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¿Formación para el matrimonio?

Bonifacio Fernández, cmf -

Las noticias de la violencia machista nos escandalizan y nos duelen por su crueldad y por su frecuencia.  Resulta difícil de explicar cómo es posible que historias de amor terminen en  historias de odio y de muerte. No hay  estadísticas, pero sería interesante saber qué clase de relación hay tras esas denominaciones frecuentes en el contexto de la violencia: expareja, exmarido, examante. Sería interesante saber si los resultados arrojan alguna luz sobre la relación de pareja, matrimonial,  sacramental, homo o heterosexual…

Un dato resulta chocante. Cuando se escuchan las propuestas de solución para este terrible problema, no se menciona nunca la preparación para el matrimonio. La sociedad no pone recursos institucionales a disposición de quienes quieran dar concienzudamente  el paso a una relación matrimonial o simplemente de pareja estable. Acontece que la índole  propia de la relación conyugal se ha trivializado. Lo que en tiempos anteriores era  la institución del noviazgo, como etapa de preparación para el matrimonio, se ha desvanecido en sus perfiles sociales. Aunque se ha modificado, sin embargo y afortunadamente,  el sentimiento y la pasión del amor romántico siguen vigentes, como momento álgido de la vida de una persona, en el cual se revela lo mejor de sí misma. Y es eso lo que está en juego. Nada menos.

Reconociendo  que es insuficiente, la formación eclesial que prepara para el matrimonio sacramento forma parte de la praxis común: reuniones, cursillos, encuentros de novios. Se hace un esfuerzo contra viento y marea.  No es ahora el momento de entrar a juzgar la calidad de esa preparación. Por parte de las comunidades cristianas hay cosas que mejorar en dicha preparación. Y por parte de los protagonistas con el paso del tiempo, siempre quedará la impresión de que  no estaban preparados para la convivencia matrimonial. Es algo similar a lo que sucede con la preparación para ser padres.

Por otra parte, es cierto que la sociedad civil todavía no ha tomado en serio esta tarea. Exige formación y preparación para cualquier actividad y profesión. Pero no para ésta, que es la decisión más importante de la vida. Y la consecuencia está siendo que resta felicidad a los cónyuges, que es causa de sufrimiento en las personas, que cuesta mucho dinero a la sociedad el gran número de matrimonios rotos con las consecuencias desastrosas para los hijos. Y en este capítulo hay que incluir los matrimonios que constituyen “un infierno” para los cónyuges, para los familiares. Sin olvidar a las parejas que son claramente “patógenas” para uno, para el otro, o para los dos. Seguramente no se podría evitar todos los casos; pero es cierto que con una adecuada preparación se impedirían muchos sufrimientos y fracasos.

  Cf .Glaude Habib, Le Goût de la Vie Commune. Flammarion 2014.

    
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