Hacia una explicación sociológica de las relaciones de los jóvenes con la Iglesia y de sus demandas en el campo religioso

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    Vamos a presentar una serie de aspectos que, a nuestro juicio, deben ser tenidos en cuenta a la hora de entender las actitudes y valoraciones que mantienen los jóvenes españoles hacia la Iglesia católica.
    Distinguimos tres niveles en estas reflexiones. Por un lado, laCiudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. situación ad intra de la propia Iglesia. En segundo lugar, el contexto global de secularización en que se encuentra la sociedad europea y occidental en general y la española en particular. En tercer lugar, los rasgos fundamentales de los jóvenes españoles de hoy, especialmente, aunque no de forma exclusiva, en lo que se refiere a su «capacidad» o «plausibilidad» para que aflore la dimensión religiosa en sus horizontes vitales.

    Las tres listas que señalamos a continuación no deben interpretarse como resumen valorativo de los pros y los contras del papel de la Iglesia en la sociedad actual, del papel de lo religioso en esa sociedad y de los valores de los jóvenes. Pretendemos simplemente resaltar telegráficamente aquellos aspectos que en las tres dimensiones, y más aún en la conjunción de las mismas, nos ayudan a comprender el divorcio asimétrico de la gran mayoría de los jóvenes españoles de hoy con la Iglesia católica española.

a) Factores relacionados con la propia Iglesia (mencionados sin orden de importancia)

    – La ausencia de instancias eclesiales atractivas para los jóvenes más allá de algunos espacios cálidos, donde además se nota que hay cada vez menos sacerdotes, religiosas y religiosos.
    –  La lejanía de la parroquia como espacio vital para muchos jóvenes, aunque los colegios religiosos mantienen su peso y emergen, con fuerza, aunque en muy pocos jóvenes, en los nuevos movimientos religiosos.
    – La disociación entre la religión del libro y la sociedad del espectáculo.
    – La casi total ausencia de la información religiosa en los espacios vitales juveniles.
    – La difícil asunción por los jóvenes de la proclamada opción preferencial por los pobres.
    – El prolongado, y a veces insólito, ocultamiento de la matriz católica en algunas «obras» eclesiales.
    Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.– La situación de la mujer en la estructura eclesial, y la cada día mayor percepción que ellas tienen de relegación, incomprensión e injusticia por parte de la jerarquía eclesiástica.
    –  La absoluta irrelevancia e incomprensión para los jóvenes de algunas disputas internas en la Iglesia, que además son trasladadas por los medios de comunicación como meras disputas entre progresistas y conservadores.
    –  El gigantesco foso entre la doctrina oficial de la Iglesia en el campo de la sexualidad y la práctica juvenil en ese terreno.
    –  El envejecimiento del clero y de los religiosos y religiosas, así como del laicado próximo a la actividad cultual.
    –  La dificultad para los jóvenes de contemplar unos «líderes» eclesiales (papa, cardenales y obispos) de edad avanzada y con jubilaciones tan tardías, más abuelos que padres.
    –  La insistencia por parte de la Iglesia en cuestiones de moral privada, especialmente de signo sexual, o del comienzo y del final de la vida, cuando la demanda de los jóvenes es de sentido vital a lo largo de la vida.
    –  La percepción juvenil de la falta de liderazgo en la mayoría de los obispos en sus diócesis, aliada con la sistemática posición «anti» y «a la contra» de los «tenores» de la Conferencia Episcopal.
    –  Una cadena de radio, la COPE, oficialmente católica, aparece con connotaciones políticas de un signo concreto, provocando el rechazo de los que políticamente -sean o no religiosos- se sitúan en otras coordenadas políticas. Amén de muchos católicos, que en absoluto se reconocen en ella o incluso la ven como un «problema» para su manifestación externa como católicos.
    –  La percepción de la escasa utilidad social de los sacerdotes, religiosos y religiosas, en lo más bajo de la escala social, y ello pese a la buena consideración que merece a la mayoría juvenil los sacerdotes, religiosos y religiosas que conocen y tratan, valoración claramente superior que la que emiten los jóvenes que apenas han tratado con ellos, quienes emiten la opinión dominante.
    –  Un modelo de salvación que refleja un Dios inasumible en la cultura actual.

b) Factores relacionados con el entorno socio-cultural (mencionados sin orden de importancia)
    – El difícil discernimiento de la distinción entre el principio de verdad absoluta con pretensiones de universalidad y el relativismo del «toda opinión vale», imposibilitando, de hecho, un planteamiento holístico intelectualmente riguroso. Es preciso distinguir el «relativismo» del todo vale de la «relatividad» frente a la pretensión de verdad iónica universalizable a todo el género humano. Es preciso superar la polaridad entre, por un lado, el imperio de lo efímero, fragmentario, de lo meramente subjetivo, y, por el otro, la pretensión de ser los únicos ostentadores de la única verdad (religiosa u otra).
    – El proceso de socialización, con dos ámbitos diferenciados:

        • la dimensión occidental: aunque la dimensión religiosa, como tal, tiene un espacio cada día más importante, incluso en los estudios de ciencia sociológica, la plausibilidad del mensaje eclesial es cada día menor;
        • en España no acabamos de salir de la memoria histórica del nacional-catolicismo: especialmente en los adultos y en los medios de comunicación social, cada día más ideológicamente sesgados hacia los partidos políticos que defienden. ¿Volvemos a las dos Españas?

    Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.– El indiferentismo religioso reinante, así como la sustitución de la religiosidad institucionalizada por fenómenos pseudo-religiosos, como quiromancia, astrología, ocultismos, religiones cosmovitalistas, religiones de reemplazo (políticas, ecologistas, de culto y cultivo del cuerpo, etc.), sin olvidar la floración de novelas de ficción para-religiosas cuyo éxito, independientemente de sus cualidades intrínsecas, está aliado con el morbo de atacar a la Iglesia o adeterminados organismos de la Iglesia.
    – La práctica ausencia de cristianos, manifestándose en tanto que cristianos, en la vida cultural, intelectual, política, etc. en los últimos años.
    – La lectura de la dimensión religiosa como relacionada con algo caduco, viejo, tradicional, de gente mayor, en la inmensa mayoría de la prensa escrita, radiada y televisada.
    – La ausencia de toda referencia religiosa mínimamente positiva en las revistas que leen los jóvenes.
    – La falla de la socialización familiar: la primera generación de jóvenes que no ha sido educada religiosamente en sus propias casas. La pérdida de socialización materna es determinante, y nada hace pensar que no continúe en las generaciones venideras.
    – La dificultad de introducir la «especificidad» religiosa en los centros de enseñanza, no solamente en los públicos.
    – La percepción de que, en los últimos años, se ha producido un acercamiento entre los planteamientos políticos de derechas, la Iglesia oficial y muchos de los nuevos movimientos religiosos:
    – La lectura elemental del islam como agente de terrorismo, las disputas sobre el laicismo en Francia y su repercusión en España, el nuevo confesionalismo cristiano de Estados Unidos, entre otros factores, condicionan muy fuertemente una aproximación a la dimensión trascendente, mas allá de la meramente experiencial, sin olvidar los movimientos parareligiosos, exóticos, quiromancias, ocultismo, astrologías etc.

c) Factores relacionados con el ser joven de hoy (mencionados sin orden de importancia)

    – El hiato entre los valores finalistas y los valores instrumentales.
    – La socialización por experimentación y no por reproducción, aun crítica, de lo heredado. Sin embargo es innegable la demanda, aun implícita y soterrada, de referentes.
    – La pérdida de la impronta de los agentes tradicionales de socialización, como la escuela y la mayor parte de las familias y, de forma especial, la Iglesia.
    – La influencia determinante del grupo de pares, de amigos.
    – La incógnita de la impronta de las nuevas tecnologías en unas familias desbrujuladas, de hijo único, en una sociedad abierta, con una Europa en construcción y en tierra de inmigrantes extranjeros.
    – La fractura entre el tiempo normativo y el tiempo de ocio: la impronta de la noche y el cambio en las costumbres horarias.
    – Omnipresencia de la sexualidad. La ambivalencia del preservativo como icono del «amor seguro» y desconfiado: pulsión de vida, con barreras, por temor a la muerte… y a la vida por venir. También la trivialización de la relación sexual entre adolescentes, e incluso preadolescentes, que alguna guía oficial de educación sexual viene a legitimar, cuando no a impulsar.
    – El peso de lo visto y experimentado frente a lo leído y razonado. La dificultad (¿imposibilidad?) de discernimiento ante la multiplicación desordenada de los inputs recibidos.
    – El presentismo e inmediatismo en una lógica de moral libertaria. El pasado relegado al olvido o rescatado como ocio cultural y el futuro percibido como incertidumbre.
    – Un humanismo indoloro y puntual.
    – La dificultad de adquirir compromisos duraderos en el tiempo.
    – Adolescentes que crecen solos, con padres agobiados y estresados, y que no saben qué hacer con ellos.

Javier Elzo en «La felicidad y los jóvenes». PPC