¿Es inteligente ser creyente hoy?

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UNO ES INTELIGENTE CUANDO…

    Si opto por la religión, ¿por qué sería una persona inteligente?  Uno es inteligente en la vida cuando consigue alcanzar la verdadCiudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. de la vida; cuando logra realizarse en plenitud como ser humano; cuando sabe elegir bien los objetivos que llevan a la autentica felicidad.

    Propongo cinco vías que nos lleven a discernir por qué es inteligente optar por lo religioso, por algo por lo que merece la pena trabajar y vivir. Comenzaremos desde lo que se nos hace más cercano, es decir, con lo que sintonizamos mejor dada nuestra mentalidad de siglo XXI, por aquello que nos hace sentirnos con orgullo de participar de la condición humana hasta optar por el valor de poseer una honda experiencia de fe en Cristo Jesús.

1º) Búsqueda de sentido de la vida.
Una afirmación que todos podemos aceptar es que sin sentido de la vida no se puede alcanzar la felicidad. Es necesario saber y vivir el porqué y para qué de nuestra existencia. Solamente los tontos y los locos van por la vida sin saber a dónde van. Así, a priori, podemos decir, que la opción por el hecho religioso favorece una búsqueda del sentido de la vida: profunda, auténtica, buena, espiritual, que va más allá de lo material, de lo finito, de lo que vemos que hoy es y mañana deja de significar y atraer.

    La Biblia nos ofrece una mirada hacia el futuro desde la visión noble, altruista y esperanzada de una humanidad fraterna y justa, que hace que la sociedad y cada uno de los que la componemos seamos respetados en nuestra dignidad, en nuestra condición de ser persona en su sentido más hondo. Sabemos por experiencia que esa felicidad no se puede alcanzar con lo material (la experiencia de cada día nos lo confirma) sino que hay que recurrir a algo espiritual, a la vivencia religiosa, que nos conduce a la verdad plena, a la justicia y nos da la fuerza que necesitamos.

    Por otra parte, constatamos cómo la humanidad hoy se identifica y simpatiza con los llamados Derechos Humanos. Sin embargo, tenemos que admitir que el hombre es un ser egoísta, y, por tanto, capaz de contradecir sus exigencias más profundas y naturales. Así, lo que sería un bien para la humanidad, vemos que nos es factor a perseguir por todos para alcanzar la plenitud de la humanidad.
    Lógicamente, si queremos arribar a este sentir del corazón humano hemos de acercarnos a Dios para que nos conceda luz para saber ver y nos infunda fuerza y generosidad para dar cumplimiento a lo que el hombre siente dentro de su corazón, pero que no es capaz de alcanzar por sus propias fuerzas.

2°) Llamada a la solidaridad.
    Si somos capaces de alcanzar el sentido de nuestra vida con el respeto a los Derechos Humanos, el siguiente paso nos llevará a vivir con solidaridad. "Obras son amores y no buenas razones", dice un conocido refrán. Vemos con alegría que son miles las ONG que hay en nuestra sociedad con un trabajo voluntario. El ser voluntario nos hace sentirnos bien como personas. Además, nuestra sociedad lo requiere. Es una manera de avanzar por el camino de la justicia.

3 ) Avance hacia la paz.
    Otro hito que es consecuencia de los dos anteriores, y que deseamos y anhelamos es crear caminos de diálogo entre los pueblos, es decir, buscar y favorecer la PAZ. Esta es una realidad que se nos impone, basta recordar las manifestaciones en el mundo por la paz y su no a la guerra. Pero, así de inconsecuentes somos los hombres, pronto echamos por tierra estos ideales y anotamos nuestra falta de coherencia y generosidad. En definitiva, echamos de menos de nuevo esa fuerza que nos viene de lo alto y que es lo que llamamos con un término teológico: gracia. Para ello necesitamos el encuentro con Dios, es decir, orar, tener un encuentro personal. Cuando escribo estas líneas se está desarrollando la guerra de El Líbano e Israel.

4 ) Mirada al futuro, a la trascendencia.
    El buen conductor se distingue por llevar su mirada levantada alcanzando lo que se le viene. No podemos estar enfrascados sólo en el hoy, en nuestra realidad más cercana. Por esto mismo, el ser humano tiene que mirar desde el fondo de su corazón elevando los ojos más allá de lo terreno. Hemos de estar vigilantes para que nuestra autosuficiencia postmoderna no nos oculte la plenitud de la vida.

   Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. El hecho religioso mantiene una invitación a ver la realidad humana con una proyección a la trascendencia. La inmortalidad es una exigencia de nuestro existir, es la sacralidad del orden propuesto por el Creador en bien de la humanidad, es un garantizar el deseo más profundo de perpetuidad que sentimos, que el bien está por encima del mal. Porque el bien ha de vencer al mal. Porque no estamos en un mundo caótico y sin sentido. Estamos llamados a la salvación. El final de la humanidad, el de todos es la felicidad para siempre.

5 ) Lo que nos revela la fe cristiana.
    Todas estas metas del corazón del hombre nos llevan a la evidencia de la necesidad de poseer la fuerza, la generosidad suficiente para vencer nuestro egoísmo. Permítanme que les narre una pequeña anécdota que me ocurrió hace unos años en un pueblo de Granada. Iba los fines de semana a ayudar al párroco. En la puerta de una casa, -siempre tenía que pasar por allí- había una persona mayor que cada día me daba las buenas tardes. Se me ocurrió ofrecerle una Biblia para que las horas no se le hicieran insoportables. Al cabo de unos meses me paré a preguntarle cómo iba la lectura de la Biblia, y qué era lo que había sacado de ella. La respuesta no se hizo esperar: dando golpes en el suelo con el bastón me decía: "sabe usted, que aquellos hombres eran duros de mollera, no querían entender, pero es que nosotros somos peores que ellos". Es una magnífica definición del mensaje bíblico. Había captado lo fundamental. Apertura a la escucha y no encerrarse en sí mismo.

    Qué bien lo expresó el mismo Jesús de Nazareth en el evangelio: "El Espíritu es quien da la vida; la carne no sirve de nada" (Jn 6, 63) es decir, el hombre espiritual va más allá de la lógica humana ("la carne") y se coloca en sintonía con la sabiduría de Dios ("Espíritu"). Este mundo no tiene la razón. Vendrá un día, como ha ido sucediendo a lo largo de la historia que se haga patente aquello que San Pablo nos dice en la carta a los Romanos, "se desvanecieron con sus razonamientos, y su mente ignorante quedó a oscuras" (Rom. 1,21).

SABIOS Y PRUDENTES SEGÚN DIOS

    Es precioso leer las primeras páginas de la Biblia. En el Deuteronomio leemos un razonamiento encantador. Palabras que deberíamos acoger con ilusión y alegría porque nos invitan a paramos y reflexionar. Cuando Dios da a su pueblo sus mandamientos y le muestra el camino que ha de seguir, dice: "Ponedlos por obra, que ellos serán vuestra prudencia y sabiduría ante los demás pueblos, que al oír estos mandatos comentarán: ¡Qué pueblo tan sabio y prudente es esa nación! (Deut 4, 6-8).

LA GRAN PROPUESTA DE JESÚS DE NAZARETH

    Esta es la gran verdad que todo el Nuevo Testamento nos trasmite: cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios nos envió a su Hijo en carne mortal para que vivamos como el mismo Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Jesús vivió. Y desde entonces, Jesús de Nazareth se nos propone como el verdadero camino, verdad y vida. A partir de Él sabe la humanidad hacia dónde ha de caminar con acierto e inteligencia. Sólo lo tenemos que ver en aquellos que de verdad siguen a Cristo Nuestro Señor: son felices, humanos y pasan por este mundo haciendo el bien. Honran al ser humano, lo dignifican.

    La primera condición que nos pone Jesús de Nazareth para seguirle es la de vencer nuestro egoísmo con el talante de pensar más en los demás que en uno mismo. Y Jesús nos dice que ese sentimiento de gozo que tenemos cuando hacemos el bien, aún con sacrificio de nuestra parte, debe ser nuestra conducta ordinaria, porque hay mayor alegría en dar que en recibir y deberíamos grabar en nuestro mente y corazón que "el que se busca así mismo se pierde y el que se pierde así mismo por los demás se encuentra".

VIVENCIA Y EXPERIENCIA DE FE

    Para este seguimiento de Cristo necesitamos tener una experiencia honda de fe. Es singular cómo describe García Morente su experiencia de creer. García Morente fue un filósofo, compañero de Ortega y Gasset en la Universidad de Madrid. De ser agnóstico, se convirtió a la fe y terminó siendo sacerdote:

    "Volví la cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí. En la habitación no había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón. Yo no veía nada, no oía nada, no tocaba nada. No tenía la menor sensación.
    Pero Él estaba allí. Yo permanecía allí, agarrotado por la emoción. Y le percibía; percibía su presencia con la misma claridad con que percibo el papel blanco en que estoy escribiendo. (…) ¿Cómo es esto posible? Yo no lo sé. Pero sé que Él estaba allí presente y que yo, sin ver, ni oír, ni oler, ni gustar, ni tocar nada, le percibía con absoluta e indubitable evidencia".

    Nada de lo manifestado en el Evangelio contradice la racionalidad del ser humano. Lo que se recibe en fe, contrapesado, analizado lleva a decir, pues es verdad, "este es un pueblo sabio y prudente".

CONCLUSIÓN

    Una realidad contrastada por todos, es que cuando nos abandonamos a nuestro propio querer e interés, lo único que cosechamos son pesares, violencia, luchas, nos envuelve el egoísmo que nos destruye y que incluso nos puede llevar hasta una enfermedad psíquica. No vendría nada mal reflexionar en el contraste que nos expresa San Pablo en su carta a los Gálatas 5, 19 – 26 y apreciar las diferencias entre lo que es una vida enfocada desde el instinto (egoísmo) y la recompensa que nos proporciona el actuar desde la presencia del Espíritu que habita en nosotros (fe).
    Las obras de uno y otro son manifiestas: Del instinto proceden dice San Pablo: "fornicación, indecencia, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, reyertas, envidia, cólera, ambición, discordias, facciones, celos, borracheras, comilonas y cosas semejantes". Por el contrario, las obras del Espíritu son; "amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio".

    No se necesitan más argumentos, ni explicaciones, ni tener que recordar tantas historias de nuestro entorno, tantos telefilmes para contrastarlos con el bien que nos reporta el seguimiento de Cristo Jesús, "que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios". (1Cor 1,24)

Nota: Estos párafos forman parte de un artículo más amplio que se puede encontrar en la revista citada

    

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