Hogar y dialogo familiar

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A la vida cotidiana de la inmensa mayoría de las personas pertenece la familia y el hogar. Es un ámbito lleno de simbolismos y posibilidades de espiritualidad. Muchas de las acciones sacramentales y de los gestos evangelizadores brotan de esta dimensión de la vida.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Entendemos que espiritualidad matrimonial es todo aquello que nos ayuda a vivir en unidad, íntima y responsable. Es poner espíritu y amor en todo lo que hacemos cada día, viviendo el plan que Dios tiene para nuestro matrimonio: ser imagen de su amor, signo de relación y comunión de personas.

Deseamos que nuestro hogar, nuestra pequeña Iglesia, sea para nosotros y para todos los que se acercan a ella posibilidad de encuentro con Dios, lugar de acogida, comprensión, escucha, reconciliación, servicio. Nos esforzamos por ser testimonio de la alianza de amor de Dios con los hombres, por vivir nuestra paternidad como misión educadora y transmisora de la fe.

Tratamos de hacer realidad nuestro sacramento en la vida concreta. Hemos descubierto que, si queremos vivir en unidad, tenemos que comunicarnos a nivel de sentimientos, aunque existen ocasiones en las que nos resulta difícil, dadas las formas de ser y actuar de cada uno de nosotros.

Dialogar nos implica una apertura en la que los dos nos arriesgamos y tenemos que vencer nuestros miedos, la desgana, la comodidad y todo lo que nos impide vivir unidos. La actitud de escucha nos lleva a desinstalarnos y nos facilita la creación del NOSOTROS. Tenemos presente la oración en pareja y en familia. Pedimos a Dios que nos acompañe, nos dé fuerzas, nos bendiga, nos enseñe a amar y perdonar. También le damos gracias y le bendecimos por hacerse presente en nosotros y en nuestra relación.

Tienen singular importancia los momentos en que nos reunimos para comer. Tratamos de poner esmero, cuidado y espíritu. Procuramos que las comidas en familia sean motivo de encuentro, donde nos hacemos sensibles a los demás, donde compartimos los alimentos como signos de ofrenda y colaboración de todos. Intentamos buscar motivos de celebración para destacar y hacer explícito lo que significa para nosotros un aniversario, un acontecimiento significativo de un miembro de la familia, una buena nota en los estudios, el recuerdo de personas queridas, o reunimos con algunos amigos para compartir nuestras vivencias.

Las sobremesas tienen especial importancia para establecer momentos de comunicación con nuestras tres hijas. Tenemos la experiencia de cortar el diálogo bastantes noches porque hay que madrugar al día siguiente. Aun a riesgo de escuchar algo que nos nos guste y vernos interpelados, solemos compartir con ellas muchas situaciones nuestras: la forma como vivimos el trabajo, las dificultades y satisfacciones. Les pedimos opinión en decisiones que tenemos que tomar y nos aportan sugerencias y ayuda. En estos diálogos con nuestras hijas procuramos que conozcan sus capacidades y limitaciones, que tomen las decisiones que tienen que tomar de la manera más libre posible.

Nos esforzamos por conseguir un acuerdo acerca del dinero de que pueden disponer para sus gastos y aunque no siempre es posible, al menos, dedicamos el tiempo necesario a escuchar las necesidades de cada uno. Buscamos entre todos la forma de compatibílizar los intereses, dentro de nuestras posibilidades, y poder pasar juntos una temporada de vacaciones.

Últimamente hemos tenido que tomar muchas decisiones referentes a un cambio de domicilio y hemos procurado que fueran participadas y asumidas por todos. Se ha intentado acoger y respetar los gustos y sensibilidad de cada uno en todo lo que ha sido posible. No es fácil este empeño por vivir de forma diferente a lo que nos propone la sociedad de consumo, pero estamos acompañados por muchas familias que, con su testimonio, nos ayudan en nuestro caminar.     

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