I MARTES DE ADVIENTO: (Is 40, 1-11; Sal 95; Mt 18, 12-14)

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COMPASIÓN
«Consolad, consolad a mi pueblo -dice vuestro     Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle     que se ha cumplido su servicio, y está pagado     su crimen, pues de la mano del Señor ha     recibido doble paga por sus pecados.»

RECEPCIÓN DE LA PALABRA
Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Nuestro Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad. Nuestro Dios es bueno, como pastor que cuida su rebaño, como centinela que guarda la ciudad, como labrador que cuida su viña, como padre que ama a sus hijos.

Se nos ha dado la feliz noticia de la revelación divina, lo que Él mismo ha deseado decirnos de su identidad. Él es bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas. No lleva cuentas del mal y busca al hombre allá donde se encuentre, aunque se esconda de su presencia por vergüenza de su pecado.

Qué Dios es tan grande como nuestro Dios, qué nación tiene un Dios tan cercano. Nuestro Dios no renuncia a ser el amor de su pueblo. Como esposo a esposa, corteja, regala, ama y nos desvela nuestra mayor vocación, hacernos una misma cosa con Él.

No es barato el consuelo, ni frívola la palabra que revela la infinita bondad de quien no reniega de lo que ha prometido aun en daño propio. Él es fiel, y cumple su promesa.

Estas palabras no son acomodaticias, sino auténtica manifestación del Dios revelado, de quien no es proyección de los miedos subjetivos de los hombres. Él es amor.

Con estas palabras cumplo el mandato del profeta. Quienquiera que tú seas, en las circunstancias más aciagas que puedas vivir, no te engaño si te transmito un mensaje de consuelo, entrañable.

Puede parecer que soy sectario, que no digo toda la verdad, que debiera advertirte sobre las consecuencias del mal obrar. Bien sabes que, como dice el refrán, en el pecado llevas la penitencia, la insatisfacción, la tristeza y la amargura. Pero el mensaje profético no se queda en la penosidad, fruto del comportamiento emancipado de Dios, porque Él invita al retorno, a valorar más lo que es Dios que lo que es la humanidad.

Da crédito a la entrañable misericordia de nuestro Dios y no te obstines en el mal camino. Él te buscará, no obstante, aunque siempre respetará tu libertad.
 

    

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