina y hacer un esfuerzo de frescura en la escucha de los textos, con la conciencia de que leemos la palabra de Dios mismo.
– Después de leerlos despacio es conveniente detenerse sobre el que más llama la atención y sobre él anotar lo que sugiere, lo que evoca, lo que te pide el la palabra leída en la fe.
 
“Todos los mandamientos que yo os prescrito hoy, cuidad de practicarlos, para que
 viváis, os multipliquéis y lleguéis a tomar posesión de la tierra que Yahweh prometió bajo juramento a vuestros padres. Acuérdate de todo el camino que Yahweh tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: Si ibas o no a guardar sus mandamientos. Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahweh. No se gastó el vestido que llevabas ni se hincharon tus pies a lo largo de estos cuarenta años.» (Dt. 8,1-4)
«Profeta que tenga un sueño, cuente un sueño, y el que tenga consigo mi palabra, que
hable mi palabra fielmente. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano? -Oráculo de Yahweh-. ¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la peña?» (Jer 23,28-29)

«Cada vez que hablo es para clamar: "¡Atropello!", y para gritar "¡Expolio!". La palabra de Yahweh ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: "No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su nombre." Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía.» (Jer 20,8-9)
«Se presentaban tus palabras y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por tu Nombre Yahweh, Dios Sebaot.» (Jer 15,16)

«Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado y cumplido aquello a que la envié.» (Is 55,10-11)

«Él me dijo: "Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel." Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: "Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy." Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel.» (Ez 3,1-3)

«Elías entró en la cueva y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la palabra de Yahweh, que le dijo: "¿Qué haces aquí Elías?" Él dijo: "Ardo en celo por Yahweh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela." Le dijo: "Sal y ponte en el monte ante Yahweh." He aquí que Yahweh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahweh; pero no estaba Yahweh en el huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahweh en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahweh en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oirlo Elías, cubrió su rostro con la mano, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo: "¿Qué haces aquí, Elías?". (1Re 19,9-13)

N.T.

«Sucedió que, estando Jesús hablando, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: "¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!" Pero él dijo: "Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan".»Lc 11,27-28

«Jesús dijo entonces a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Le respondió Simón Pedro: "Señor, dónde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".» (Jn 6,67-69)

«Le dijeron los judíos: "Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: ’Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás".» (Jn 8,52)

Preguntas para la reflexión personal – comunitaria
– Se trata de responderlas desde la propia vida y experiencia. No es un exámen en que hay mostrar lo que uno sabe; tampoco se trata de una conversación consigo mismo. Se trata de responderlas en una clima de oración y encuentro ante la presencia amorosa del Padre.
– Es muy útil y recomendable escribir las respuestas; redactar obliga a terminar, ordenar y expresar bien el pensamiento o sentimiento. Escribir ayuda a la centrar la atención.
– ¿Qué está queriendote decir Dios a través de los acontecimientos de la vida de la comunidad?
– ¿De qué manera me estoy sintiendo llamado/a por Dios a través de las personas con las que tengo una relación significativa?
– ¿Qué es lo que más amo de la Iglesia? ¿Qué es lo que más me duele de la misma?

Celebración comunitaria

El religioso como centinela

Objetivo: La vocación religiosa se entiende adecuadamente en continuidad con la vocación del profeta con la imagen del centinela que vive alerta, pendiente, a la escucha de la palabra de Dios. Como el profeta centinela, la comunidad de los seguidores de Jesús se convierte en testigo y mensajero de esta palabra de Dios por su forma de vida.

Proclamación: Ez. 33, 1-9

Actualización: Para expresión del mensaje se puede trabajar con esta breve parábola moderna.
 
El centinela

«He permanecido toda mi vida esperando la visita de Dios y tendré que morir sin haberlo visto» -exclamó con dolor-.
Pero justo entonces, oyó una voz a su lado: «¿Es que no me conoces?»
Asombrado, el centinela se giró e intuyó que Dios había llegado. LLeno de alegría, le dijo:
« ¡Oh ya estás aquí!
¡ Me has hecho esperar tanto…!
¿Por dónde has venido, que no te he visto?»
«Siempre he estado cerca de ti – replicó Dios con dulzura -, desde el día en que decidiste esperarme. Siempre he estado aquí, a tu lado, dentro de ti.
Has necesitado mucho tiempo para darte cuenta, pero ahora ya lo sabes.
Este es mi secreto:
Sólo los que esperan pueden verme».

El mensaje se puede personalizar y orar de muy diversas maneras según los grupos que celebran:

  • Expresión no-verbal
  • escenificación
  • respuesta verbal

    

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