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La pobreza de JESÚS

Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf. (Iris de Paz) -
Ya he escrito en anteriores artículos, que los religiosos no hacemos unos votos jurídicos sin más. Nuestra meta es la configuración con Jesús Virgen, Pobre y Obediente. Por eso tenemos que mirar más allá de las añadiduras que se han acumulado a través de deformaciones provocadas por ciertas culturas. Invito a mirar ese bloque de mármol varias veces centenario e imitar a Miguel Ángel. El gran artista respondió al admirador que indagaba la razón de su magia: “Muy sencillo. Cuando miro un bloque de mármol veo la escultura dentro. Y mi trabajo consiste en retirar lo sobrante”.

Los votos son una intensificación


Estoy insistiendo en que el ideal de la Vida Consagrada es configurarse con los rasgos característicos del proyecto de vida que Jesús eligió. El llamado a seguir a Jesús de cerca para seguir su modelo de vida, mira adentro, no superficialmente. Y capta que el Maestro y Amigo vive su vida humana por intensificación.

La experiencia humana del Nazareno, desde dentro, es de modo tan intenso que es a la vez igual y distinta del resto de los humanos. La diferencia parte necesariamente de su semejanza -por ejemplo, la mayor intensidad de un color- y se lleva a cabo por continuidad, no por ruptura con lo humano.

Esta nota cristológica puede ayudar a comprender el sentido exagerado de los Consejos Evangélicos. Y es que estos consejos piden a gritos que se vivan con la intensificación con que Jesús vivió su proyecto existencial.

Lo confirma la psicología

Desde la psicología la intensificación supone un proceso particular de focalización, que orienta y guía la energía humana desde dentro. Pero esta interiorización reclama con urgencia proyecciones externas.

Esta intensificación implica también una llamada correctiva de desvíos y abusos que se pueden dar en la realidad que se desea intensificar. Recuerden los lectores como la configuración con Cristo Virgen -escribíamos en el artículo anterior- corrige y perfecciona una castidad seca e inhibida.

Pero -como se capta en el talante de Jesús- la intensificación se ha de vivir con naturalidad y no como si fuese necesario un esfuerzo agotador. Ha de brotar del don recibido para vivir el Carisma. Sin embargo esta naturalidad no ha de borrar, creo, la intensificación exagerada para que sea capaz de interpelar la escasa sensibilidad espiritual de muchos coetáneos.

Analizar la pobreza

El tema es complicado. Difícil de entender y difícil de explicar. Desde la clarificación de conceptos se podrá desbrozar el camino. Nos encontramos ya a bote pronto que San Mateo, en su bienaventuranza, concreta que los felices son los pobres de espíritu. Es decir los que como niños confiados se abandonan en la bondad de Dios Padre. Sin embargo San Lucas dice escuetamente “felices los pobres”.

Es evidente la diferencia: No negamos en absoluto la importancia de esta infancia espiritual que gana el corazón de Dios. Pero San Lucas señala directamente a los pobres. Sin aditamento alguno. Juan Pablo II se ha decantado con rotundidad sobre el tema: “Haciendo propia la misión del Señor, la Iglesia anuncia el Evangelio a todos los hombres y mujeres para su salvación integral. Pero se dirige con una atención especial, con una auténtica ‘opción preferencial’, a quienes se encuentran en una situación de mayor debilidad y, por tanto, demás grave necesidad. ‘Pobres’ en las múltiples dimensiones de la pobreza, son los oprimidos, los marginados, los ancianos, los enfermos, los pequeños y cuantos son considerados y tratados como los ‘últimos’ de la sociedad.” (V.C. 82 a)

Ánimo para los pobres


Jesús al decir que estos últimos de la sociedad son felices, está animándolos para que abran su corazón a la Buena Noticia de que Dios nos ama, que es nuestro Padre y que quiere ya en la tierra que se establezca ya su Reino de amor, de justicia, de solidaridad. Y los ricos que no se abran al amor y a la justicia, reciben en San Lucas su advertencia: ¡Ay de vosotros los ricos!

Un rabino francés que desde niño mamó las lenguas bíblicas traduce la bienaventuranza lucana, no anteponiendo “felices”, sino, ¡ánimo!, porque llega el Reino que Jesús anuncia y vosotros seréis los más beneficiados.

Es paladino que hay muchas fuerzas que quieren impedir que llegue esa justicia y solidaridad. Por eso el reino padece violencia.

La pobreza de Jesús

Para vislumbrar, algunos rasgos al menos, es necesario poner los ojos en Jesús. Intentar captar los rasgos de Jesús al vivir la pobreza y su opción preferencial por los últimos. Si queremos ser discípulos auténticos es algo insoslayable. No pueden ser más claras las orientaciones del Papa: “La opción por los pobres es algo inherente a la dinámica del amor vivido según Cristo. A ella están obligados todos los discípulos del Cristo; no obstante aquellos que quieren seguir a Jesús más de cerca, imitando sus actitudes, deben ser implicados en ella de una manera del todo singular.” (V.C. 82,b)

Epílogo sin coloquios


Tengo pues la necesaria perspectiva de captar los rasgos de Jesús pobre y las consecuencias para todos los cristianos de su amor preferencial, y como dice Juan Pablo II, de modo singular para los religiosos. Como afirma San Agustín, para anunciar el Reino de Dios con integridad se necesita ser iluminado por el Espíritu y para comprender el anuncio también los oyentes necesitan la luz del Espíritu. La Virgen Madre nos enseñe a guardar como Ella la Palabra en el corazón, hasta convertirnos en Evangelio vivo.     
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