La generación zombi

1 de diciembre de 2010
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La mitad de nuestros jóvenes no tienen confianza en el futuro; la mayoría sufren de apatía social y carecen de objetivos en la vida.
Un informe de la Fundación SM proyecta el pesimista futuro «de la población desarmada» que se avecina.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
 Sin futuro y sin ganas de pelearlo. Por primera vez, una generación va a vivir peor que sus padres, o al menos así lo percibe la mayoría de la juventud según el informe «Jóvenes Españoles 2010», que edita cada lustro la Fundación SM y que ayer publicó su octava edición.

Su existencia es fútil, no confían en las capacidades del ser humano y desprecian aquellos valores que les ponen en contacto con la sociedad. Por contra, valoran de forma muy positiva la familia, su salud y el círculo de amistades. «El joven está enrocado, se ha envuelto en su familia y ha decidido salir de la sociedad: no tiene confianza alguna en los organismos sociales ni apoya causa alguna», explica el sociólogo Juan María Gonzá-lez-Anleo en base a unos datos que han dejado perplejos al equipo de autores que él mismo ha coordinado.

El 46,3 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años cree que no existe un
futuro prometedor para ellos, disminuye de forma alarmante la conciencia ambiental juvenil y la participación social se hunde: el 81% no pertenece absolutamente a ninguna asociación u organización ya sea juvenil, cultural o deportiva.

Más individualista que nunca, al joven español no le interesa ni la política ni la religión, pese a que el 53,5 por ciento se define católico. «Tienen una opinión deplorable de los políticos: el 71,4 por ciento piensa que nuestros representantes buscan antes sus propios intereses o los de su propio partido que el bien de los ciudadanos», destaca González-Anleo, quien no duda en augurar un futuro pesimista. «Ven una sociedad que no les gusta nada pero, lejos de todo ímpetu juvenil de querer cambiar el mundo, se cobijan en sus casas, sin reacción alguna. O algo cambia radicalmente o nos espera un porvenir muy negro: lo que atisbo en el futuro es una sociedad desarmada, totalmente expuesta a lo que los grupos de poder quieran hacer con nosotros».

No hay datos esperanzadores en este apocalíptico horizonte. Si comparamos los datos obtenidos en España con el resto del mundo, nuestro país se hunde todavía más en el dislate. «Al analizar la Encuesta Mundial de Valores ?comenta González-An-leo? observamos cómo en Europa, sólo nosotros y los polacos tenemos tal nivel de desconfianza en el prójimo». Igualmente, los jóvenes españoles (un 77%) sobrepasan la media europea a la hora de valorar la situación económica como «muy mala».

En el caso de la edad, los mayores (con edades comprendidas entre los 21 y los 24 años) tienen mayor confianza en el esfuerzo personal para conseguir lo que se desea en la vida, mientras que los inmediatamente más jóvenes muestran menor confianza. Para Gónzález-Anleo, esto «es preocupante, ya que a menor edad no
hay tiempo para madurar las ideas propias sino que éstas son heredadas. Nos hemos hartado de decirles "no tenéis futuro, sois carnaza" y esto ha derivado en el desarrollo de una apatía social».

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El contrapunto se encuentra el entorno familiar y de amistades. «Allí, en el "Hotel-Mamá", los chicos se encuentran protegidos. Jamás una generación se había llevado tan bien con sus padres como la actual algo que les hace establecer el mundo en dos estadios: dentro y fuera», comenta el director del informe. De hecho, según Luis Ayuso, uno de los co-auto-res del informe «el 85% por ciento de los jóvenes encuestados vive con sus
padres, independientemente de si estudia o trabaja».

Ante la pregunta de si nuestras infaustas carnadas sufren o son infelices, Juan González-Anleo es tajante: «En absoluto, hay tristeza cuando alguien se frustra al no conseguir sus ideales, pero nuestros jóvenes no están en esa línea, ellos han decidido que no van a perder el sueño por esto».

Como novedad este año, el estudio de la Fundación SM centra uno de sus capítulos en los jóvenes inmigrantes y concluye que el 91% de ellos reconoce que le quitan el trabajo a los españoles, el 87% confiesa que tiene intención de quedarse en España y el 37 por ciento se siente tratado con desprecio en nuestro país.

    

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