El Santo del Verano: San Dalia

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El patronazgo del verano le corresponde sin discusión a este refrescante santo. Nacido en una localidad playera de la costa mediterránea, cuenta la leyenda que era coetáneo de los apóstoles, a quienes acompañó sin desmayo ni renuncio en sus incansables viajes, e incluso hay quien sostiene que aparece en alguno de los evangelios apócrifos (descubierto o por descubrir).

    Relatan sus hagiógrafos -yo soy mera copista- que vivía entre Chancleta y Botín. Ni la una ni el otro llegaron, no obstante, a la santidad, a pesar de los acérrimos y reiterados ejemplos de nuestro santo. La una, por ácrata, que no era dada a procesos ni escalafones; el otro, por la historia del los ricos, los camellos y los ojos de las agujas.

    San Dalia (en mallorquín y menorquín, Sa Patilla), por el contrario, ya nació con el san puesto. Como Santiago, compañero, al parecer, de correría y caminatas. Es bien sabido que no hay grupo humano donde tanto se le dé culto como en el Camino de Santiago, verdadera cofradía de devoción sandalia.
Sostiene una amiga que es patrón y protector de los transexuales, en cuyo honor conserva ambos géneros en el nombre. No he conseguido confirmar el dato, pero aquí dejo constancia por si alguien quiere promoverlo, que no sé yo (¿o sí?) por qué algunos colectivos no tienen un patrón que llevarse al rezo, mientras a otros les crecen como setas.

    Sí está contrastado el dato de que siempre fue invocado por las buenas gentes luchadoras contra las discriminaciones de género, y eso ya es algo. Dato contrastado, contrastado, lo que se dice contrastado, que recogen todos los padres, primos, cuñados v todo tipo de parientes de la iglesia, el de que San Dalia es patrón, promotor, adalid y, sobre todo, practicante de las virtudes rastreras; es decir, de esas buenas costumbres que consisten en tener los pies en el suelo, tratarse de tú a tú con la realidad, atender a las necesidades y reclamos elementales, haciendo caso omiso de ojos en blanco, alambiques y subterfugios (de hecho, una de sus mayores devotas fue Teresa de Jesús, la que escribió aquello de que la caridad no está en los rincones, sino en las ocasiones).

    Una tradición ininterrumpida nos ha transmitido hasta hoy que siempre fue como un refresco para las gentes, y que siempre llevó aire fresco a malolientes lugares.

Dediquemos el verano a invocar a San Dalia, a imitar sus virtudes y a disfrutar sus bienes.