Evangelio Seglar para el Domingo de Resurrección (12 de abril de 2020)

10 de abril de 2020
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LECTIO DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN – CICLO A

PRIMER PASO: LECTIO
¿Qué dice el texto?

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El había de resucitar de entre los muertos

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y le dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto."

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no había entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

SEGUNDO PASO: MEDITATIO
¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE LA RELIGIOSIDAD POPULAR
(hombre, casado, trabaja, dos hijos, cofrade y hermano de varias hermandades de penitencia)

Hoy el Evangelio nos muestra la evidencia de nuestra Fé, Cristo ha resucitado. En este pasaje vemos cómo los dos apóstoles reciben la noticia de parte de María Magdalena y acuden al sepulcro corriendo para comprobarlo, y lo que ocurre es que, aunque salen corriendo juntos, cada uno llega en un momento distinto al sepulcro; la juventud de Juan hace que llegue primero, y esa misma juventud, le hace esperar a Pedro en la entrada del sepulcro, seguramente no se atrevería a entrar solo. Pedro, probablemente debido a su edad, llega al sepulcro después de Juan, pero esa madurez, sin embargo, es la que le ayuda a tomar la iniciativa y entrar en el sepulcro, y sólo entonces es cuando Juan se decide a entrar y juntos ven y creen.
En las cofradías nos pasa esto continuamente, la juventud y la madurez conviven diariamente, el camino a recorrer es el mismo, como les pasó a los apóstoles, al igual que la meta es la misma, descubrir a Cristo resucitado. Es el camino el que se recorre de forma diferente, la juventud nos lleva a ser impetuosos a querer cambiar las cosas y a ser críticos y disconformes con los planteamientos, con la toma de decisiones, etc…. y es la madurez la que da templanza, serenidad, enseñanza y explicación del por qué de las cosas, y por supuesto permite ir transmitiendo la tradición de generación en generación. Juventud y veteranía deben convivir en nuestras cofradías, cada una debe aportar sus dones, juntos han de recorrer el camino, para como los apóstoles, descubrir en nuestras cofradías que Cristo ha resucitado, que todo tiene sentido y que Cristo vive y esa Verdad es la que da sentido a que nuestras cofradías existan y perduren en el tiempo.

DESDE LA ENFERMEDAD
(mujer, casada, jubilada, convaleciente, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)

Son muchos los signos de muerte y resurrección que tenemos en nuestra vida. En el tiempo que he estado mala, he tenido noches muy negras, momentos de angustia, con el ánimo muy negativo, eran momentos de muerte. Frente a esto me he sentido muy querida. He sentido el apoyo y la cercanía de mucha gente.  Recibí muchos mensajes de personas que me decían que rezaban por mí. Todo eso me daba ánimos para salir adelante, para luchar, para no darme por vencida, para salir de la oscuridad. También  momentos de oración profunda.  De sentirme sostenida por el Señor. Me levantaba y volvía la luz, eso es resurrección.

También hoy veo signos de resurrección en medio de esta pandemia. En esta sociedad donde priva el ser, el tener, el brillerio y el egoísmo, (momentos de muerte), Estamos viendo tantos y tantos testimonios de personas solidarias, de gente buena con actitudes extraordinarias que las engrandece. Parece que estamos despertando del letargo en donde estábamos metido, que estamos volviendo a esos valores de ayudar, de pensar en los demás. Me consta que se está produciendo un cambio profundo en el interior de muchas personas. Valorando más todas esas pequeñas cosas que teníamos y a las que no dábamos importancia. Ya no miraremos al otro como alguien ajeno a nuestra vida. Priorizaremos lo “nuestro” sobre lo “mío”. Estamos resurgiendo como personas nuevas, porque la resurrección nos convierte en seres nuevos.

La resurrección viene del Señor, ojalá sepamos resucitar de todo lo que nos aleja de él, de todo lo que nos aleja del hermano.

TERCER PASO: ORATIO
¿Qué nos hace decir el texto?
(hombre, casado, trabaja, pertenece a movimiento cristiano)

Señor Resucitado,
vida sobre toda vida,
aclamamos tu nombre y te bendecimos,
en estos momentos tan extraños…
Sí, a pesar de que “aún está oscuro”
proclamamos
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
esperanza sobre toda esperanza
aunque vivimos en la penumbra de la fe
somos como María Magdalena,
podemos vislumbrar
la pesada losa removida:
la muerte no tiene la última palabra.
Sí, a pesar de vivir
estos duros tiempos de pandemia,
hay esperanza…
y proclamamos
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
victorioso sobre la muerte,
Tú eres el que vive
por los siglos de los siglos,
primicia de la nueva creación.
Sí, a pesar de no poder
reunirnos en comunidad
a cantar y a rezar,
a abrazarnos,
proclamamos
a una sola voz
que surge de la comunión
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
luz de toda luz,
ante Ti sentimos
pasmo y alegría,
temor y gozo
en nuestro corazón.
Y aún así,
sorprendidos y anhelantes,
una inmensa esperanza,
surge de lo más auténtico de nosotros,
basada en la fe de la Iglesia
que atraviesa siglos y siglos
de lo mejor y peor de la humanidad…
Sí, a pesar de no poder compartir
por el confinamiento,
tu Palabra,
tu Pan y tu Vino,
proclamamos
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
contagiados
por el testimonio
y la fe de los apóstoles
vivimos la experiencia
de que tu causa,
tu misión,
tu Iglesia
sigue viva
y orienta toda nuestra existencia
y, especialmente ahora,
con la esperanza de la lucha
contra la muerte,
proclamamos
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
surgido de entre los muertos,
desvelas el poder oculto
en la cruz,
el poder obediente
hasta la muerte,
la energía de la entrega
a toda la humanidad.
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
eres más fuerte que la muerte.
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
a tu lado hay salvación y futuro.
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
nos alientas a vivir
la vida del Espíritu.
¡Aleluya, aleluya!

Señor Resucitado,
nadie queda excluido
de la alegría de la salvación.
¡Aleluya, aleluya!

Oh Dios,
tres veces santo,
el que era, el que es, el que será
bendice a tu humanidad,
guarda a tu humanidad,
salva a tu humanidad.

¡Cristo ha resucitado,
en verdad Cristo ha resucitado!
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

CUARTO PASO: CONTEMPLATIO
¿Quién dice el texto?

(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es)

ÚLTIMO PASO: ACTIO
¿A qué nos lleva el texto?

(matrimonio, 2 hijos, él trabaja, el matrimonio pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)

“Pues hasta entonces no había entendido la escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.”
Y nosotros también hemos de resucitar con el Maestro. Procuremos actuar dejando vacío cualquier “sepulcro” que quede en nuestro interior, que nos tiene sin vida y sin libertad: el de la desgana, la apatía, la pereza, el egocentrismo, la indiferencia, la envidia, la falta de fe, el materialismo, el orgullo, el egoísmo, la avaricia… Esforcémonos en quitar la pesada piedra que seguramente lo tapona, para dejar que entre la luz de la Pascua, de la vida, de la resurrección… Dediquemos tiempo suficiente para hallar la “estrategia” para lograrlo, reflexionando, orando… Demos el paso de la muerte a la vida. El Señor nos acompaña. Está con nosotros. ¡Ha resucitado! ¡Vive

Dejémonos impregnar de la Luz de Cristo. Seamos portadores de vida, de esperanza, de resurrección… Siempre es necesario, pero quizás mucho más en este momento  tan extraordinario, que  está zarandeando a toda la humanidad.
¡Cristo vive! Anúncialo con tu vida.

    

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