LA ADOLESCENCIA EN EL PROCESO DEL DESARROLLO HUMANO; PERSPECTIVA CONSTRUCTIVISTA

2 de marzo de 2005
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Objetivo del Artículo

Este capítulo presentará una visión del desarrollo humano, más centrado en la adolescencia, dentro del marco teórico constructivista; para ello se partirá de una exposición de los principales aspectos de la TCP de Kelly y una presentación de la teoría de Vittorio Guidano; se concluirá con dos apartados resumen, uno sobre el desarrollo y la búsqueda del sí-mismo y otro sobre la adolescencia.

Esquema de desarrollo

  1. RECORDANDO A KELLY. ASPECTOS SIGNIFICATIVOS DE LA TCP SOBRE EL DESARROLLO
    1.1. El hombre como constructor de significados
    1.2. El carácter explicativo-predictivo de las redes de conocimiento
    1.3. Los constructos forman redes jerarquizadas y coherentes entre sí
    1.4. La persona un todo indiviso que se resiste a cambiar de paradigma
    1.5. Cambio y crisis
    1.6. Del sistema de creencias personales al sistema de creencias grupales
  2. LA BÚSQUEDA DEL SÍ-MISMO. LA VISIÓN DEL DESARROLLO DE VITTORIO GUIDANO
    2.1. Enfocando la visión de Guidano
    2.2. El proceso del conocimiento
    2.2.1. Los dos niveles de conocimiento
    2.2.2. Las claves del proceso de interacción entre los dos niveles
    2.3. La organización de los procesos de desarrollo
    2.4. La teoría del apego como paradigma integrador del desarrollo humano
    2.5. El desarrollo como pasos progresivos en la reorganización del sí-mismo
    2.5.1. Tres momentos distintos, tres cristalizaciones distintas
    2.5.2. Organización del conocimiento
    2.6. Procesos de mantenimiento y procesos de cambio
  3. LA BÚSQUEDA COHERENTE DEL SENTIDO COMO CLAVE DEL DESARROLLO HUMANO
  4. LA ADOLESCENCIA: LLAMANDO A LA PUERTA DE LA AUTOCONCIENCIA DEL SÍ-MISMO
  5. CONCLUSIONES RELEVANTES
  6. RECORDANDO A KELLY. ASPECTOS SIGNIFICATICOS DE LA TCP SOBRE EL DESARROLLO

También se puede afirmar que una persona está muy amenazada durante un periodo de transición en su vida. La persona no tiene una noción clara de en dónde vive con respecto a sus concepciones básicas. Más aún, podría estar completamente dislocada de su sistema central de significados. En este contexto de transición, la persona es muy vulnerable. Los revueltos años de la adolescencia ofrecen los ejemplos más comunes de amenaza transicional (Landfield y Leitner, 1987, p. 27).

1.1. El hombre como constructor de significados
La metáfora con la que más se relaciona a Kelly, a la hora de describir su teoría de la personalidad, es la del hombre como “científico”. El hombre es un ser empeñado en dar sentido a todo aquello que le llega del exterior; en realidad, su teoría de la Personalidad es una epistemología en la que al hombre le va la vida (el sentido de su vida) en encontrar un sentido coherente a todo lo que experimenta.

El hombre va seccionando la realidad y va buscando diferencias y similitudes; es así como va encontrando pequeñas leyes o teorías sobre el funcionamiento del mundo y de sí mismo. A estas pequeñas leyes las llama constructos. A través de estos constructos va creando “mapas de la realidad”, unos mapas -Kelly insiste- que no son “fotografías de la realidad”, sino “interpretaciones de la realidad”.

1.2. El carácter explicativo-predictivo de las redes de conocimiento
Los constructos son consecuencia de la cristalización del análisis por comparación de las informaciones que llegan a él. Los constructos tratan de dar una explicación coherente, a los análisis parciales de las situaciones parciales que vive el sujeto; poco a poco, a lo largo de la vida, estos constructos se van haciendo más complejos e interrelacionados. Pero no son constructos simplemente explicativos de lo que ha pasado, sino que tratan de aventurar una explicación de futuro con el fin de responder adecuadamente a las nuevas situaciones.

1.3. Los constructos forman redes jerarquizadas y coherentes entre sí
Los constructos no “sobreviven” de manera independiente, sino que se interconexionan e interrelacionan formando una red que se hace cada vez más compleja; así una identidad madura se caracteriza por tener un constructo explicativo de identidad-mundo muy abarcante y, a la vez, sumamente preciso respecto a las explicaciones predictivas.

Esta red interrelacionada se encuentra altamente jerarquizada, de tal manera que unos constructos se van situando en una zona central (o más elevada en jerarquía), son los “constructos supraordenados” o supraconstructos; otros se sitúan en zonas más periféricas. El cambio de los constructos más periféricos o subordinados es más fácil, mientras que es muy difícil el cambio de los constructos situados en lo alto de la pirámide jerárquica (supraordenados), los supraconstructos.

1.4. La persona es un todo indiviso que se resiste a cambiar de paradigma
En algunos momentos, Kelly se sintió sumamente molesto por verse situado entre los autores puramente cognitivos, y es que sus constructos no están formados simplemente por conceptos. Para Kelly, conceptos y sentimientos (emociones) son realidades altamente relacionadas entre sí; la Identidad del hombre estaría constituida por un todo unitario.

Kelly relaciona la emociones, más o menos intensas, con la confirmación-desconfirmación de constructos, más o menos centrales. Así, la confirmación de un constructo central provocaría un profundo sentimiento de bienestar y felicidad, mientras que la posible desconfirmación de un constructo periférico generaría sentimientos de malestar e inquietud.

Como se puede deducir de lo anteriormente dicho, la emoción está muy relacionada con la hipótesis de que la persona posee un núcleo fuerte de creencias (supraconstructos) que se resiste a cambiar. Estos supraconstructos, interpretativos de la realidad y predictores de lo que la realidad va a ser, que dirigen las acciones de reacción a la realidad, conforman el núcleo identitario (self).

1.5. Cambio y crisis
El cambio de los constructos externos, como se ha dicho antes, se hace con relativa facilidad; pero no así los constructos que se encuentran en el centro identitario. El cambio del mapa completo del mundo provocaría una verdadera catástrofe desequilibradora en la persona (es el único mapa, válido para ella, de la realidad); por esta razón la persona, se resiste a cambiar estas claves interpretativas que le han posibilitado hasta ahora, vivir adecuadamente en el mundo.

El cambio progresivo de estos mapas más amplios de la realidad, lo realiza la persona construyendo “hipótesis paralelas de interpretación”. Es como si la misma persona cayese en la cuenta de que la realidad se puede interpretar de muchas formas diferentes y decidiese, en paralelo con las propias formas de interpretación, ir elaborando otras hipótesis que le puedan servir de recambio.

1.6. Del sistema de creencias personales al sistema de creencias grupales
Si bien Kelly no extrapoló la existencia del Sistema de Creencias Personales a realidades sociales, autores como Feixas (Mahoney, M.,1995, p. 286) sí lo han hecho, hablando claramente del TCP como un modelo contextualista. Feixas habla de cómo en la familia se crea un conjunto de constructos comunes a todos los miembros que él llama Sistema de Creencias Familiares. Pienso que, de esa afirmación sobre el grupo familiar, no es difícil pasar a hablar de personalidad grupal; no sólo en los grupos de pertenencia, si no también en todos aquellos grupos sociales susceptibles de transmitir valores, en los que se une pertenencia y referencia.

  1. LA BÚSQUEDA DEL SÍ-MISMO. LA VISIÓN DEL DESARROLLO DE VITTORIO GUIDANO

2.1. Enfocando la visión de Guidano

Una vez recordadas las ideas básicas de Kelly, G. A. (1955), quiero presentar un planteamiento que es heredero del suyo aunque, eso sí, enriquecido por las investigaciones de otros autores. El Constructivismo, como tuvimos ocasión de ver en el capítulo anterior, es una teoría epistemológica, más aún un paradigma de interpretación de la realidad; podemos imaginarnos, por lo tanto, lo variado de las ramas que van surgiendo de este frondoso árbol. Vittorio Guidano, pertenece a la línea constructivista ; imagina la interpretación de la realidad que hace el ser humano, como una “narrativa de vida” en la que “imágenes” o episodios juzgados como más importantes, van tomando su lugar a manera de fotogramas y cuadros escénicos, dentro del guión de la imaginaria “película de su vida”. Conforme se va tomando conciencia relacionada y unitaria de los argumentos principales que componen la “película de la vida”, la persona va interpretando la realidad desde esa “narración” e incluyendo en la misma, aquellas experiencias que se adecuan, en principio, con el guión principal que lleva construido. Para Guidano la construcción del “guión de la vida” no se puede entender separadamente de la construcción; paralelamente, el sí-mismo no se puede construir con independencia de la visión interpretativa de la realidad que vaya construyendo cada persona.

La persona humana es, para Guidano, una realidad que se va definiendo en relación de semejanza-diferencia con los otros, desde el momento en el que es capaz de reconocer los rasgos fundamentales del ser humano, en otra persona. La teoría del Apego de Bowlby, le sirve para basar muchas de sus afirmaciones sobre la importancia de la relación interpersonal con los otros significativos, en la construcción de la conciencia del sí-mismo y de lo otro. Paralelamente, la teoría evolutiva de Piaget le servirá para explicar los cambios decisivos que se dan en la persona, en los momentos del paso entre estadios. Uno de los momentos claves para Guidano en la autoconciencia del sí-mismo es la adolescencia, en la que el comienzo del periodo de las operaciones formales, posibilita a la persona rehacer su concepción sobre el sí-mismo, introduciendo la complejidad máxima de las relaciones sociales de grupo.

Vittorio Guidano introduce tres cuestiones muy compatibles con el planteamiento de George A. Kelly: los niveles tácito y expreso de la identidad y realidad construidas por el sujeto; la incorporación de los planteamientos de Bowlby, J., (1995) sobre el apego; el desarrollo de los planteamientos de Jean Piaget (Piaget, J. y Inherder, B., 2000) sobre los estadios de desarrollo de la capacidad cognitiva.
2.2. El proceso del conocimiento

Para Guidano, sólo podemos hablar de percepción de la realidad introduciendo tres principios:

  • el individuo interpreta la realidad y es a eso a lo que llama realidad;
  • el individuo, a lo largo de toda su vida, va modificando la imagen que tiene sobre la realidad tratándola de adecuarla, cada vez más, a lo que percibe como coherente con el mundo en el que vive ;
  • el contraste de verificación lo realiza, fundamentalmente, a través de la intersubjetividad .

Para él, el hombre es un ser inmerso en un continuo proceso en el que la experimentación y la explicación de los acontecimientos se suceden al ir tejiendo la red de interpretación de la realidad.

Hay que añadir algo más, aunque ya dicho, especialmente importante para los procesos del desarrollo humano. La conciencia de sí-mismo no es algo que podamos separar de los procesos de conocimiento de la realidad; en el proceso en el que el hombre va buscando una mayor perfección en la red interpretativa de la realidad, va tomando conciencia de quién es: de que él es quien conoce la realidad de determinada manera .

Guidano afirma que, siguiendo las pautas biológicas, los sistemas vivos se organizan para preservar su identidad/integridad como sistema; el hombre despliega unas capacidades autoorganizadoras únicas, dadas las capacidades cognitivas superiores que le llevan a construir el sentido de su continuidad histórica. Así, la integridad del hombre, gracias a los procesos cognitivos superiores, no consiste sólo en la integridad física sino en la integridad de ese “contínuo histórico percibido”. La posesión de este sentido histórico de continuidad constituye el sí-mismo.

Sencillamente, el devenir temporal de cualquier sistema de conocimiento individual debe considerarse como el despliegue de un proceso autoorganizador que, a través del desarrollo progresivo de aptitudes cognitivas superiores, construye con el tiempo un sentido de su propia identidad dotado de rasgos únicos intrínsecos y continuidad histórica; el mantenimiento de este sentido pasa a ser tan importante como la vida misma” (Guidano, 1994, p. 22).

Los procesos de cambio en el devenir humano vendrán condicionados por la posibilidad de asimilación de nuevas interpretaciones de los hechos, dentro de ese “continuo histórico personal”. Esto tiene importantes consecuencias para el “cambio psicológico” y para el aprendizaje, pero también tiene importantes repercusiones para la psicología del desarrollo. Hay determinados momentos en la evolución de la persona en los que se dan saltos biológicos decisivos en la capacidad de procesamiento de datos ; en estos momentos se da la posibilidad de que la persona pueda “darse cuenta” de cosas que antes “no existían” para ella y, por lo tanto, se da la posibilidad de “cuestionar” el “continuo histórico percibido”.

La construcción del sentido de sí-mismo está íntimamente relacionada con los procesos de reconocimiento de las personas que comienzan con el reconocimiento facial de la madre y del padre por parte del niño, y que continúa por el reconocimiento de los seres humanos y de sí mismo ante el espejo. Este reconocimiento se va haciendo en forma de “semejanza” y “diferenciación”; de tal manera, que sirve para percibir a los otros como figuras de las que aprender y, así mismo, como figuras de las que se diferencia; a través de este juego de diferenciación-semejanza, el hombre va construyendo el sí-mismo, en el seno de las relaciones con los otros.

La semejanza percibida de los otros es el requisito necesario para experimentar un sentido de ser persona; pero, al mismo tiempo, la diferenciación sobre esa similitud percibida es la condición necesaria para experimentar un sentido del sí-mismo. El equilibrio oscilante, inherente a este ordenamiento autoreferencial, debe considerarse como un resultado del proceso perpetuo de negociación de un consenso mutuo con los otros y de la aceptación, por parte de ellos, que tiene lugar sin interrupción (Guidano, 1994, pp. 31-32).

2.2.1. Los dos niveles de conocimiento

El flujo de información llega a los órganos perceptores y pasa a “impregnar” el nivel “tácito” del conocimiento; paralelamente y por la relación existente entre ellos, determinada porción de este contenido tácito pasa a ser analizado y a formar parte de los contenidos del conocimiento “explícito”. Es en este conocimiento explícito donde se van generando las redes de constructos que ayudan a conocer la realidad y actuar sobre ella. Éste es un proceso hacia delante en el tiempo en el que, según se va interactuando con el medio y analizando los contenidos tácitos, se van elaborando redes cada vez más complejas y abarcantes para interpretar la realidad.

2.2.2. Las claves del proceso de interacción entre los dos niveles

La búsqueda de coherencia entre la “red interpretativa” elaborada y las nuevas informaciones que proceden del exterior, busca siempre tener una “red interpretativa”, lo más coherente posible, con lo que se está viviendo.

Esta búsqueda se realiza en proceso y a lo largo de la vida, en constante juego entre coherencia-discrepancia.

La búsqueda de la coherencia (procesos de mantenimiento) es el procedimiento básico para estructurar y estabilizar los niveles disponibles de autoidentidad y autoconciencia; a su vez, las perturbaciones emocionales activadas por la percepción de las discrepancias son los reguladores principales que provocan una reestructuración de los niveles más integrados de la autoidentidad y autoconciencia (procesos de cambio) (Guidano y Liotti, 1988, p. 128).

2.3. La organización de los procesos de desarrollo
La capacidad-cualidad que tiene el ser humano para autoorganizar coherentemente (con sentido) el flujo de información, es la espina dorsal del autoconocimiento y, por lo tanto, de la identidad. Una vez afirmado lo anterior, la cuestión que se nos plantea es la siguiente: los hombres traemos, por carga genética, una ingente cantidad de funciones que organizan la información; pues bien, sólo con eso, un niño no es capaz de reconocerse como un “si mismo”.

… aprender a ser un sí-mismo representa el proceso básico a través del cual el organismo aprende a reconocerse, unifica progresivamente su conocimiento sobre él mismo en una autoidentidad definida y sitúa eventualmente su autoidentidad en el centro de la realidad, esto es, en el centro de su conocimiento (Guidano y Liotti, 1988, p.129).

¿Cuáles son las características que regulan el proceso por el cual los humanos llegamos a tomar conciencia de nosotros mismos? La respuesta la podemos encontrar en estas dos afirmaciones: la toma de conciencia de aquello que constituye el “núcleo invariable” de uno mismo, se va desarrollando en la interacción, especialmente, con los otros significativos (Guidano y Liotti, 1988, p. 130); la estructura del conocimiento del mundo y de uno mismo. Son las dos caras de la misma moneda.

En este sentido la elaboración del conocimiento se presenta como un proceso unitario que ocurre a través de una interacción dinámica de dos polaridades: el sí-mismo y el mundo, que metafóricamente se puede comparar a las dos caras de una moneda; el autoconocimiento de un sujeto siempre incluye su concepción de la realidad, y, por su parte, cada concepción de la realidad está conectada directamente con el punto de vista del sujeto sobre el sí-mismo (Mahoney, 1988, p. 131).

2.4. La teoría del apego como paradigma integrador del desarrollo humano
Admitida la centralidad de las relaciones interpersonales para la construcción de la identidad y, en general, para el proceso del conocimiento, la Teoría del Apego de Bowlby y sus desarrollos, podrían considerarse como una especie de metateoría desde la que integrar otras teorías más parciales.

El mecanismo del “espejo” es la base sobre la que se crea una “imagen refleja” de sí mismo, que sirve de referencia básica, desde la que ir articulando las redes, cada vez más complejas, que la persona va elaborando para su autoconocimiento y el de la realidad en la que vive; como hemos mencionado antes cada individuo realiza, este proceso de reconocimiento-diferenciación, en relación con los otros significativos, inicial y especialmente con su padre y su madre. Esta vinculación especial de la persona a los padres no se mantiene sólo en la infancia sino que, en nuestra sociedad, llega incluso hasta más allá de la juventud con las personas con las que se siente emocionalmente involucrada . Las confirmaciones de las pautas “reflejadas” aprendidas en la infancia serán reforzadas a lo largo de este extenso periodo de vinculación.

El desarrollo cognitivo consiste, fundamentalmente, en el proceso por el cual la persona es capaz de acceder a niveles de relación estructural interpretadora de la realidad, cada vez más complejos . El lento desarrollo cognitivo posibilita ir elaborando esa teoría sobre el sí mismo y sobre la realidad a lo largo de todo el proceso vital; pero hay un momento especialmente importante en este proceso evolutivo: la adolescencia. Durante el periodo de la adolescencia, la persona adquiere un desarrollo cognitivo tal que es capaz de separarse de una manera significativa de lo que es su experiencia inmediata del mundo, para construirla con un mayor distanciamiento. La persona construye esta nueva imagen del mundo, desde una selección de campos de experiencia y de estructuras de interpretación, basadas en las formadas en momentos de desarrollo anteriores, pero redimensionadas en una mayor complejidad .

Las emociones son entendidas como esquemas emocionales que pasan, de la simplicidad de las emociones básicas, a una exquisita diferenciación y articulación; los esquemas estarían formados por contenidos visuales y analógicos. En todo este proceso emotivo, el desarrollo cognitivo está radicalmente presente; en realidad cognición y emoción están íntimamente interrelacionadas.

2.5. El desarrollo como pasos progresivos en la reorganización del sí-mismo

Los estadios del desarrollo, pueden considerarse como series progresivas de transformaciones cualitativas, que hacen pasar a la persona de los patrones elementales del conocimiento (cristalizados en equilibrio inestable), a la aparición de la autoidentidad estructurada. El tipo de nueva estructuración en esta evolución, depende del grado, tipo o fisonomía que haya alcanzado la cristalización anterior.

Se puede empezar a reconocer e identificar la aparición de un sentido del sí-mismo en el momento en el que se puede diferenciar un sentido interior experimentado subjetivamente, de un sentido exterior experimentado objetivamente con otros. Si se considera el sí-mismo como el hilo conductor subyacente al desarrollo de la personalidad, es evidente que se despliega como un proceso en espiral de construcciones y reconstrucciones que se desprenden de la capacidad de experimentarse a sí-mismo como sujeto y objeto (Guidano, 1994, p. 43).

2.5.1. Tres momentos distintos, tres cristalizaciones distintas

La visión de Guidano sobre el ser humano, como estamos viendo, implica todo el proceso de la vida; esto es así, porque claramente el sentido de la vida y del sí-mismo está en constante diálogo con el nicho de realidad en donde la persona se reconoce como sí misma. En este pequeño apartado centramos la aportación al desarrollo de la persona a tres momentos; la larga cita adjunta hace un recorrido clarificador sobre el descubrimiento del sí mismo a través de toda la vida .

Infancia y edad preescolar (EI, 2,5 a 5 años): Elaboración del núcleo primordial del autoconocimiento; serán los patrones invariantes del reconocimiento del automundo, los que sesgarán el autoconocimiento posterior. Corre paralelo con la inmediatez de la experiencia del sí mismo y de la realidad.

Niñez (EP, 5-12 años): Etapa de las Operaciones Concretas que viene caracterizada por el tipo de “experiencia inmediata y realista” de todo; desemboca en el descubrimiento del sí-mismo como “objeto”.

Adolescencia y juventud (ESO, 12 a 18): Etapa de las Operaciones Formales. El sí-mismo se reconoce a sí mismo como un sujeto “que conoce” la realidad, dotado con un sentido total de identidad personal y estructurando activamente y planificando su vida .

Así, en el momento del descubrimiento “existencial” del sí-mismo durante la juventud, el pasado se percibe como algo que acaba de comenzar, y la persona siente que se enfrenta a un futuro ilimitado lleno de potencialidades (Guidano, 1994, pp. 120-121).

2.5.2. Organización del Conocimiento

Partamos de que el hombre va elaborando una construcción cada vez más compleja de la realidad (de su identidad y del mundo en el que se sitúa), en dos niveles (tácito y expreso).

El núcleo de los patrones de interpretación (analógicos y analíticos) está en el nivel tácito. En el núcleo tácito se albergan un conjunto de esquemas organizados jerárquicamente, que constituyen el marco estructurado organizador del flujo de información que llega del exterior, y que orienta la selección del campo de interactividad del sujeto con el exterior (Guidano y Liotti, 1998, p. 138). En este núcleo tácito, encontramos también esquemas emocionales imbricados con el resto de esquemas, que sirven además, para retroalimentar positiva o negativamente los procesos cognitivos. Este núcleo es el generador de esquemas de interpretación-acción menos centrales.

El segundo nivel, el explícito, contiene esquemas formados a través de procedimientos que implican pensamientos imaginativos y verbales basados en la experiencia externa (Guidano y Liotti, 1988, p. 139); este nivel ofrece una organización más incompleta del sí mismo y del mundo; los esquemas de este nivel no incluyen todos los esquemas del nivel anterior: se adecuan congruente y aproximadamente con los del nivel anterior. A este segundo nivel pertenecen la Identidad Personal y los Modelos de Realidad; podríamos decir que estos dos grupos de esquemas están “a caballo” entre el “núcleo central” y la fuente externa de información (el mundo, los otros, lo otro).

La Identidad personal es definida como una totalidad de creencias, memorias y procesos de pensamiento sobre el sí-mismo que produce una autoimagen coherente y un sentido de la unidad personal y de la continuidad en el tiempo (Guidano y Liotti, 1988, p. 139). Una Identidad (autoidentidad) estructurada, ofrece patrones de autoevaluación y autopercepción coherentes con la autoimagen seleccionada. La autoaceptación y la autoestima, estarán relacionadas con las congruencias sobre el propio valor personal y la estima de la propia conducta; en todo caso íntimamente relacionadas con las emociones. La identidad personal es una formalización definida y estructurada de la propia existencia.

Esta formalización tiene lugar a través de una relación dinámica entre los elementos de las estructuras profundas (por ejemplo, reglas tácitas invariantes, esquemas emocionales) y las habilidades cognitivas emergentes (por ejemplo, formación de conceptos, descentramiento y distanciamiento). Esta relación, a través de la cual cada uno de nosotros llega a ser lo que es, se extiende mediante un proceso continuo de reconstrucciones internas (Guidano y Liotti, 1988, p. 141).

La realidad es la “realidad para mí”; de tal manera, que la persona “construye” la realidad existente y sólo desde ésta (sólo desde esta construcción) es capaz de actuar; los esquemas de interpretación de la realidad están en congruencia con los esquemas fundamentales de la identidad personal.

2.6. Procesos de Mantenimiento y Procesos de Cambio
Supuesta la existencia del “núcleo invariante identitario”, la persona recorre un proceso de mayor complejidad y adecuación entre el “núcleo central” y el flujo de informaciones externo, a través de una construcción más compleja de su “imagen de sí mismo” y de su “imagen del mundo”. Para que el “sí-mismo” cambie en consonancia con la “imagen de la realidad”, es necesario que, en el curso de las interacciones, el sujeto vaya construyendo alternativas del “sí-mismo” coherentes con el “núcleo central identitario”. En los procesos de introducción de cambios en los esquemas de comprensión del “sí-mismo” y de la “realidad”, se da una especie de constante oscilación entre dos polos: “cambio” y “mantenimiento”; los dos polos y la oscilación, son necesarios para producir el verdadero cambio.
Los procesos de cambio sólo se pueden dar pasando a la consciencia contenidos del nivel tácito; pero estos contenidos, para ser lo suficientemente importantes como hacer surgir un verdadero cambio, han de integrarse coherentemente en el conjunto de esquemas pertenecientes al núcleo de la Identidad Personal. Vemos que hay dos palabras claves en los procesos de cambio: consciencia e identidad; a ambos lados de este “centro del cambio” el “núcleo central tácito” y la “fuente de información”.

El cambio hacia delante (hacia arriba) supone un cambio hacia un nivel más elevado en la escala de representación cognitiva de la realidad; pero, sobre todo, de uno mismo dentro de la realidad.

  1. LA BÚSQUEDA COHERENTE DEL SENTIDO COMO CLAVE DEL DESARROLLO HUMANO

La Teoría de los Constructos Personales se puede considerar como la herencia más estructurada sobre la personalidad de la Teoría Constructivista. Casi, por lo tanto, lo único que habría que hacer sería releer lo relativo a la TCP de Kelly y presentarlo como una teoría de la personalidad dinámica; aunque el marco referencial de Kelly creo sigue siendo el fundamental, otra teoría como la que terminamos de recoger, complementan o desarrollan muchas de las que para Kelly, fueron simplemente intuiciones que no podía contrastar, en su tiempo, suficientemente bien. Puede ser bueno, al final de estos capítulos sobre las teorías constructivistas, hacer un pequeño resumen que integre lo más relevante de éstas en el campo del desarrollo humano que nos pueda servir para el análisis posterior de datos; ¡vamos a ello!

La persona va, a lo largo y ancho de su vida, construyendo y modificando el sentido que le da al mundo y su misma conciencia de ser en el mundo; en este contínuo tejer y modificar su red interpretativa (narración de vida) va descubriéndose a sí mismo (sí-mismo), especialmente en su interacción (reconocimiento-diferenciación) con los otros significativos. Su íntima esencia está formada por un conjunto nuclear de constructos que, jerárquicamente, se van desplegando en otros de un “nivel lógico” inferior. La modificación de estos constructos se va dando en relación con el mundo, un mundo fundamentalmente formado por personas significativas, en el que la familia, punto primero de desarrollo del apego, tiene una especial relevancia.

El raciocinio y el sentimiento, no son sino facetas del mismo proceso del conocer hacia dentro y hacia fuera, que realiza la misma persona. La experiencia de la propia persona y del mundo, está basada en los niveles previos a las operaciones formales, pero a partir de la adolescencencia todos los niveles de experiencia elaborados y los tipos de operaciones interactúan entre sí, dando lugar a un ser humano en el que es muy difícil distinguir entre las conctrucciones conceptuales y las experienciales. Los sentimientos surgen en los procesos de cambio en la validación o invalidación de los constructos; son más intensos cuando los constructos implicados, son más nucleares o cuando el cambio puede hacer peligrar partes importantes del guión de vida. Esta vinculación entre sentimientos y cambio de constructos no debería extrañarnos ya que los constructos no son simples “conceptos”, sino que son amalgamas de experiencias en donde todo se une.

La persona va haciendo evolucionar sus constructos personales, partiendo de la simplicidad de los constructos de la infancia, hasta las complejidades de la edad adulta; los procesos de desarrollo cognitivo y de apego van posibilitando una evolución sumamente relacionada con la capacidad de interpretar la realidad y de contraste-reconocimiento con las figuras relevantes. Los constructos nucleares (en gran media se podrían encuadrar en el nivel tácito presentado por Guidano), tienen un componente especialmente denso que comienza a formarse en el seno del Sistema de Constructos Familiares (SCF) y en contraste-reconocimiento dentro de la familia; este núcleo, basado en el SCF, se va contrastando a lo largo de la vida, con el que tienen personas significativas, amigos, escuela, nueva familia, otros grupos significativos.

De hecho, lo que Kelly (1955) propuso era un modelo de funcionamiento para construir sistemas; pero, debido a que la validación de un sistema de constructos personales se da siempre en un dominio interpersonal, -la familia en los primeros años, y sistemas más amplios después (Procter y Parry, 1978)-, este modelo permite ser ampliado a sistemas más amplios de construcción (Feixas, 1998, p. 287).

  1. LA ADOLESCENCIA: LLAMANDO A LA PUERTA DE LA AUTOCONCIENCIA DEL SÍ-MISMO

En el capítulo primero, hice una presentación sobre la adolescencia basada en autores cuyas conclusiones son universalmente admitidas, a la hora de hablar de esta etapa del desarrollo humano. Al introducir el tema del constructivismo, planteaba la necesidad de encontrar una teoría que diese respuesta a las cuestiones sociales e identitarias (descubrimiento del sí-mismo) que parecen ser las tareas centrales de la adolescencia. Ahora, una vez encontrada dicha teoría, voy a tratar de presentar una descripción de los adolescentes, desde este punto de vista constructivista, a manera de conclusión; no presentaré citas ya que me parece que han sido suficientes las recogidas a lo largo de todos estos capítulos. Recordemos que al hablar de adolescencia me refiero al periodo comprendido, aproximadamente, entre los 12 y los 18 años.

Cada ciclo vital se inicia con una simetría temporal prácticamente total (es decir, con el sentido exclusivo del presente que durante la primera infancia y la niñez corre paralelo con la inmediatez de la experiencia del sí-mismo y la realidad). Cuando en la adolescencia aparece la autorreferencia abstracta, esta simetría se quiebra, provocando una distinción creciente a nivel experimental entre el pasado y el futuro (Guidano, 1994, p. 120).

a. Como toda persona, el adolescente ha ido viviendo los primeros años en su familia interpretando la realidad; algo que en ningún momento ha separado de lo que es la interpretación de su realidad personal. Sus padres, como otros significativos en los que se reconoce como igual y diferente, han sido las primeras referencias para su construcción identitaria.

b. Las normas sobre el cómo actuar en los ámbitos relacionales y sobre su identidad, las ha podido ir construyendo con la ayuda de las imágenes, referencias, que le han presentado sus padres o (si no se quiere ser muy estricto) sus referentes más cercanos.

c. A lo largo de este tiempo ha ido formando una Teoría de su propia Identidad, de la Identidad familiar e, incluso, del mundo en el que está. Ya se han ido construyendo en el nivel tácito de su núcleo identitario, los marcos referenciales para la interpretación del mundo, de las personas y de sí mismo. Podríamos decir que ya tiene una teoría del mundo que le sirve para vivir y para imaginarse lo que va a venir en el futuro y actuar en consecuencia; la narración de su vida tiene ya muchos cuadros que, al llegar la adolescencia, van a ser posiblemente recolocados y reintepretados.

d. El mundo para la persona, justo antes de la adolescencia, es un mundo simbólico caracterizado por las “operaciones concretas”; es un mundo absolutamente inmediato y real sin muchas “vueltas de hoja”. Las cosas están cambiando, como siempre, pero parece que se ha llegado a cierta estabilidad; por ahora los constructos elaborados son capaces de interpretar-anticipar las situaciones.

e. Al comienzo de la adolescencia, los cambios empiezan a venir por todos los lados; de pronto, las transformaciones biológicas le indican que le está sucediendo algo nuevo. Pero no sólo son los indicadores y lecturas propias las que lo dicen, sino también el entorno social: sus iguales cambian y sus mayores empiezan a realizar demandas que antes no han realizado.

f. Durante el tiempo anterior, todo cambio corporal era introducido sin problema en los esquemas de comprensión de la realidad correspondientes a la infancia; pero ahora, los esquemas empiezan a no servir. Los constructos jerarquizados, sobre todo en un nivel tácito y muy poco expresos, empiezan a quedarse pequeños; la razón es que misteriosamente, la capacidad de analizar situaciones empieza a multiplicarse vertiginosamente y los “¿por qué?” sencillos de la infancia, empiezan a transformarse en multitud de preguntas sobre multitud de cuestiones realmente trascendentales.

g. Lo que está sucediendo es que la aparición de la edad de las operaciones formales, está haciendo posible el análisis de todos los constructos interpretativos de la realidad y del sí mismo. Los constructos más exteriores empiezan a entrar en conflicto unos con otros, demandando “soluciones” a los constructos superiores y llegando a cuestionar a los constructos nucleares situados en los contenidos tácitos de la identidad.

h. El adolescente empieza a ver tambalearse toda la construcción interpretativa de la realidad, y de sí mismo, que le había sido válida hasta este momento; casi compulsivamente, necesita “poner orden en todo aquello”, “buscar sentido” a lo que le está pasando; situación, por otro lado, propias de todo momento en el que entran en crisis los sistemas de constructos nucleares.

i. La construcción anterior de su identidad hace crisis, pero no se desmorona; en paralelo a la red de constructos en crisis, van apareciendo nuevas construcciones posibles que va poniendo a prueba el adolescente. Ante la crisis “galopante” de los constructos antiguos, lo más fácil es agarrarse, por un lado a las convicciones irrenunciables de siempre y, como ensayando nuevas cosas, a los estereotipos externos provisionales que utilizan sus iguales.

j. Todo esto, como toda crisis, de crecimiento o no, provoca emotividad y, además, una emotividad enormemente alta, en todos los sentidos; pero, sobre todo, respecto a aquellas cuestiones que tocan sus núcleos interpretativos más centrales.

k. El final de la adolescencia coincide con la cristalización, siempre en equilibrio inestable, de una nueva teoría interpretadora de la realidad. Su fundamento son los constructos marco fundamentales adquiridos en la infancia y conformadores del núcleo tácito (altamente invariable). Desde estas interpretaciones básicas de la realidad, ha ido enriqueciendo enormemente su sistema total de interpretación de la realidad, ampliándolo en extensión y en detalles predictivos.

l. El adolescente ha tenido la experiencia de buscar en el interior de su “yo tácito” y sacar a la luz “expresa” muchos contenidos antes en la oscuridad. Ha sido capaz de construir conscientemente su identidad; una cristalización identitaria, siempre en equilibrio inestable, que puede expresarse a través de un “relato personal” con sentido y con predicciones de futuro.

m. En la vida adulta la posibilidad del cambio cognitivo depende, únicamente, del trabajo interno que, en diálogo con la realidad, va provocando alternativas para entender el self. El cambio profundo que se da en la adolescencia viene propiciado por un avance significativo en la capacidad de procesamiento de información. La necesidad de cambio de “esquemas identitarios y de concepción de la realidad”, no viene sólo de la mano de los avances biológicos cerebrales, sino también de los cambios corporales que generan nuevas expectativas de relación social, tanto en el adolescente como en aquellos (pares o desiguales) que forman su círculo social.

  1. CONCLUSIONES RELEVANTES PARA EL ESTUDIO
  2. La integración de los modelos evolutivos de Piaget y Bowlby en la orientación constructivista, presentan una coincidencia de planteamientos con la línea general del presente estudio, que hace posible construir un marco de referencia teórico suficientemente sólido.
  3. La concepción del sí-mismo es un proceso en el que se integran, desde las experiencias de la infancia, las otras experiencias e interpresaciones que la persona tiene a lo largo de su vida. Aunque en la adolescencia y en otros momentos de la existencia, se dan modificaciones importantes de la base de red infantil de constructos, gran parte del esquema de interpretación de la realidad, o relato de la vida, tiene una fuerte tendencia a permanecer.
  4. La importancia de las personas, en concreto a las Personas Significativas, y más concretamente aún a la Madre y al Padre, en la construcción de la imagen del mundo y del sí-mismo, orientan claramente por dónde ha de ir la investigación presente.
  5. La configuración del mapa personal de interpretación de la realidad y del sí-mismo, como una realidad jerarquizada, nos indica los distintos niveles de centralidad y de posibilidad de cambio que nos podemos encontrar en los adolescentes.
  6. La construcción del sí-mismo se entiende como algo estrechamente relacionado con la búsqueda del sentido coherente de la imagen de la vida que se ha formado la persona; lo que nos posibilita entender los momentos de crisis como momentos de reestructuración, que producen desajustes emocionales debido al miedo que provoca reconstruir la red de significados o relato de la vida.
  7. La Adolescencia se presenta como un momento de reajuste de experiencias, provocado por la posibilidad de elaborar nuevos “esquemas” de comprensión, y de relacionar todo esto con la propia identidad (sí-mismo) y las personas significativas del entorno.
        
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