Epílogo

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    Este diario misionero no está concluido. Nuevas páginas esperan ser testigo de futuras experiencias, encuentros, emociones, cruces, paseos, viajes, contemplaciones, nombres, misterios, flores…que irán apareciendo en el desarrollo de la esperada Santa Misión 2006. Por ahora, volvamos al modo de cómo se deben de iniciar las horas y los días siguientes…

Comienzan los relojes
a maquinar sus prisas;
y miramos el mundo.
Comienza un nuevo día.

Comienzan las preguntas,
la intensidad, la vida;
se cruzan los horarios.
Qué red, qué algarabía.
Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
Más tú, Señor, ahora
eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti
como en una gavilla.

Rezamos, te alabamos,
porque existes, avisas;
porque anoche en el aire
tus astros se movían.

Y ahora toda la luz
se posó en nuestra orilla. Amén.

Liturgia de las Horas

    

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