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La Inteligencia Dentro del Proceso de Envejecimiento

Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa) -

¿Qué tenían en mente Dios y la naturaleza cuando diseñaron el proceso de envejecimiento? ¿Cuál es la razón por la que justo cuando nuestra destreza mental, nuestra madurez humana y nuestra libertad emocional están en su punto álgido, el cuerpo comienza a desmoronarse?

Nuestra fe, claro está, debido a que nos abre a una perspectiva más allá de nuestras vidas biológicas, arroja algo de luz sobre estas preguntas, aunque no siempre nos ofrece un lenguaje con el cual podamos captar más reflexivamente lo que nos está pasando en el proceso de envejecimiento.  Algunas veces, una perspectiva secular puede ser útil como es el caso aquí.

James Hillman, en un brillante libro sobre el envejecimiento, titulado “La fuerza de Carácter y la Vida Eterna”, retoma estas preguntas. ¿Qué tenían en mente Dios y la naturaleza cuando diseñaron el proceso de envejecimiento?  Él responde con una metáfora: Los mejores vinos tienen que ser añejados en barriles viejos y agrietados.  Los últimos años de nuestras vidas están destinados a suavizar el alma, y casi todo el interior de nuestra biología conspiran juntos para asegurar que esto suceda.  El alma debe estar debidamente envejecida antes de que nos deje. Hay una inteligencia en el interior de la vida, él afirma, que pretende envejecer,  así como se propone a crecer en la juventud.  Es un gran error el leer los signos de envejecimiento como indicaciones de muerte, en lugar de como una iniciación a otra forma de vida.  Cada disminución física (desde por qué tenemos que levantarnos por la noche para ir al baño hasta el  por qué nuestra piel cede y se seca) está diseñada para madurar el alma.  Y hacen su trabajo sin nuestro consentimiento, sin tregua y sin piedad.

El proceso de envejecimiento, afirma, finalmente, nos convierte a todos en monjes y ese, de hecho, es su plan, al igual que alguna vez bombeo todas esas exceso de hormonas en nuestros cuerpos durante la pubertad para sacarnos de nuestra casa. Y Dios de nuevo esta en este complot.  El envejecimiento no es siempre agradable o fácil, sin embargo hay una rima y una razón para este proceso.  El envejecimiento  defusiona a la biología.  El alma por fin triunfa sobre el cuerpo y se eleva a un primer plano: "Podemos imaginar el envejecimiento como una tranformación en el orden de la belleza más que en lo biológico", dice Hillman. "Los viejos son como imágenes en un aparador que transponen la vida biológica en imaginación y arte. Los viejos se convierte en sorprendentemente memorables representaciones de lo ancestral, en personajes de la obra de la civilización, y cada uno de ellos en único, en una figura de  valor insustituible.  El envejecimiento:.. ¿Una forma de arte"

Cada vez más, a medida que envejecemos, nuestra tarea no es la productividad, sino la reflexión, no la utilidad sino el carácter.  En las palabras de Hillman: "Los primeros años deben centrarse en hacer las cosas, mientras que en los años posteriores se debe considerar lo que se hizo y cómo se hizo".  La primera es una función de generatividad, pero estamos destinados a entregar nuestras vidas, esta última es la  función de la muerte, nosotros también estamos destinados a entregar  nuestras muertes.

Y el proceso de envejecimiento plantea una segunda serie de preguntas: ¿Qué valor tienen las personas mayores una vez que sus años productivos se han acabado?  De hecho, la misma pregunta se le puede hacer a alguien que no puede ser útil y productivo en un sentido práctico: ¿Cuál es el valor de una persona que vive con la enfermedad de Alzheimer?  ¿Cuál es el valor de las personas que siguen viviendo con cuidados paliativos cuando no hay posibilidad de recuperación o mejoría, y ya han escapado mentalmente de la realidad?  ¿Cuál es el valor de la vida de una persona que está mental o físicamente disminuida y que para los estándares normales él o ella no pueden aportar nada?

Una vez más, las ideas de Hillman son un valioso complemento a las perspectivas ofrecidas a través de nuestra fe.  Para Hillman, lo que el envejecimiento y la discapacidad traen al mundo es  carácter.  No sólo el propio sino que ayudan a dar carácter a los demás.  Así que, escribe: "La productividad es una medida demasiado estrecha de la utilidad, la discapacidad es una noción muy estrecha de impotencia.  Una anciana puede ser útil simplemente como una figura que se valora por su carácter.  Como una piedra en el fondo del lecho de un río, no puede hacer otra cosa que quedarse quieta y mantenerse firme, sin embargo el río tiene que tenerla en cuenta y altera su curso a causa de ella.  Un hombre mayor por su fina presencia desempeña el papel de un personaje en el drama de la familia y el vecindario.  Tiene que ser considerado, y los modelos de vida condicionados por el simple hecho de que  está allí.  Su carácter aporta cualidades particulares a cada escena, añade complejidad y profundidad al representar el pasado y la muerte.  Cuando todos los ancianos se retiran a residencias de jubilados, el río fluye suavemente de vuelta casa. No hay rocas perturbadoras. También, menos personalidad".

El envejecimiento y la discapacidad deben ser considerados estéticamente.  Somos una  cultura que hace todo lo posible para negar, retrasar y ocultar el envejecimiento.  Ponemos a nuestros mayores lejos en casas separadas, lejos de la vida corriente, escondidos, no hay rocas perturbadoras con las que tengamos que lidear.  También somos una cultura que está empezando a hablar más y más sobre la eutanasia, definiendo al valor puramente por su utilidad. Si Hillman tiene razón, y la tiene, entonces estamos pagando un precio alto por esto, tenemos menos carácter y menos color.
 

    
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